Capítulo 4

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—¿Qué haces aquí? —preguntó Glevart

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—¿Qué haces aquí? —preguntó Glevart. Se quedó quieto admirando el infinito frente a los dos.

—Nada, solo espero —contestó ella—. ¿Cómo vas con eso? —inquirió observando el brazo a medio armar del hombre.

—Necesito algunas piezas, pero con toda la chatarra que Granier almacena, seguro lo termino dentro de poco.

—Lamento lo sucedido, pero era necesario.

Yuri se acercó a la lámina de vidrio templado que los separaba del universo.

—Eres tal como Zel te describía cuando estábamos solos; no imaginé que haría algo así, pero sin rencores. Soy un sujeto simple.

Gold sentía que llevaba mucho tiempo bajo el ala de GRanier, atrapada como alguna clase de espécimen extraño que debía ser cuidada y preservada con vida mientras le fuera útil. Hasta ese entonces no sabía cómo podía hacer algo para que Valcarys por fin tuviera lo que tanto buscaba. Anaquil se había perdido en el tiempo, bajo el espacio, parecía una nave fantasma y ellos solo unos lunáticos que iban tras la nada.

—He interceptado algunos comunicados —continuo él sin saber si ella lo estaría escuchando.

Desde hacía un tiempo atrás notó las ligeras variaciones en el humor de la chica. Sí, Zel la describió muy bien, tanto como para conocerla sin tener contacto con ella; aquella que estaba delante de él apenas tenía una pizca de quien era Yuri Gold.

—Valcarys está en problemas —dijo. La notó girar sin llegar a verlo.

—Te has mentido. Granier tiene todo controlado —musitó.

—Pronto una flota de La Avanza nos alcanzará. Aparentemente Granier es un desertor —prosiguió haciendo caso omiso a las palabras de la mujer.

Pero Yuri no lo aceptó.

De un movimiento sacó la filosa daga que portaba en cinturón y lo amenazó con el cuchillo en el cuello. Él se quedó inmóvil, perplejo ante la reacción de ella. Sudaba profusamente, temía que de un solo movimiento terminara decapitado como alguna vez uno de los hombres de Granier lo hizo con un antiguo compañero.

—Te está manipulando, Gold. No creas nada de lo que te diga. No es verdad —siseó, pero ella presionó el cuchillo sobre su piel aún más.

—Tienes suerte de que sea yo quien te haya escuchado, otro te hubiera delatado de una vez y ahora mismo serías expulsado al espacio sin contemplación alguna. Retira tus palabras —gruñó en un tono tan bajo pero audible para él.

—Está bien, está bien ¡Las retiro! Retiro lo que dije —exclamó asustado.

Una vez que escuchó aquellas palabras, Yuri guardó el cuchillo en su cinturón mientras que él acariciaba el lugar donde el afilado instrumento había dejado en él una sensación de muerte que no creía iba a experimentar. Temía que, como a otros, Granier le había lavado el cerebro. No sabía qué clase de sustancia usaría para eso o si con conectarla a algún sistema bastaría, pero no era la primera vez que había visto ese cambio tan repentino.

#2 Elaysa: Hijos de EbsartaWhere stories live. Discover now