Capítulo 8

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Después de la primera semana, Adam no solo estaba encantado con su rodilla, sino que sus compañeros empezaron a interesarse en mí de manera profesional. Tuve que establecerme como empresaria, y me iba bastante bien. Hubo más de un intento de ligue por parte de los chicos del equipo, pero Adam estaba encima de mí como un perro guardián.

Adam estaba a pleno rendimiento en dos semanas, y se sentía mucho más seguro con su cuerpo. Cuando pasaron tres semanas, su juego destacaba por encima del resto. Los aficionados lo adoraban. Seguro que el club, no tardaría en comenzar a negociar con él una renovación, antes de que venciera su contrato.

Sabía que había ascendido puestos en las listas de mejores jugadores, pero me sorprendió cuando me nos llevó a Philip y a mí, a celebrar sus buenas noticias.

-           He recibido una oferta de los “Sydney Roosters”.-

Philip casi se atragantó con su bebida.

-           ¿De Australia?.-

Adam asintió feliz.

-           Sé que suena de locos, pero es una oportunidad que quiero aprovechar.-

-           Vaya, allí se toman el rugby mucho más en serio que aquí. Y no es que aquí sea para aficionados, si me entiendes.-

-           Sé lo que quieres decirme. Pero jugar allí, y en uno de los primeros equipos, es un sueño que me gustaría vivir.-

-           Entonces será mejor que vayas preparando las maletas.-

Pero había algo que no me acababa de encajar. Adam estaba feliz, pero sus ojos escondían algo.  En el tiempo que había estado trabajando con él, había aprendido a interpretar las señales de su cuerpo, era mi trabajo. Y ahí, había algo que nos ocultaba, a ambos. Cuando Philip se fue al baño, no pude aguantar más. No tendría otra oportunidad mejor. Adam no era de los que bebía habitualmente, no le gustaba ni siquiera achisparse. Mantenía un férreo control sobre sí mismo, y el alcohol era uno de sus enemigos. Pero en aquel momento, había tomado más cervezas de lo normal. Seguramente no encontraría una oportunidad mejor que esa, porque ya se sabe, los niños y los borrachos son los únicos que dicen la verdad, o al menos tienen la lengua lo suficientemente ligera como para conseguir algo. Así que me lancé de frente.

-           ¿Qué es lo que  te pasa?.-

-           No sé a qué te refieres.-

-           Puedo leer en tu cuerpo, ¿recuerdas?. Hay algo que no acaba de gustarte en todo esto.-

Adam me miró, sabía que acabaría dándome cuenta, lo sabía, así que, aunque no quería decirlo, lo hizo.

-           Todo lo que quiero está aquí. Sé que tengo ante mí una gran oportunidad, pero si me voy... allí estaré sólo.-

-           Eres una persona muy sociable, Adam. Harás amigos enseguida.-

Notaba como luchaba por retener las palabras dentro de sí mismo, como si temiese que al decirlas, arrancaran parte de sí mismo.

-           Hay amigos a los que ni quiero ni puedo sustituir.-

Ahora si podía entender muchas cosas. Aunque él no quisiera hacerlo, me había revelado más de lo que creía. Y no iba a interferir en su manera de actuar, cada uno tenía sus propios caminos que seguir para llegar al final. A Adam le iba a costar mucho reconocer lo que tenía dentro, y si no lo sacaba fuera acabaría mal. Pero podía entenderlo, aquel no era el momento. En su cabeza se libraba una gran batalla. Cada segundo sus sueños se enfrentaban a sus anhelos, pero no quería arriesgarse. De momento sólo podía aferrarse a lo que creía posible, y seguir adelante. Podría haberle ayudado, sabía que podía, pero no estaba segura de que quisiera que lo hiciera.

-           ¿Vendrías conmigo?.-

Aquella pregunta me desestabilizó. Jamás hubiese imaginado que me pediría algo así.

-           ¿A Australia?.-

-           Sé que te pido demasiado, que dejas un buen trabajo aquí. Pero significaría mucho para mí que siguieras cuidando de mi forma física. No habría llegado hasta aquí sin tu ayuda. Nunca he estado en mejor forma. Y sé que allí serán aún más exigentes, y no quiero defraudarles. ¿Vendrías conmigo, serías mi fisioterapeuta particular?.-

-           Me estás pidiendo que vaya al otro extremo del mundo, que me tire al vacío y te siga.-

Adam se apartó el escueto flequillo hacia atrás, como hacía cada vez que estaba nervioso.

-           Lo sé, es una completa locura. Pero si consiguiera que te incluyeran en mi contrato, que cubran tus gastos, ¿aceptarías?.-

Lo medité unos eternos segundos, pero sabía que no podía negarme, con él no.

-           Si consigues que igualen mis honorarios, si te encargas de todo… lo haré.-

-           ¡Genial!.-

-           ¿Qué hará que, que es tan genial?.-

Ambos nos volvimos hacia un intrigado Philip.

-           Iré con él.-

-           ¿A Australia?.-

Philip se sentó pesadamente. Nos miró a ambos, y no tuvo que esforzarse mucho en imaginar. Sabía que Adam me había pedido que fuera con él. ¿Decepcionado?. Aunque intentó alegrarse por los dos, notaba como sus hombros parecían un poco menos firmes. Estaba claro que le dolía que me fuera con Adam. En tan poco tiempo, los tres habíamos forjado una unión muy fuerte. Me había integrado en aquella amistad, convirtiendo aquel equipo de dos en un trío. Me sentía mal, pero yo no era la culpable de aquella separación. Aunque si había escogido entre ellos dos. ¿Traición?, acababa de decidir abandonar al que había sido mi mejor amigo durante aquellos largos tres años. Me iba al otro extremo del planeta, con alguien que también se había vuelto importante para mí, pero al que sólo conocía hacía unas semanas.

Bueno, aún no era definitivo. Adam tendría que negociar con el nuevo club, y si lo conseguía, tendría un par de meses después del final de la temporada, para acabar con lo que me había llevado de vuelta a casa. Apenas tres meses, no demasiado tiempo. Pero no me asustaba la presión. Aquel viaje era un cambio de final, pero no para el cretino y la perra, para ellos no. La venganza siempre estaba primero. Podía cambiar el proceso, pero el objetivo se mantenía.

Una nueva cazadoraWhere stories live. Discover now