IV Café

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--Hoya
Salimos de su casa, caminando uno al lado del otro. Cuando íbamoa acercándonos al carro, aceleré mis pasos para abrir la puerta del copiloto. La escuché decirme “Gracias” pero me sentía tan nervioso que solo alcancé a  asentir. Rodeé el auto y subí. Arranqué el auto, y no sé cuánto tiempo pasamos en silencio. Se sentía raro, no era la primera vez que saliamos juntos. Siempre hablábamos del clima, tareas de lo que fuera pero ese día no se me ocurría nada para comenzar una conversación. Cualquier tema que pensaba me parecía tonto. La ví de reojo y noté que estaba un poco nerviosa, lo supe por la manera en que se aferraba al cinturón de seguridad.
Vamoa Hoya dí algo. Me repetía a mi mismo. Pero las palabras no salían. Hasta que ella habló.

--Minha
No sabía qué decir, me sentía ansiosa. Pero tomé valor y me atreví a hablar.
-¿A dónde vamos? – sí, eso fue lo único que se me pudo ocurrir preguntar.
-Vamos a un lugar muy especial para mí. Y espero que también lo sea para ti. Dijo viéndome por un momento ya que el iba manejando. Ambos sonreímos. Me sorprendió cuando posó una de sus manos en las mías y la entrelazó con la mía.
-Estás hermosa. Bueno siempre estás hermosa, Minha. Dijo mientras sonreía.
Mi corazón comenzó a latir sin control. Solo sonreí y volteé mi rostro hacia la ventana. No sabía cómo actuar o responder. Me sentía como una tonta.
Al fin llegamos a nuestro destino.
-Llegamos. Minha. Dijo, mientras bajaba del auto y se apresuraba a abrirme la puerta del auto. Comencé a reir. Ese lugar si que era especial.
-Tenía razón ¿cierto? – me dijo - este lugar es especial para ambos. Me tomó de la mano y entramos al pequeño local. Ese lugar era especial, ya que fue allí donde nos conocimos. Mi mamá y su mamá eran amigas de la escuela y se reencontraron justo aquí en este café por casualida, o ¿destino? Cuando se encontraron, ambos estábamos con nuestras mamás, teníamos 9 años. Y desde ese momento, nuestras madres se ebcontraban allí para charlar mientras nosotros salíamos al pequeño jardí  del local a jugar. Vaya, conocía a Hoya desde pequeños, pero ahora él ya no era un niño y yo tampoco era una niña.
-Aquí está tu capuchino. Me dijo mientras dejaba el vaso frente a mí.
-Gracias. Dije mientras el se acomodaba en su silla.
-¿Recuerdas cuándo de niños veníamos aquí? – dije.
-Cómo no voy a recordar, siempre derramabas el café en la mesa – dijo mientras comenzaba a reír.
- ¡Oye! – dije frunciendo el seño y comenzando a reír también.
El silencio ya no reinaba entre nosotros. Hablamos de todo un poco pero ya no como amigos, el ambiente era diferente. Cuándo nuestros ojos se encontraban, ambos sonreíamos y tomábamos sorbos de café pero intentábamos seguir con la conversación pero no dejando de lado el tomarnos de las manos sobre la mesa. ¡era perfecto! El lugar, el café y sobre todo, la compañía.

Lo Hermoso De La Lluiva Where stories live. Discover now