Capítulo 5 | La Subasta ( Reescrito)

10.1K 290 14
                                    

Tener tu departamento lleno de bolsas con ropa de las mejores marcas, regadas sobre tu suelo, es el sueño de muchos y la realidad de otros, sin embargo no es mi sueño pero sí es mi realidad.

El guardaespaldas de Rainer hace un par de horas llegó a mi apartamento con bolsas llenas de ropa, patrocinadas por mi jefe y que ambos se tomaron la molestia de comprarla aún cuando me negué a asistir.

Sobre la mesa de centro reposa una caja de tonos ocres y grisáceos que el hombre dejó bajo la advertencia de tener que abrirla lo antes posible.
Desato el moño y tiro de la carta que viene adjunta a él.

"He admirado tal pieza en Internet y la he comprado. Espero que sepas lucirlo y estar a la altura de esta situación. Úsalo con un conjunto de lencería que está para tu elección en las bolsas anaranjadas, solo las anaranjadas.
Vendré por ti a las seis treinta, ni un minuto más, ni un minuto menos.

Esperando que llegue la noche.

RGW".

Saco la prenda de la caja y admiro el traje que se descubre. Es un vestido rojo satin, un tono que queda perfecto para mi tez y que uso regularmente cuando quiero desplegar mi energía femenina.
Observo la hora; cinco cincuenta. Exactamente cuarenta minutos para que se llegue nuestro encuentro.

Como no es necesario que tome un baño, pues ya lo hice antes. Saco la lencería de las bolsas anaranjadas, son dos conjuntos diferentes pero sensuales a su modo. Opto por el más discreto.

La mejor parte de ser independiente es tener privacidad para hacer lo que se te plazca, como desnudarte a media sala.
Me deshago de mi ropa y de inmediato me coloco las piezas lenceras que me quedan perfectamente.

Analizo mi reflejo en el espejo. El brasier estraple me queda ajustado, por lo que eleva el volumen de mis senos; las bragas están compuestas por una fina tela de encaje, que se une a dos tiras de tela que da origen a un arnes alrededor de mi cintura y otros sobre mis muslos, y por último, hay un ligero de tul.

Tomo mi móvil y saco un par de fotos en donde mi cadera luce amplia y mi cintura se acentúa. El Internet en general, puede ser un arma destructiva, para bien o para mal, pues nada es real y todo es solo una ilusión creada por las poses. Durante muchos años viví creyendo que yo era el problema, que mi cuerpo no era lo suficientemente perfecto para la sociedad; sin embargo, el problema sí soy yo, pero no por dichas razones, si no, por creer y dejárme influenciar bajo la imagen de personas a través de una pantalla. Por ello, decido no subir las fotografías, solo dejarlas como un recuerdo mío.

Sigo colocandome las prendas, en este caso, el vestido. Su falda me llega hasta los tobillos y en la pierna derecha goza de una abertura medial; sobre la pare superior inicia con un corsé que termina en el escote recto y voluminoso a la altura media de mis senos. Apenas si las prensas me permiten respirar.

Entro a mi habitación para proseguir en mi misión de maquillarme. Delineo mis ojos con sombra negra, llevándolo desde el lagrimal hasta una cola de aspecto foxy. Agrego rubor, contorneador, corrector, máscara de pestañas, iluminador, lapiz de cejas y labial rojo en acabado mate.

Aliso mi cabello tras haber calentado el alisador y al finalizar, ato dos mechones alredor de mi coronilla.
Busco un par de tacones plateados para que combinen con la joyería que usaré y doy fin colocando perfume.

Veo la hora en mi móvil.

Seis cincuenta.

Santa mierda.

En el primer bolso que me parece adecuado meto lo más esencial, posteriormente, busco las llaves del apartamento y huyo de ahí.
Afuera del edificio uno de los muchos automóviles en los que Rainer llega a la empresa, está estacionado en la acera. Levi, su guardaespaldas, baja para abrirme la puerta y luego de estar dentro los dos, comienza a conducir.

Sin sentimientos (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora