Capítulo 20

25.2K 2.8K 74
                                    

Chris esperaba en la recepción del centro terapéutico. Los clientes fluían constantemente, parecía que el negocio les iba bien.

-           Siento haberte hecho esperar.-

-           No pasa nada.-

Chris se levantó y caminó detrás de una Elsa vestida de blanco. No pudo evitar mirar su trasero, ¿a todas las chicas les sentaría así de bien el traje de enfermero?. Sacudió la cabeza, apartando las ideas que no deberían estar allí.

-           Bien, siéntate, retira la ropa de la parte superior y relájate.-

Si, era fácil decirlo, sobre todo cuando no eras tú el que estaba medio desnudo, delante de una tía cuyo contacto te ponía  a mil. Ella tomó un poco de aceite en sus palmas, y lo calentó. Después comenzó a extenderlo sobre el brazo y hombro de Chris. Mientras Elsa ascendía, centró su atención en el interior, en los músculos y tendones bajo la piel. Elevó el brazo de él, y colocó su mano sobre su propio hombro. Tenía los ojos cerrados, y el ceño un poco fruncido, seguramente por la concentración. ¿Pero, por qué sonreía?, o quizás no lo hiciera. Tenía en su boca esa expresión dulce y agradable, que recordaba haberle visto en alguna otra ocasión. ¿Sabía ella lo tentadora que era así, tan cerca, tan...?. ¡Basta!.

-           Estás demasiado tenso.-

Caminó por detrás, y deslizó sus dedos hasta la base del cuello, donde empezó a masajear. Poco a poco, Chris notó los nudos, la tensión, desaparecer. Sus manos obraron en él su magia. Dios, era buena, muy buena. Adam tenía una suerte increíble. Si él tuviese una mujer como ella, más que bonita, sensual, una mujer dura, que podía patearle el culo a más de uno, con unas manos como aquellas... no le extrañaba que Adam hubiese estado dispuesto a machacar al tipo del hotel allí en Londres. Él había estado con mujeres más hermosas, más sofisticadas, más ricas, más famosas, pero ella era única, era el diamante entre las circonitas. No la hacía falta ni ser buena en la cama, con un aspecto como el suyo no lo necesitaba.

-           Es el codo el que me duele.-

-           A veces, el problema se origina en otra parte, y se irradia. Mi misión es dar con el origen, y creo que lo he encontrado.-

-           ¿En serio?.-

-           Estoy trabajando en tu hombro, y seguramente, con unas sesiones más, conseguiré que remita la molestia. Es más, espero que sientas alivio desde mañana.-

-           Eso sería fantástico.-

Ella le regaló de nuevo aquella dulce sonrisa, y Chris sintió un hormigueo en su piel que no tenía nada que ver con el masaje. Tenía que alejarse de ella, por su propia seguridad. Si Adam se enteraba de que se estaba pillando por su chica, de fijo que le partía las piernas. "El muro de Gales" era un obstáculo a evitar, dentro y fuera del campo.

Mientras conducía su coche hacia su apartamento, estuvo dándole cientos de vueltas a su cabeza. Por mucho que dijeran los medios de comunicación, él no era un "cabra loca", no corría detrás de cualquier cosa que llevara faldas para meterse debajo. Era joven, famoso y tenía una cuenta corriente con muchos ceros. Las chicas decían que era guapo, y nunca tuvo que preocuparse por ligar, siempre había chicas hermosas que querían meterse dentro de sus calzoncillos. Pero tenía una ética irrompible, él no rompía parejas. Y Adam y Elsa lo eran.

