—¿Te lo encontraste en la calle?

Él sabía que no era así pero mi imagen con esa planta no era algo que desaprovecharía para hacerse el gracioso.

—No.

Esperó intrigado por más información pero no se la di. Empecé a caminar en dirección a su casa con él a mi lado. Yo también tenía ganas de tontear.

—Vas a tener que adivinar.

—¿Es como una mascota?

Eso no era intentar adivinar.

—No.

—¿Algo terapéutico?

—No.

—¿Es para comerla?

Lo hacía a propósito.

—¡No!

Caminó de espaldas un momento sonriéndose.

—Puedo estar así toda la noche —advirtió.

—Es para ti. Es un regalo.

Se detuvo frente a mí obligándome a parar la marcha.

—¿Me quieres conquistar? —preguntó coqueteando.

—¿No se puede? —respondí siguiendo el juego.

Se acercó un poco más.

—Ya lo hiciste. —Sus ojos se conectaron con los míos—. Hace rato. —Desvió su atención a la planta—. Si es un regalo, ¿no debería cargarla yo?

Sus palabras sobre la conquista me embelesaron y tardé en reaccionar.

—No es necesario, además ya cargas con tu mochila, no es justo que cargues todo.

Solucionó el problema quitándose la mochila para hacer un intercambio. Empecé a reír y le di su planta para tomar la mochila. Su actitud me generó una gran ternura.

—Voy a colocarla en la mesa, así puedo verla cada vez que me siento a comer —comentó mientras caminábamos.

Como anunció, al llegar a su casa puso la maceta en el centro de la mesa, luego se alejó y la contempló satisfecho.

Mi conciencia era grande y no podía dejar pasar un detalle importante. Me paré a su lado, contemplando también la planta.

—La verdad... es que fue idea de mi sue-exsuegra —corregí tarde y con torpeza.

Volteé a verlo apenado.

—¿No quieres llamarla suegra?

Francisco era tolerante y comprensivo, pero, deliberadamente, no me hacía sencillo algunos errores o titubeos, cuando éstos podrían acarrear un significado que le interesaba que yo admitiera. Aun así no supe cómo responder y él entendió lo que decía sin palabras.

—No hagas nada obligado. Es lo que siempre predicas. —Acarició mi mejilla—. Es tu familia y puedes llamarla como quieras.

—¿No te molesta? —solté.

—No.

Tomé su mano y la besé.

—Entonces... —empezó a decir con interés— ¿Le hablas de mí a otras personas?

Estaba con cierta expectativa sobre mi respuesta.

—Un poco.

Sonrió al oírme y me alivió que no le preocupara.

—Cada vez estás más osado —felicitó.

Lo rodeé con mis brazos, mi cuerpo me pedía estar en contacto con el suyo, sus dedos pasearon por mi rostro.

Oculto en Saturnoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن