—Sí —dijo Rosa—; me parece que estoy enferma.

Y lo estaba en realidad. Cuando trajeron luces, vieron que en el breve tiempo transcurrido desde que llegaron a casa, a las rosas de sus mejillas había sucedido una palidez marmórea. Su rostro, sin perder nada de su belleza, estaba alterado, y sus ojos, tan serenos como el azul del cielo, reflejaban expresión de vaga inquietud. Al cabo de un minuto, cesó la palidez y sus mejillas se cubrieron de vivos arreboles purpúreos, y su mirada, tan dulce siempre, se extravió. No tardaron en desaparecer estos fenómenos, que pasaron sobre su rostro como una nube de verano, para volver la palidez, lívida, más mortal que antes.

Oliver, que observaba anhelante a la anciana, notó que ésta se alarmaba, y él se alarmó también; pero como reparara en que aquélla fingía no concederles importancia, procuró él hacer otro tanto, consiguiéndolo en tal medida, que cuando Rosa, siguiendo las indicaciones de su tía, se retiró a descansar, había recobrado su confianza y hasta parecía encontrarse mejor, tanto, que aseguró que confiaba despertar a la mañana siguiente restablecida por completo.

—Espero, señora, que esto no tendrá importancia —dijo Oliver cuando quedó a solas con la anciana—. No parece que la señorita se encuentra muy bien esta noche; pero...

La señora Maylie indicó a Oliver que no hablara, y tomando asiento junto a una ventana, permaneció largo rato guardando silencio, que al fin interrumpió con voz temblorosa para decir:

—Quiero creer que no, Oliver. Su compañía me ha dado largos años de felicidad... acaso de demasiada felicidad. Puede que haya llegado el momento en que deba yo recibir la visita del infortunio; pero no es de esperar que se me presente bajo esa forma.

—¿Bajo qué forma?

—Bajo la de arrebatarme a la que desde tanto tiempo es mi consuelo único, mi única felicidad —contestó la dama con emoción intensa.

—¡Dios mío! —exclamó Oliver—. ¡No lo permita el Cielo!

—¡Amén, hijo mío! —dijo la dama, juntando fervorosamente las manos.

—No es posible que se cierna sobre nosotros desgracia tan horrenda... ¡Se encontraba tan bien hace dos horas...!

—Pero ahora está bastante mal, y estoy segura de que se pondrá peor —replicó la señora Maylie—. ¡Rosa... Rosa querida! ¿Qué será de mí sin ella?

Hasta punto tal se dejó dominar por la pena la buena señora, que Oliver, imponiendo silencio a su propia emoción, atrevióse a hacerle algunas observaciones y se permitió Suplicarle que, en obsequio a la querida señorita, procurase serenarse.

—Considere usted, señora —dijo Oliver, sin poder contener las lágrimas que desde rato antes pugnaban por salir de sus ojos—, considere usted que es muy niña, que es muy buena, y que Dios no puede llevarse a la que constituye el encanto, la felicidad de los que la rodean. Yo estoy seguro... convencido... muy convencido, de que por usted, que es tan buena, por la señorita, que es un ángel, y por todos aquellos a quienes tan felices hace, no morirá. ¡El Cielo no puede segar una existencia tan preciosa, una vida que apenas comienza!...

—¡Mira, hijo mío! —interrumpió la dama, colocando una mano sobre la cabeza de Oliver—. Tus razonamientos son de niño... ¡pobrecillo! pero, esto no obstante, me muestran el sendero de mi deber. Lo había olvidado por un momento y espero que se me perdonará el olvido, en atención a mis años, que son muchos, pero he visto muchas enfermedades, he asistido no pocas veces a la visita de la muerte, y sé cuán lacerante agonía produce la separación de los objetos de nuestro cariño. Mi experiencia es también bastante para saber que no siempre son los más jóvenes ni los mejores los que quedan en el mundo para consuelo y felicidad de los que los aman. Pero no olvides, hijo mío, que hasta nuestras aflicciones más grandes vienen acompañadas de cierto consuelo. Dios es muy justo; y esas mismas pérdidas irreparables nos demuestran por modo evidente que hay un mundo mejor y más hermoso que éste, y que el camino que a él nos lleva es breve. ¡Cúmplase la voluntad de Dios! ¡La amo...! ¡La amo mucho... Dios sabe hasta qué extremo!

Oliver TwistWhere stories live. Discover now