Elsa entró en el apartamento, aún tenía la piel de gallina. Tocarle había sido una prueba difícil, muy difícil. Su cuerpo transmitía algo más que simple calor. Su olor, aún lo tenía impregnado en las manos. ¡Dios!, si Adam era impresionante, ese chico no tenía que sentirse inferior. Era puro sexo metido en unos jeans. Aún se le erizaba el pelo de la nuca sólo con recordar su tacto. Si Adam tenía razón, y ella le gustaba realmente, tal vez podría intentar cazarlo. Pero aún no, no mientras cuidaba de Adam y su secreto. Tal vez dentro de un año, si él seguía libre, podía preparar un plan de caza. Aunque antes tendría que averiguar si merecía la pena. De momento sólo sabía que era casi tres años más joven que ella, 24. Una buena proyección como jugador, y contratos publicitarios a paladas. Recordaba un anuncio suyo de ropa interior masculina, y no, daba fe que aquellos abdominales no eran fruto del retoque fotográfico. Y el culo, en aquellos bóxers ceñidos, eran puro pecado. Pero a parte de un cuerpo espectacular, resultado de extenuantes sesiones de entrenamiento y matadores partidos, y un rostro de cortar la respiración, ¿qué ofrecía ese hombre?. ¿Una buena cuenta corriente?, ella estaba amasando su propia pequeña fortuna. Era socia de un exitoso centro de masaje deportivo, y la publicidad había sido un inesperado regalo. Acudía a tantos eventos, por los que cobraba bonitas sumas, que su cuenta engordaba por semanas. Si se administraba bien, y la racha continuaba un añito más, podría vivir muy bien el resto de su vida. Era algo que no se había propuesto, pero que ahora le agradaba. Tenía un buen futuro allí. ¿Qué otra cosa podría ofrecerle Chris?. Pues lo más importante. Tenía que ser una persona con la que quisiera envejecer, formar una familia. Bueno, honrado, honorable, pero fuerte, recio, obstinado. Alguien que luchara por aquellos que amara, y que fuera lo suficientemente fuerte como para no rendirse. Quería un campeón, una roca a la que aferrarse cuando ella necesitara su ayuda, una mano firme que la sostuviera, sin asfixiarla. ¿Qué fuera bueno en la cama?, eso sería un plus, pero no era indispensable. De sobra sabía que los hombres eran egoístas, sobre todo con el sexo. No esperaba que fuera un gran amante. Un hombre atractivo como él, no tenía que hacer ningún esfuerzo para conseguir mujeres que llevarse a la cama. No tenía que esforzarse por complacerlas, porque siempre tenía repuestos para saciar su apetito. Todo lo contrario con un hombre normal, el cual tenía que esmerarse en la cama si quería tener sexo de continuo. ¿Por qué?, porque el trabajo de seducir a una chica es mucho más difícil para ellos, así que tienen que hacer todo lo posible por mantener lo que han conseguido. Pero Chris... guapo, sexy, famoso, rico... tenía todas las papeletas para ser uno del montón en la cama, incluso podía permitirse ser malo. Bueno, pero eso podía cambiarlo con algo de trabajo. Ella podía ser su mentora, porque había aprendido mucho, oh si, la habían adiestrado muy bien. Llevar a un hombre a la cama era fácil, sumamente fácil. Lo complicado era hacer que no fuera a otra. La abuela Emma se lo había explicado bien a conciencia. "El hombre es un espíritu gato por inercia. Es egoísta, egocéntrico. Sólo le importa su propio placer, y no le importa dar algún zarpazo cuando está a disgusto o insatisfecho. Nuestro objetivo, es convertirlo en un espíritu perro. Leal, servicial, fiel, entregado, protector, con el único propósito en la vida de servir bien para ser recompensado o gratificado por su único amo; tu." Y aquel era un objetivo diferente al que se había propuesto en un principio. Su único deseo era vengarse del cretino, y ya estaba hecho. La prensa se había cebado con él, su prestigio y reputación tan tocados, que sería imposible levantarse sin mucho esfuerzo.

Elsa sacudió la cabeza, no quería volver a pensar en él, era parte del pasado, ahora sólo tenía que mirar hacia adelante. Sí, tenía tiempo. Prepararía un plan para cazar a Chris, pero antes analizaría su perfil. Si era lo que quería, se lanzaría en picado. Pero primero, era lo primero, Adam.

Lo encontró sentado frente a la isleta de la cocina. Tenía la barbilla apoyada en sus fuertes manos.

-           ¿Qué tal tu día?.-

-           Bien, ya he empezado con los trámites. He buscado asesoramiento legal, y creo que lo tendré todo en marcha esta semana.-

-           ¡Qué rápido!.-

-           Te dije que no iba a esperar más.-

-           Es verdad.-

-           No voy a aburrirte con los detalles, pero te diré que he encontrado algunas candidatas para ser mi vientre de alquiler.-

-           Parece como si ya lo tuvieses planeado hace tiempo.-

-           Y así es, tan solo esperaba el momento adecuado para lanzarme a ello.-

El timbre de la puerta sonó en aquel momento. Era demasiado tarde para las visitas, sobre todo si eran inesperadas. Elsa caminó hacia la puerta, bajo la mirada atenta de Adam. Cuando abrió, su cuerpo no supo cómo reaccionar.

-           Philip.-

El aludido llevaba una pequeña maleta en su mano, y el rostro cansado de quien se acaba de enfrentar al largo viaje desde el Reino Unido hasta Australia.

Adam estaba ya a su lado, pero no dijo nada. Ellos tan solo se miraron unos eternos segundos.

-           ¿Aún sigues pensado lo mismo?.-

Adam tan solo asintió.

-           Entonces intentémoslo. No quiero pasar el resto de mi vida lamentando el no haberlo hecho.-

Adam se acercó a Philip, lo sostuvo por la nuca, y lo acercó a él, hasta que sus labios se fundieron en un necesitado beso.

Elsa apartó la mirada, no por repulsión, sino porque sentía que aquel momento era sólo para ellos. Se agachó hasta la olvidada maleta, cerró la puerta, y desapareció de allí. Estaba claro lo que pasaba. Si Philip se había presentado allí, a miles de kilómetros de todo lo que le importaba, era porque Adam le importaba aún más. Estaba feliz por ellos, al menos tenían una oportunidad de ser felices, aunque tuviesen que ocultarlo al resto del mundo.

Una nueva cazadoraWhere stories live. Discover now