—Este sitio es hermoso, incluso los corredores están decorados —dice él.

—Sí, es increíble. ¿Y tus padres dónde están?

—Creo que en un piso más arriba, pagaron casi el doble por un espacio con balcón.

Entramos al cuarto, me siento nerviosa. Hay dos camas dobles, un escritorio, un pequeño sillón, una mesa, un televisor, heladera, baño privado y demás; lo mismo que podría verse en un hotel, pero más bonito. Se ve extremadamente limpio. Me agrada.

—¿Cuál cama quieres? —pregunta Noah.

—Ni idea, ¿y tú?

—La misma que tú —dice y coloca su brazo alrededor de mi cintura.

—Pues entonces, la que está cerca de la ventana. —Me esfuerzo por no titubear—. Podemos dejar las maletas sobre la otra.

—O mejor, la desarmamos para que parezca que uno de los dos duerme allí. Ya sabes, en caso de que mis padres o mi abuela quieran venir a chequear.

Asiento con la cabeza, sonrojada.

Ambos hemos hablado sobre nuestra relación en reiteradas ocasiones. Con seriedad y en profundidad. No daremos el paso que sigue hasta que yo me considere lista, sin embargo, confío en él lo suficiente para que podamos tener toda clase de contacto físico no sexual. Dormir en una misma cama, por ejemplo, es más que aceptable. Sé que mi novio no se propasará y me encantaría despertarme entre sus brazos.

En eso, un mensaje suena por altavoz.

—Bienvenidos a Ocean Princess, este es su capitán, John G. Wickleman. Por favor, busquen sus camarotes y aguarden allí hasta que hayamos abandonado el puerto. El bufett de la terraza está abierto veinticuatro horas y es de libre acceso. Los bares y el casino también funcionan sin descanso. Los horarios de las demás secciones, como la tienda y la discoteca, están impresos en las carpetas que descansan sobre sus mesas de noche. Allí también hallarán el cronograma de espectáculos a presentarse en el gran teatro y en el restaurante secundario. La comida y la entrada a los shows está incluida con su viaje, solo los gastos extra deben ser abonados. Estaremos una tarde en Orlando, donde se ofrecerán excursiones. La cena de gala es mañana por la noche. Si necesitan algo o tienen dudas sobre el crucero, pueden marcar 941 en el teléfono de sus camarotes para comunicarse con la cabina. Sin más, espero que disfruten de la travesía.

—Wow —exclamo—. ¿Comida gratis todo el día? Voy a salir rodando de aquí. Ya me imagino yendo por un hotdog a las tres de la mañana.

—También podemos bajar de peso, te mantengo en movimiento a menudo y ya —sugiere Noah—. Hay muchos ejercicios que podemos realizar aquí.

—¡Oye! —me giro hacia él.

—¿Qué? Hay un gimnasio en el crucero. ¿Ves? Aquí. —Señala el mapa.

Suspiro y río. A esta altura de nuestra relación, debería estar acostumbrada a esa clase de comentarios, pero me siguen tomando desprevenida.

—Eres un idiota.

—Y te encanta. —Se aproxima para robarme un beso.

—La verdad es que sí. —Rodeo sus hombros con mis brazos para atraerlo de nuevo y posar mis labios contra los suyos.

Amo que podamos estar así. Que ya no haya miedo demostrar cuánto nos queremos y que el peligro de perderlo haya quedado atrás. Pego mi cuerpo al suyo y disfruto del contacto. Siento que todavía no hemos podido recuperar todos los meses que pasamos con temor a besarnos.

Noah pone sus manos en mi cintura y me hace retroceder con él hasta que ambos caemos sobre una de las camas, con él por debajo.

—¿Qué haces? —murmuro contra su boca.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Where stories live. Discover now