Londres-Dublín, ¡Desacuerdo!

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El señor Shiller llamó al mozo para que volviera a llenar su vaso de brandy.

La cena había transcurrido con el escándalo natural que provocaba la charla de su padre y el intento de Alex por seguirle el ritmo, entre los temas de política y economía, Kitty y su madre parecían estar de acuerdo en que estaban hechos el uno para el otro.

—Kitty, ¿estás segura de que eso está bien?

En algún punto, la conversación había cambiado en torno a lo que pensaba hacer ahora que estaba graduada. Momento que aprovechó para comunicarles que ya había enviado solicitudes a diferentes casas editoriales.

—Creí que estabas de nuevo con el New London Press —dijo Alex.

—Solo temporalmente.

—¿Y eso? Seguro que ahora sí te dan una oficina propia.

—¡Eso es verdad! —exclamó el señor Shiller —¡Puedes ser jefa de redacción! News sería un idiota si no te acepta, puede que hasta sea bueno para él retirarse y dejarte a cargo.

Kitty movió la cabeza de un lado a otro.

—Estoy más interesada en los reportajes especiales, así que creo que una revista es la mejor opción. No tengo cualificación para una publicación especializada, así que me postulé para las de cultura general.

—¿Reportaje especial? —preguntó la señora Shiller arqueando las cejas con preocupación. Ella esperaba que lo de la universidad fuera solo un reto personal y que, con la nueva fecha de la boda, al final se dedicaría a cumplir con sus tareas de esposa, quizás ayudar a Alex con su trabajo. Sabía que estaba él escribiendo un libro, podría ayudarle a aditarlo. Eso es lo que una esposa haría.

—Es un trabajo seguro, señora Shiller —interrumpió Alex —. Es un trabajo documental que puede hacer sin tener que exponerse a situaciones de riesgo, otros reporteros, como yo, pueden hacer el acopio de información para que ella solo contraste, complemente y redacte.

Kitty frunció el ceño.

—Bueno, no es exactamente así como funciona —dijo.

—Y por el tipo de revista que eligió —continuó Alex sin escucharla, o pasando de ella —, puede tomar estos temas sociales que causan alboroto, como disminución de salarios, el transporte público o la vida de Lady D, que no implican un peligro considerable.

La señora Shiller suspiró con alivio.

—También podría hablar de la corrupción administrativa y las polémicas estrategias de las empresas multimillonarias.

El señor Shiller rio a carcajadas.

—¿Es acaso que piensas hacer una investigación exhaustiva sobre cómo tu padre hizo su fortuna?

Kitty frunció los labios.

—Estoy hablando en serio.

—¡Y yo también! Hija, tengo muchos amigos importantes con grandes historias de éxito empresarial, los llamaré y les diré que mi adorada Kitty necesita una entrevista.

Volvió a reírse.

—Eso te iría bien —dijo Alex en un murmullo dejando que los señores Shiller empezaran a organizar y sugerir a las personas más interesantes —, es decir, es lo más adecuado en ese tipo de revistas para gente frívola que solo se ocupa de la vida de ricos y famosos que jamás va a conocer.

—Demasiados prejuicios para un reportero independiente —respondió Kitty empezando a molestarse.

—No son prejuicios, es la realidad. Los reporteros de verdad buscan noticias importantes. La manifestación en Ulster por lo del acuerdo de Londres-Dublín, a la que no quisiste ir, por ejemplo.

Kitty dejó la servilleta sobre la mesa, se giró levemente para tomar su bolsa de mano y la abrió sacando una cartera de piel teñida de púrpura, con sus iniciales grabadas en la esquina como un monograma.

Para ese momento, la atención de todos estaba sobre ella. Alex había pensado que se marcharía.

—Les pedí que cenáramos juntos porque no solo ya envíe mis solicitudes, ya me respondieron.

Sacó seis hojas de papel, cada una con membrete diferente, y las dejó sobre el mantel.

Ya habían retirado el servicio de la cena y solo estaban haciendo sobremesa con alguna bebida.

—¿Ya te respondieron? —preguntó Alex.

Kitty se había puesto roja, en mayor parte por la molestia, pero consiguió respirar profundamente para calmarse.

—Estas seis editoriales desean concertar una cita para una entrevista personal.

Alex tomó las hojas frunciendo el ceño.

—¿Cómo es que consideraron a una novata como opción? —preguntó —. Estas publicaciones son importantes, estas cuatro tienen alcance en toda Europa, y estas dos tienen alcance mundial.

—No soy una novata —respondió apretando los dientes.

—Lo eres, para estos estándares.

—No seas absurdo, Alex —interrumpió el señor Shiller que había ordenado a una de las sirvientas que abriera una botella de Cheval Blanc para celebrar —, era de esperar que la aceptaran, ¡es una Shiller, después de todo! 

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