Capítulo 21

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Había caído la noche. Los ensayos habían sido intensos, así que optamos por ir a dormir cuanto antes, después de haber pasado por el comedor y haber comido algo.

Estaba realmente agotada.

Fui a la cama, e inmediatamente los pensamientos tomaron lugar en mi mente.

Y pensé en él.

Otra puta vez pensé en Gustavo antes de dormir, pero esta vez fue diferente...

Justo en el momento que mis párpados empezaban a cerrar, lo sentí. Él estaba ahí, justo debajo de mis sábanas, me había esperado en mi habitación , en mi cama para hacerme suya, justo como su mirada me lo advertía cada día, cada instante, y en cada maldito momento su mirada estaba y me hacía sentir la angustiada atracción sexual que entre nosotros comenzaba a crecer, no había tiempo a retroceder ni a rechazar a nadie, Gustavo se metió en mi cama y comenzaba acariciar cada parte de mi cuerpo, susurrándome al oído las desenfrenadas ganas de hacerme toda suya.

Ya no había rechazo de su parte, me quería hacer suya, no soportó la realidad y había decidido afrentarla ya, y lo dejé.

Lo dejé porque nadie más que yo, podía anhelarlo.

Apretaba mis pechos por encima de las sábanas pero el tacto era casi igual, pues era fina la tela de las sábanas. Mi cuerpo se encontraba envuelto en llamas, sus besos en el cuello lo había provocado, como una alarma que al instante en que detecta fuego, chilla.

Era embriagador el aroma que desprendía de su cuerpo y que ahora posaba a estar en mi.

Su aliento cálido que me hacía estremecer y me erizaba la piel.

Sus pequeños besos haciendo recorrido desde mi cuello hasta mis pechos, mis pesonos endurecieron y él pasó a dar leves masajes con sus manos sobre ellos.

—Estás toda empapada, lista para mi.— susurró, pasando su mano por mi parte, no podía más, necesitaba tenerlo dentro de mi, —¿Ya lo quieres?— pareció leer mis gestos y gemidos.

—¡Ummm! Si, ¡AH! Si— conseguí decir trabajosamente, era difícil asimilar que tenía tal chico en mi cama, encima de mi, era demasido ardor.

Él apartó las bragas que llevaba puesta, masajeando su miembro en mi entrada, —Dime que lo quieres, dímelo.— me exigía mientras que seguí con su constante movimiento en mi entrada.

Estaba tan empapada que su miembro resbalaba con facilidad. Gemí al sentir como entró un poco y luego salió tan rápido, incluso me molesté por eso, quería de él en mi. Lo quería todo.

—¡Lo quiero ya!— grité aferrándome a las sábanas cuando entró de golpe en mi, lo hizo sin detenerse.

De una sola estocada.

Abrí los ojos al instante en que mi entrada recibió su miembro. Dolió un poco, pero luego el dolor fue reemplazado por ardor, placer intenso y ganas de que nunca saliera de mi.

Aferró sus manos a mi cuello, haciéndome quedar sin aire por segundos, aunque era desesperante, amaba que lo hiciera de tal forma.

—Nicole, ¡OH! ¡OH!

Gustavo gemía mi nombre sin parar. Cada entrada era más profunda y sus movimientos eran cada vez más rápidos, sus ojos se cerraron, su rostro se contrajo en una mueca que denotaba puro placer, las venas de su cuello se alteraron levemente.

La cama vieja hacía un sonido, que era provocado por los movimientos y pequeños saltos que Gustavo manifestaba sobre mi cuerpo.

Estábamos bañados en sudor.

Su cuerpo aplastaba el mío, éramos uno bajo aquel acto.

Nuestras manos se entrelazaron, Gustavo ejercía fuerza contra mis manos, undiendola en las sábanas mientras gemía tan cerca de mi rostro que sentí como me embriagaba su aliento.

—Te dije que iba a encontrar lo que buscaba.— dijo, tumbándose a mi lado, y continuó.

Fui incapaz de pronunciar una palabra, él me torturaba a tal grado que me impedía objetar.

Giró mi cuerpo hacia el lado, colocándose el detrás, alzó mi pierna y, al cabo de un segundo sentí sus fuertes penetraciones, —¡AH! No pares, no.— gemí cuando sentía sus fuertes golpes.

Su cuerpo chocaba contra el mío, provocando un sonido.

Pero de pronto todo cesó.

Abrí lo ojos y a quien tuve en frente fue nada más y nada menos que a mi mejor amiga, Ashley.

Maldita sea, soñé, todo fue un sueño. Dije para mis adentros, sintiéndome completamente avergonzada ante Ashley que al ver su expresión, supuse que había estado ahí viéndome gemir o decir cualquier estupidez.

Froté mis manos por mi rostros, mi cabello estaba revoloteado, debía tener mal aspecto.

—Ya deja de mirarme así.— añadí ante el dramatismo de mi mejor amiga.

Ashley ahogó un grito.

Tenía ambas manos en su boca, callando las carcajadas que estaba por dejar salir.

—Amiga, ¡Te encontré gimiendo su nombre!— murmuró en un leve susurro, como si fuera un secreto peligroso del que nadie podía enteresarse.

Y no era otra la realidad.

Por nada del mundo Gustavo debía darse cuenta que soñaba cada noche con él.

Me maldije por eso, Ashley no iba a callarlo, iba a querer detalles de todo y no dejaría morir esta escena.

—¿Por qué no me lo contaste?— preguntó de brazos cruzados.

—¿Contarte qué?

—Esto..— señaló mi parte, y me avergoncé aún más cuando vi lo empapada que estaba, —que ahora andas soñando con tíos buenos, y mojando como si fuera real, si que lo vives— terminó de añadir sorprendida.

Yo, descaradamente repasé el sueño, y llegué a la conclusión de que me había encantado que fuese una realidad, pero no estaba por buscarlo ni facilitárselo. Ya no.

Era eso; un sueño. No más.

Aunque no podía negarme a mi misma que ese podía ser cualquier trailer de lo que podría suceder.

Una semana con el Nerd {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora