7. Por qué no me gustan las compras

164 26 24
                                    

Rolan

¿Por qué no me gustan las compras? Tener que hacer fila, elegir qué llevar, recorrer interminables pasillos sin saber qué echar al carrito, aguantar el calor, el contacto con la gente, son cosas que no soporto por mucho que me preparo mentalmente para hacerlo. Incluso para pagar mis tarjetas recurro a Rosaline, dándole un monto considerable a modo de pagarle el favor.

Por eso cuando entramos a este pequeño supermercado, a regañadientes soporté acompañar a Tyler que, para mi desgracia, al elegir lo que va a meter en la canasta se pone a comparar precios hasta encontrar el que se ajuste a su módico presupuesto. Llevamos en esto diez minutos y ya me quiero largar. Estamos por el pasillos de los alimentos refrigerados, yo atrás mientras él se inclina a revisar qué leche llevar.

—¡Joder! Escoge la que sea, hombre —reniego, estresado, moviendo el pie en un tic de ansiedad.

—Te dije que te quedaras en el auto, el trato es que fueras mi chofer, no mi escolta —habla, sin dejar de ver las etiquetas de los precios.

—Me estresa esperar en el coche —revelo, cruzándome de brazos, ejerciendo presión por lo irritante de esta situación.

A ello no responde, me ignora por andar revisando precios. Miro al techo, resoplando absorto por esto. Si continuo esperando a que escoja lo más barato nos va a dar la noche. Gruñendo frustrado, doy zancadas de vuelta a las cajas para tomar un carrito. En orden voy por cada pasillo, tomando cada cosa que considero es necesaria para suplir un mercado. Detergente, blanqueador, jabón para ropa, luego jabón corporal, shampoo, papel higiénico, dentífrico y así paso a la siguiente sección, metiendo de todo un poco. Llegando al último pasillo que es el de los alimentos refrigerados ya tengo el carro casi repleto; hasta frituras, golosinas y jugos he metido. Cuando llego Tyler sigue tan sumido ahora escogiendo la mejor mortadela para sándwiches que no se da cuenta de que llegué.

—Mete eso al carrito —exclamo, captando su atención. Al verme por poco sus párpados desaparecen detrás de sus ojos. Quedó tan pasmado que le cuesta reaccionar—. Vamos, hombre, que no tengo todo el día.

—¿Qué? ¡No! —protesta. Exhausto suelto un suspiro, mandando la mano al rostro rogando paciencia—. No tengo dinero para pagar todo eso.

—Lo pagaré yo, así que pon eso en el carro que no tengo todo el día —rebato, advirtiéndolo con entereza. Niega, espantado por esa atribución que me tomé.

—No, no, en serio que no voy a aceptar eso —continúa, absteniéndose a que le ayude, aunque la verdad lo hago para salir de este maldito lugar.

—Okay, pues entonces te aguantas.

Haciéndolo a un lado, agarro varias cosas de esta sección, echándolas al carro sin pensar. Tyler se interpone en mi camino, pidiendo que no lo haga, cosa que paso por alto. De ahí voy a la sección de carnes donde le pido al que da los cortes un kilo de cada cosa.

—¡Joder!, no como carne —rezonga Tyler tras de mí, por poco sacándome de quicio porque odio que me mienta.

—Mientes, el otro día dejaste el plato limpio cuando te invité a comer ese pedazote de carne que te tragaste sin protestar.

Ante eso no dice nada porque el dependiente se nos queda viendo sonso, muy atento en la conversación mientras corta y muele la carne. Apenas me entrega la carne y el pollo, pide el medio de pago. Rebusco mi billetera en el bolsillo delantero del pantalón para extraer mi tarjeta y dársela.

—En serio que no aceptaré eso —reniega una vez más el chico a mis espaldas.

Viro para enfrentarlo; retrocede un paso por mi imposición. Estoy tan cabreado que es inevitable que no lo exprese en el rostro.

He aquí una jodida cuestión © [Spin-off #1]On viuen les histories. Descobreix ara