Quisiera ser aquella cálida brisa primaveral que descongele la nieve del frío invierno.
Un par de mejores amigos de la infancia que sin importar cuántas veces se separaban el destino los unía. Miyazono Yuko, una chica amable que siempre ve por el bi...
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—¿Segura que puedes trabajar, Yuko?— pregunto nuevamente Izzy, la castaña había sufrido un accidente hacía 2 semanas; no había sido nada serio, solo una pequeña caída en unas escaleras y a pesar de la insistencia de los dos chicos, ella se sentía bien y decidió ir a trabajar ese día pues no soportaba estar quieta por demasiado tiempo —te puedo dar más días de descanso—
—Le dije que no viniera, ¡Pero es demasiado terca!— se quejó el rubio mientras dejaba otro monto de hojas en el escritorio.
Soltó un suspiro bajo, mentalizándose para lidiar con esos dos hombres que los conocía desde su infancia; Yuko les sonrió mostrando su molestia ante las quejas, lo que hizo que ambos hombres se detuvieran y vieran como la castaña caminaba a paso lento hacia la salida, dirigiéndose hacia la oficina que compartía con el rubio.
—Me encuentro bien, hombres. Pareciera que no conocieran que tan fuerte soy, ¡vamos! pasamos meses en el Digimundo corriendo todo tipos de riesgos, creo que puedo soportar una caída— girándose sobre su eje en el marco de la puerta, está le dio una mirada juguetona al pelirrojo —Director...— soltó en tono cantarín haciendo que el elegido del conocimiento pusiera los ojos en blanco.
—solo di mi nombre— habló con desgano, odiaba esas formalidades con sus amigos, pues solo le decían de ese modo en forma de burla —¿Cómo puedes soportar su tranquilidad, Matt?— soltó un suspiro mientras se dejaba caer en su silla —Por Kami-sama, estoy tan acostumbrado a la imperatividad de Mimi, Tai, Daivis y Yolei...— se quejó dejando así morir el tema de conversación.
Yamato volteó a ver a Yuko dispuesto a llevársela a su casa a rastras, pero al verla caminar a paso lento, con una adorable mueca en su rostro, cualquier rastro de decisión se fue haciéndolo suspirar rendido. Solo ella tenía aquella habilidad.
—Cierra la boca Matt o te entraran moscas—
Un tomate se veía pálido a lado del rubio en esos momentos, la castaña volteó su cabeza y observó sobre su hombro a ambos hombres de manera dudosa, pues la risa escandalosa del pelirrojo había llegado a sus oídos.
—¿Todo bien jirafa? Tienes el rostro rojo, ¿Acaso tienes fiebre?— le pregunto al más alto al verlo cerrar la puerta tras de él con las risas del director de la empresa aun sonando desde dentro.
—Nada, estoy perfectamente bien— comenzó a caminar hacia la oficina que compartían —sigamos trabajando—
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—Yuko—
—Uhm—
—¿Crees que puedas ir conmigo a casa de mi madre esta noche?— la castaña dejó los papeles que estaba revisando de lado y puso toda su atención en el rubio —cuando fue tu accidente estábamos cenando juntos y salí corriendo sin dar explicaciones; cuando regrese les conté lo que te sucedió... Y después mamá nos dio un golpe en la cabeza a Tk y a mí reclamando que no te habíamos llevado hace mucho— finalizó haciéndola reír.
