Capítulo 29

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— Ok, nos vemos en unas horitas... —aunque reacia Pamela aceptó— Te quiero, mamacita.

— Yo también... —le lanzó un beso a través del celular y su amiga se lo devolvió antes de cortar.

Sonrió dejándose reposar en las almohadas y bostezó, la noche en vela no se cansaba de pasarle factura. Mientras ella seguía luchando contra sus parpados, la puerta se abrió y Niqui entró en la habitación.

— ¿Has dormido algo? —le preguntó sonriendo y se sentó en la silla junto a la cama.

— ¿La verdad? —Nes encogió de hombros— No puedo dejar de mirarla.

— Es bonita —reconoció él echándole una mirada a la niña—, igual que su madre.

Ella se sonrojó terriblemente, hacía tiempo que no recibía un piropo así. Kevin no era muy dado a eso, él solo le besaba o le acariciaba el rostro con devoción y con eso a Nes le alcazaba para ver que le quería. Con Niqui era todo tan distinto, no es que ella lo estuviera mirando como candidato ya, pero nunca había sido igual ni siquiera cuando había sido amigos. Con él, ella no paraba de reír y se sentía relajada.

— Bueno, supongo que te dejo tranquila.... —Camilo se puso de pie— Yo, pensé que dormías y venía a ver que estuviera bien.

— No —Nes se aferró a la mano de él con fuerza, aún así bajó la cabeza sonrojada—, no te vayas —lo susurro tan despacio que Niqui tuvo que hacer un esfuerzo por oírla.

Volvió a sentarse en silencio y mantuvo la mano de ella entre las suyas con cariño. Cuando Nes se animó a levantar la vista, se encontró con que él le sonreía y no apartaba sus ojos de ella.

— Gracias por estar a mi lado.

— Lo hago porque quiero, ya deja de agradecerme —Niqui negó riendo antes de levantar una de sus manos y rozarle la mejilla—. Me quedaré a tu lado siempre que quieras.

Nes asintió algo perturbada por su confesión, pero no dijo nada. Se acomodó en la cama de tal manera que pudiera ver a su hija con comodidad, a la vez que no soltara la mano de él. Niqui acercó más su silla y se deleitó contemplando la imagen que formaban madre e hija, sobre todo cuando la primera siguió los pasos de la segunda y cayó profundamente dormida.

Vanesa, para alegría de Niqui, durmió hasta cerca del mediodía cuando su amiga fue a visitarla antes de ingresar a su trabajo de verano. Pamela quedó deslumbrada por la niña y con ilusión prometió buscarlas al otro día cuando a les dieran el alta.

La siguiente vez que la puerta se abrió, Susana ingresó por ella y Niqui salió a comer, animado por ambas mujeres. Susi llevaba una sonrisa tierna en el rostro, pero bajo sus ojos se vislumbraban ojeras. Nes la admiraba. Pudiendo estar consumida por el dolor de su perdida, estaba allí ayudándola a ella.

— Hola... —Susi ocupó el lugar de Niqui.

— Hola, ¿ya está todo? —preguntó Nes tratando de controlar el nudo que se le formaba en el pecho.

— Si —suspiró y Nes la coreó—. Tenemos que hablar —espero a que ella el prestara toda la atención y continuó—. Con Julio y Juampa, queremos que te quedes con el departamento, el auto y todo eso.

— ¡¿Qué?! —Vanesa la miró aturdida— Son muy generosos, pero yo no puedo...

— Son tuyos, yo nos los quiero y mi Kev hubiera querido que tu y su niña los tuviera —Susana sonrió mirando a la beba y Nes se sintió terriblemente desesperada.

— No, ella no es...

— Su hija. Si lo sabemos —ella le dedicó una mirada de comprensión—. Cuando Kev nos contó que estabas embarazada, nos lo contó todo, pero nos pidió que no dijéramos nada por ti —a Vanesa se transfiguró el rostro y ella viéndolo se le adelanto—. No lo hago por pena, Nes. Lo hago porque mi hijo te amo hasta dar su vida por tu causa, no te culpo. Pero si él la consideraba su hija, será mi nieta aún no estando Kevin. ¿Lo entiendes? —la joven asintió agradecida por su apoyo y Susana la abrazó con fuerza— No lo discutiremos mas, esas cosas te pertenecen.

— Esta bien —la voz de Vanesa se volvió trémula, todas las emociones, desde la ternura al amor, se arremolinaban en su interior.

— Para hacértelo más fácil, nosotros ya hemos quitados sus cosas del departamento —ella la besó en cada mejilla con amor materno.

— Gracias.

Susana se levantó para irse, pero antes de llegar a la puerta recordó algo. De su bolso sacó una bolsa de mediano tamaño y volvió a acercarse a Vanesa.

— Casi me olvido —le entregó la bolsa—. Esto lo encontramos entre sus ropas y tiene tu nombre, también es tuyo.

Tras decir eso se retiró. Sola, Nes miró que había dentro de la bolsa. De ella extrajo un osito de peluche color marrón, con la panza blanca y un moño rosa en su cuello. Sonrió enternecida. Había algo mas en el fondo de la bolsa. Algo fino y crujiente. Cuando metió la mano, Nes descubrió la textura lisa de un sobre.

Con el corazón acelerado, lo sacó tirando la bolsa a un lado. Era blanco, un sobre común de carta, que delante tenía su nombre garabateado con la inconfundible letra de Kevin. Contuvo el aliento en un sollozo, tenía una carta de él.

Caperucita RojaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang