—He cometido muchos errores, señorita —musitó con tristeza— Uno de ellos fue permitir que mi hijo se fuera de casa siendo tan joven, descubrí que no la tuvo nada fácil desde entonces...

—Pero consiguió un trabajo decente, una casa hermosa, todo con mucho esfuerzo, su hijo era un luchador.

—¿Lo extrañas?

Sonreí ante el recuerdo del joven.

—Demasiado, cada día —bebí un sorbo de café— El fue lo único que tuve durante años, fue mi salvación, me enseñó a ver la vida de forma diferente, me hizo feliz, espero que yo también a el.

El hombre me tomó de la mano por encima de la mesa, dándome una ligera caricia.

—Estoy seguro de que lo hiciste, jovencita. Fuiste el único amor verdadero que mi hijo tuvo en toda su vida, hasta el final de la misma.

Sonreí con cariño.

—¿Alguna vez pensó en contactarse con él antes de su muerte?

—Muchas veces lo intenté. Llamadas, mensajes; deseaba disculparme con el, por la mala infancia que tuvo por mi culpa, pero mi hijo nunca respondió.

Examiné al padre de mi difunto novio, su semblante era melancólico, parecía que nunca conciliara el sueño, debido a sus enormes ojeras, se veía cansado todo el tiempo y entendía ese sentimiento totalmente.

La culpa.

El daño que le causó a su hijo, no haber podido disculparse nunca, y no tener la oportunidad de volver a verle, puesto que ha muerto, debe ser un golpe demasiado duro para su vida. Sentí que si estaba allí, era porque estaba desesperado, necesitaba recuperar el tiempo perdido con Christian, ya pasó por sus amistades, el final de la línea era yo, porque fui la última que estuvo con él.

Hablamos un poco más, recordando mis momentos junto al castaño de ojos color miel y sonrisa extravagante, contándole nuestras anécdotas, tanto las buenas como las malas; existieron un par de lágrimas por parte de ambos, seguramente porque deseábamos tenerlo allí entre nosotros, sin embargo, eso no era posible.

—¿___?

—¿Sí, señor?

El hombre suspiró alegremente.

—Gracias por haber acompañado a mi hijo en sus últimos momentos.

—No podría haberlo abandonado, lo quería con todo el alma. —sonreí.

Inmediatamente a mi mente llegó un pensamiento, por lo cual, decidí hablar.

—¿Dónde se hospeda, señor Turner?

—En una habitación, linda jovencita. Es lo que mi pensión me permite pagar. —se encogió de hombros.

Recordé nuestro hogar en Alemania, recordé la herencia de Christian, e instantáneamente, me moví con agilidad hacia la habitación, ante la mirada confusa del mayor.

Al cabo de unos minutos volví, manteniendo un papel en mis manos, el cual le extendí.

—¿Qué es esto?

—El testamento de Christian, donde me deja todo a mí —expliqué con calma— Quiero que usted los tenga.

Este abrió los ojos de par en par, con extrema vergüenza.

—No no no —se apresuró a decir— No he venido para llevarme lo que te pertenece, señorita. No puedo aceptar esto.

—Señor Turner, usted lo necesita más que yo, hay dinero suficiente y la casa está en excelentes condiciones, además, tendrá un recuerdo de su hijo. No sienta vergüenza, es lo menos que puedo hacer luego de que viniera hasta aquí.

Inmediatamente sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras mantenía el papel con manos temblorosas, sin pena alguna, se aproximó a abrazarme con fuerza, a lo que correspondí al instante.

—Tienes un corazón lleno de bondad, jovencita —comentó entre lágrimas.

Sonreí, sobándole la espalda con una sonrisa tranquilizadora.

...

14:37.

El señor Michael se quedó para el almuerzo, con un semblante mucho más alegre, luego le di un recorrido por Nuevo Asgard, mientras charlábamos acerca de su vida en el ejército. Finalmente, decidió irse, no sin antes agradecerme por milésima vez por haberle obsequiado la herencia de su hijo.

Cuando volvía a mi hogar, dispuesta a descansar un poco, vi la puerta principal entreabierta, por lo cual me extrañé un poco. Abrí, e inmediatamente me tranquilicé al ver una figura masculina muy familiar.

—Hola, Loki —sonreí dulcemente— Volviste.

—Lamento haberme ido así en la mañana, preciosa. Creí que debía darte privacidad con el padre del joven fallecido. —dijo con una leve sonrisa— ¿Cómo te fue con él?

Me acerqué hasta el, achucándolo en un cariñoso abrazo, mientras nos sentábamos en el sillón.

—Me fue bien. Decidí dejarle la herencia de Chris, el hombre vive en una habitación, necesita ese dinero y esa casa más que yo.

—Tú y tu buen corazón, mi lady.

Me acompañó hasta la cocina, mientras lavaba los utensilios del almuerzo con el padre de Christian, y el me ayudaba a secarlos.

Pero en ese momento, uno de los platos cayó fuerte en el fregadero, provocando que se rompiera y me causara un leve corte en el dorso de la mano.

—¡Auch! —chillé.

Loki acudió a mí rápidamente, tomando con delicadeza mis manos, para observar la herida detenidamente, mientras yo sólo podía concentrarme en el desastre del plato roto en el fregadero.

—Ese plato me gustaba mucho. —hice un puchero.

El dios tironeó de mí hasta el baño, para curarme la cortada.














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