Lo dudo por unos minutos, debatiendo si es una buena idea esto. Jugar como niños pequeños suena divertido, pero no quita lo raro.

—Aceptó.

Dejo mi mochila aún costado, tomando asiento en mi cama. Él sin dudarlo toma asiento y empieza a barajar las cartas con un gran estilo.

—¿Juegas cartas?

—No, pero siempre destacó en cualquier cosa. Soy perfecto —contesto con seguridad.

—Como digas y yo soy una sirena —digo con sarcasmo.

—¿Lo eres? Es que te pareces a la sirenita —rio viéndome, le doy un golpe en son de broma.

—Que infantil.

—Por lo menos estás riendo y no te comportas como una loca depresiva.

Es cierto, casi siempre estoy depresiva y es raro que esté riéndome a estas horas con alguien que ni siquiera conozco.

Él juego empezó y ambos nos miramos con rivalidad mientras tiramos nuestras cartas. Soy una chica competitiva, me gusta ganar y a él también le gusta ganar, haciendo que esto sea una pelea muy intensa.

—¡Comete esas cuatro cartas, Alexander! —le ordeno entre risas.

—¡No lo haré! —dijo, señalándome —. Tú deberías haberte agarro cuatro cartas pero no lo hiciste.

—¡Tú me dijiste que no lo hiciera! —lo señalo.

Odio que me señalen con el dedo, no se siento raro cuando lo hacen.

—¡Ayyy odio que me señalen! —gritó como un loco.

—¡Yo también —chillo.

Ambos nos observamos con intensidad, una extraña sensación se apoderó en la boca de mi estomago y no pude evitar sonrojarme. Sus ojos, sus tontos ojos son tan lindos, que no me deja pensar.

—Ya no juego —le tiró las cartas sin aliento.

Apartó la mirada de la suya, siento ansiedad y llevo mis dedos a mi boca, empezando a morder mis uñas.

Su mano aparta la mía de mi boca y me quedo sin aliento cuando le da un beso lleno de anhelo, ¿estoy soñando? ¿Qué cojones está pasando?

—Jamás en mi vida vi una chica tan brillanté —su voz suena como un sueño —. Ahora déjame llevarte a tu colegio.

Me levanto de la cama con rapidez.

Agarro mi mochila que tenía colgada para sí salir disparada de la habitación, bajando las escaleras con toda la velocidad posible, ¿Por qué hizo eso? Hay dos opines: estoy confundido amabilidad con deseo o en verdad hay algo oscuro dentro de su cabeza.

—¿Por qué no subes? —ladea la cabeza confundido.

Entro al auto sin pensarlo.

Ok, yo estoy bien, no me siento nada confundía y todo esto es producto de mi imaginación. Alexander es un hombre y yo una chiquilla, no pasará nada entre nosotros.

—Yo pensé que los niños van atrás —ríe mientras se coloca el cinturón de seguridad.

—Un comentario innecesario —gruño al colocarme mi cinturón.

Él siempre con bromas sobre que soy una niñita, pero no lo soy.

Todo el camino fue silencio, Alexander estaba concentrando en el camino y yo estaba concentraba en lo que dijo mi madre... Tengo que finger estar bien para no volver a ese lugar.

Es en ese lugar donde me destruyeron y me convirtieron en algo que no puedo comprender.

—Oye niñita, ¿Qué lugar es donde tu mamá te va a llevar? —Alexander rompe el silencio, me mira de reojo esperando una respuesta.

—Eso no te importa...—confieso irritada, no quiero hablar sobre ese tema, mucho menos con Alexander.

—Que dura. Hace un rato estamos riendo para el otro pelear—ríe.

—Es que aveces eres agradable, pero hay momentos donde eres todo un idiota—lo miro, esperando su respuesta.

—Lo siento, ser idiotas sin corazón viene de familia—admitió, como si nada.

—Quiero bajar —le pido.

Me siento sofocada estando con él, no me gusta estar así, solos y hablar de cosas. No, no quiero.

—¡Bien, entonces bájate! —grita irritado.

¿Qué mosca le picó?

—bájele la velocidad y te aseguro que me bajo —le exijo.

—¿vas a irte?

—¡lo haré, Alexander! —exclamó.

—¡prefecto!—acelera a un más—baja que ya me fastidias.

¡Ay dios me parece o me reto es té narcisista de mierda!

Pero que cambio de humor el suyo, pero quiero irme y lo haré. De todas formas también me estoy empezando a enojar, saltaré aunque muera en el intento. Total no puedo nada. Me quito el cinturón.

—Oye... ¿Qué demonios haces?

—Saltare, ¿no ves?

—no lo harás. —me reta. Abro la puerta. La calle está tan iluminada con rojo, lista para un funeral en alfombra roja.

—hasta luego, nene.

Estaba lista para morir, cuando Alexander me agarra con fuerza en la parte de mis muslos, haciendo que entre de nuevo al carro.

—¡Qué eres una niñita suicida! —gritan con enojo, aunque no le hice nada esta enojado y creo que es porque no le hago caso.

Es un tipo raro.

Alexander Brown no dejaré que jamás este juego.

—Un poquito, pero no le digas a nadie —le sonrió maliciosamente.


—Un poquito, pero no le digas a nadie —le sonrió maliciosamente

Oops! Această imagine nu respectă Ghidul de Conținut. Pentru a continua publicarea, te rugăm să înlături imaginea sau să încarci o altă imagine.
Pecados. (POR CORREGIR)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum