29 - Y una despedida

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Los minutos de despedida fueron horribles. Quería hablar, quería decir cosas, pero su garganta era un nudo. Acompañó a Tadeo hasta el último lugar al que podía acceder.

Entonces él la miró a los ojos y notó su dolor.

—Lo lograremos, ¿sí? Confía en eso.

—Duele mucho.

—Si. Pero dolerá menos. Piensa en los cocos que te mandaré —le dijo intentando hacerla reír, lo cual funcionó por unos segundos.

—¿Me llamarás?

—Todos los días.

—¿Volverás?

—Es una promesa, Oli. Volveré y volveré por ti.

Con lágrimas en los ojos, le dio un abrazo que equilibró un poco su mundo... Pero que lo congeló por completo cuando debieron separarse.

Se dieron un beso, volvieron a abrazarse. Se dijeron lo mucho que se amaban, prometieron muchas cosas... Hasta que no quedó espacio para nada más. Tadeo debía partir.

Verlo alejarse, fue como un cuchillo desgarrando su alma. Las lágrimas parecían no tener freno.

Cuando Tadeo desapareció tras la puerta, su mundo se volvió oscuro.

A los pocos segundos, Pato llegó a su lado y le dio un abrazo.

La vida lejos de Tadeo había comenzado.

***

Sorprendentemente, Olivia sobrevivió los primeros días gracias a las clases y a sus compañeros. Era el único momento en el que su mente lograba despegarse por completo del dolor que significaba su nuevo presente y la incertidumbre que todo eso le generaba.

Se permitió sumergirse en las recetas, en el aprendizaje, en la creación y también se dejó acompañar por aquellos desconocidos que de a poco comenzaban a ganar terreno en su vida.

El resto del día hablaba con Tadeo. Él fue enviándole fotos de todo el viaje hasta que llegó a Australia. Los paisajes eran increíbles y por momentos, su interior se llenaba de felicidad al imaginarlo viviendo aquello.

Para que la distancia no se sintiera tanto, trataron de hacer llamadas o videollamadas todos los días. Tadeo la mantenía al tanto de todo y ella también le contaba sobre su día a día.

Pero cuando el fin de semana comenzó a acercarse, Olivia supo que no resistiría lejos de todo lo que amaba. Debía regresar a Colonia Basilia. Lo necesitaba. Necesitaba abrazar su hogar, su gente, su vida. Necesitaba sentir que al menos aquello seguía siendo un refugio.

—¿Cuándo te irás? —le preguntó Pato después de contarle su plan.

—Mañana.

—Pero mañana es viernes, tienes clases.

—Lo sé, faltaré. Un día no le hace mal a nadie. ¿Vienes conmigo?

Ella negó.

—Hice planes para el fin de semana. Ve tú. Y mandales saludos de mi parte.

Antes de partir, fue a un negocio que quedaba cerca para comprar los famosos caramelos Yuguy que Waldo tanto amaba. Sonrió al imaginarlo recibiendo ese obsequio. Aprovechó el viaje y también compró una bolsa para Griselda. Según le había dicho Tadeo, también amaba esos caramelos... Y Olivia sabía que no pasarían muchos días antes de que las ganas de visitarla tocaran su puerta.

Regresó a su casa, buscó el bolso que ya había armado y pidió un taxi para que la acercara hacia la estación.

Su corazón comenzó a latir cuando el transporte se puso en marcha. Aunque faltaban varias horas, sabía que del otro lado la esperaban abrazos, risas, olor a comida hecha en casa. Del otro lado, estaba su hogar.

Una parada en Colonia BasiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora