18. Ayuda, Chayanne

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Me arrodillé en el suelo para recuperar un poco de la dignidad que perdí cuando caí a sus pies dormida. Jess se había cambiado la ropa por un pijama similar al de la última vez.

Tenía que confesar que desde aquí abajo la vista no estaba nada mal.

Me aclaré la garganta y me limpié la baba seca de la comisura.

—No quería irme contigo enojada —me sinceré.

Creí verla tragar saliva antes de rodar los ojos, pero apenas si podía ver con la luz que llegaba desde la ventana de su cuarto como para estar segura.

—Levántate —me ordenó con molestia.

—Ah, no, no. —Descansé las manos sobre mi regazo y la miré con inocencia—. La vista desde aquí está bien.

Ella resopló. Me pareció ver el atisbo de una sonrisa y me ilusioné.

—¿Por qué eres tú la que da cringe si soy yo la que ve anime?

Me alcé de hombros y extendí mi sonrisa. Ella abrió más la puerta para dejarme entrar, ahora de mejor humor.

Señaló la cama detrás de ella, perfectamente hecha.

—Métete.

—Bueno, si insistes.

Me tapé con la manta sobre los hombros, recogí mi taza, la almohada y entré.

—Espérame aquí —dijo antes de salir—. No toques nada.

¿Que no toque nada? ¿Quién se creía que era yo?

Abrí el cajón de su mesa de noche y saqué una de sus cremas corporales.

—¿Así que usaste mi shampoo de cincuenta dólares? —Dejé una cantidad considerable en mi mano y me coloqué un poco en los brazos—. Cagó tu Givenchy.

—¡Pero...!

Solté la crema de un sobresalto y esta cayó al suelo. La mitad del contenido se volcó sobre el suelo y la otra mitad sobre la sábana. El recipiente de cristal quedó intacto.

Jessica estaba parada en la puerta, con un paquete de maruchan en cada mano.

—¿Esa es mi Givenchy? —Preguntó horrorizada.

—¿No...? —murmuré casi al borde del llanto.

Su expresión pasó de sorpresa a horror y luego a enfado cuando vio el resto del producto en mi mano. Levanté la manta para cubrirme hasta el mentón mientras ella dejaba la maruchan sobre su escritorio, pero el ver más crema desparramada sobre su cama casi se desmayó.

—Puedo pagártelo en cuotas. —Intenté solucionarlo—. Dime cuánto...

—Te voy a matar.

Jessica subió a la cama y tiró de la manta para destaparme. Grité y me aferré a ésta con fuerza. Quise poner una almohada entre nosotras, pero me la quitó para intentar asfixiarme con ella.

Otra vez.

—¡Rézale a tu Dios!

—¡Sálvame, Chayanne!

Su agarre se aflojó un poco. Ella comenzó a temblar y cuando me quité la almohada de la cara para ver que sucedía la encontré riendo con el rostro escondido en mi pecho.

—No puedo enojarme contigo así —dijo aún riendo.

Apoyé los codos en el colchón, mitad orgullosa y mitad sorprendida.

¿Yo la había hecho reír así?

—¿Me perdonas?

—No. —Se enderezó un poco, sentada sobre mí, y se secó una lágrima de la risa—. Me vas a comprar esa crema ahora, por mercado libre. La quiero para hoy.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTAWhere stories live. Discover now