ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟛𝟟

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Hope: 

Golpeé la puerta de la habitación para que la abrieran, estaba cerrada por fuera y yo necesitaba salir porque me sofocaba en estas cuatro paredes.

La falta de aire, el pecho se me infla y la necesidad de cocaína combinada con las voces me hace querer morir de la maldita desesperación. 

La doctora (psiquiatra) abre pero no me deja salir, sentir como el aire entra a la habitación me hizo sentir bien pero no calmó mi necesidad de querer cocaína. 

Nos quedamos en silencio sin decir nada pero el que haya alguien conmigo me reconforto un poco más de lo que me gustaría admitir. 

—Debes ir a las sesiones de apoyo —viene con lo mismo de siempre— faltaste a muchas reuniones y ni hablar de las terapias con la psicóloga y conmigo, se que es difícil...

—Claro —dije agotada— iré está tarde pero ven a buscarme. 

—Hope son las cinco de la tarde, ya deberías estar en la sesión de apoyo. 

—No podía salir, la puerta tenía cerrojo. 

Sentí como si el tiempo fuera distinto, pensé que era temprano. La psiquiatra me vio y me dio una sonrisa incómoda, me indicó con la cabeza que salía del lugar y empecé a caminar con la cabeza gacha para que nadie viera lo desorientada que estaba. 

La psiquiatra me indicó donde sentarme y se fue diciéndome que luego vendría a verme para ir a las terapias con la psicóloga y psiquiatra.

Tiro la cabeza para atrás viendo el cielo y con cada segundo inhalo para luego exhalar. Mis ojos pesan y los adictos hablan pero no los escucho. 

—Cariño… —sabía que Linda me estaba llamando, así que la mire sin prestarle mucha atención— ¿Quieres contarnos algo?

Me senté bien en la silla y mire a todos antes de sentir como los ojos se me humedecen. 

—Nadie de aquí me conoce —dije con la voz rota— pero tengo está necesidad de querer drogarme y no la entiendo —sollocé— no soy drogadicta y no explico lo que me pasa, eso me aterra tanto. 

Bajé la vista para que nadie viera cómo las lágrimas invaden mis mejillas, siempre me molestó que la gente que no conozco me viera llorar. Me hace sentir vulnerable y débil, esa sensación no me gusta. 

—Cariño no te avergüences, ese es el primer paso. Admitirlo —me dio una sonrisa reconfortante—. Estas mejorando ¿vale? —asenti—, dejaremos la reunión hasta aquí y nos veremos en dos días.

Todos se fueron y yo también hice lo mismo, fui hasta el consultorio de la psicóloga. Me recibió dejándome sentarme en el sillón grande y gris que tiene, me subí llevando las piernas a mi pecho ya que últimamente era mi posición favorita. El sentarme así me hace sentirme segura y protegida, nadie puede tocarme ni ver que tan mal estoy porque no pueden estudiar mis movimientos. 

—¿Quieres que hablemos? —negué— está bien, estaremos en silencio y cuando creas que es apropiado hablar aquí estaré. 

Muchos recuerdos cruzaron por mi mente pero no supe si eran verdad o eran inventados porque últimamente no se que es real o falso, el escuchar voces todo el tiempo me confunde, me marea a tal punto de querer vomitar en todo momento. 

Tengo un recuerdo confuso de qué Mael me vino a ver, no es la sala de visitas, a mi habitación. Pero creo que fue un invento de mi subconsciente, apoyo mi mentón en mis rodillas y mis manos las escondo entre mis muslos y estómago. 

—Bruno él era diferente —comenté— pero él me amaba sólo… 

Le expliqué con lujo de detalle lo que él era y hacía por mi. 

—¿A qué te refieres con diferente? —preguntó la psicóloga. 

—Era detallista, cauteloso, único. 

—¿Él te hacía daño? —pregunto. 

—Claro que no —dije— jamás me haría daño, sólo me reprendía —confesé—. Era de esos chicos que te defendían si alguien te trataba mal o te sacaba a comer luego de una semana larga y te hacía mimos en la noche diciendo que te amaba. 

—¿Qué te decía cuando te reprendia?

—Me decía que buscaba mi bien por eso me hacía lo que me hacía —sonreí ante el recuerdo de él besándome la mejilla que estaba colorada por el calor—. Había veces que yo dramatizaba las cosas que no debía así que recibía un regaño pero no era algo que no pudiera soportar. 

Me miró un rato sin decir nada y yo sólo podía recordar una noche antes del accidente. 

Estábamos peleando porque yo quería quedarme unos días más en el pueblo ya que era muy pronto para ir a Los Ángeles pero él insistía en irnos. Todo pasó a gritos donde yo terminé en el suelo con el labio roto y la mejilla roja, él se metió a la habitación y yo me había quedado ahí sin procesar la situación. 

El saber que mis gritos habían ocasionado eso me lastimaba, no quería pelear con Bruno. Así que fui a la habitación y le pedí perdón, le dije que si iríamos al día siguiente y él me acarició la mejilla colorada y me dio un beso en la frente para luego darme uno en los labios que me hizo que me ardiera la herida. 

—Hope, ¿te crees culpable de las represalias? —asenti— cariño… —su tono hizo que llorara— no era tu culpa que él no supiera controlar su irá y la canalizara en golpes, así lastimándote… 

—Era mi culpa, yo lo hacía enojar… 

—No, no lo era —ella me pasó una caja de madera con toallas de papel que use para limpiarme las lágrimas—.  No merecías pasar por eso, nadie lo merece. 

Sólo lloré, no quería decir nada más. Hacerlo sólo haría que me sintiera peor, le había prometido no contárselo a nadie bajo ninguna circunstancia. 

Tenía miedo, siempre lo tuve pero mi amor hacía él fue más fuerte pero no quitaba que cuando llegaba a casa me temblaran las manos repasando que no hice nada malo en el día. Pero aunque no lo hiciera siempre recibía una reprendida. 

El silencio ayudaba a que no tuviera miedo pero no quitaba que entre las voces la voz de Bruno se escuchará, no se callaba y me daba miedo saber que en el momento que me fuera de esta habitación sería tan vulnerable que podría ser reprendida otra vez. 

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⏰ Última actualización: Oct 11, 2021 ⏰

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Una noche, una estrella, una constelación    [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora