CAPITULO 22: No se lo digas

Start from the beginning
                                    

—Los extraño, es todo. Y estoy un poco arrepentida por no llamar.

—No te preocupes por nosotros. Tu papá y yo te extrañamos, pero estamos aprovechando muy bien el tiempo para pasear. Hasta nos inscribimos en un taller de yoga.

—¿Papá haciendo yoga?

—Lo ha necesitado mucho desde que te fuiste. Ha tenido los nervios de puntas pensando una y mil tonterías, pero con el yoga... bueno —ríe—. Igual sigue pensando tonterías, pero al menos no durante las dos horas de yoga.

Sonrío.

—Mamá... —me detengo.

—¿Ocurre algo, cariño?

—Creo que estoy... —dudo en decirlo—. Enamorada de un muchacho.

Mamá hace silencio. 

—¿Conociste un muchacho?

—Algo así.

—Bueno, cariño, no sé qué decirte.

—Lo sé.

Hace silencio y luego escucho un suspiro fuerte y profundo. 

—Liana solo... disfrútalo.

—¿Disfrutarlo?

—Sí, enamorarse es hermoso. La sensación es tan arrolladora que no te cabe en el pecho. Te hace vibrar.

—Así me siento. 

—Entonces, no pierdas el tiempo. ¿Es por eso que te sientes mal, mi vida?

—Un poco. 

—¿Te corresponde?

Trago saliva.

—Eso creo. 

—Soy feliz por ti, mi amor. Espero poder conocerlo.

Sonrío negando con la cabeza. Burlándome de mi propia situación y mentira.

—Espero que sí. 

—A tu padre quizás no le haga mucha gracia, así que no se lo diremos.

—Estoy de acuerdo en eso —digo, con complicidad.

Escucho la risa de mamá y de pronto empiezo a sentirme mejor. 

"Disfrútalo".

Mamá me sigue contando de los pormenores que ocurren en la familia, como la próxima visita de mi hermano y su esposa, mi adorada Defne. También menciona que ellos tienen algo muy importante que contarnos y que van a esperar a llegar a Charlotte para darnos la gran noticia. Por otro lado, mi cerdita Lily ha presentado extraños cambios de humor hace un par de días. Mamá me asegura que están planeando llevarla mañana al veterinario. La idea de que pudiese tener algo grave me deja aún más acongojada de lo que ya me siento.

Mantengo la vista en las líneas rectas de la vereda, hasta que levanto la vista y mi mano tiembla un poco. Adrián viene hacia mí unos metros más adelante. Se ve muy guapo esta tarde. Y, de pronto, mis piernas tiemblan como dos gelatinas con su sola presencia. 

No me doy cuenta que mamá sigue hablando hasta que tengo que reaccionar para que no piense que acaba de pasarme algo malo.

—¿Liana, me estás escuchando?

—Sí, sí.

Adrián ya se encuentra a una corta distancia de mí cuando intento responder a mi madre. Le haga una señal de que estoy hablando por teléfono y él asiente con seriedad. 

Cuando te enamores de mí.Where stories live. Discover now