CAPÍTULO 21: La sesión

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—Tu opinión ahora no es relevante —dice para después tomar su móvil—. Quiero que veas a quien sí es relevante. ¡Mira!

Miro la foto y apenas lo hago el rostro del tipo me da mala espina.

—Tiene pinta de estar casado, trabajar en esa mierdas de los negocios de seguros de vida y tener por lo menos tres hijos. Hasta te puedo decir el nombre de su perro: ¡Matt!

Tristán me golpea el hombro. 

—Deja de sabotear mi relación.

—Eso no es una relación, Tristán. Tú necesitas un hombre que te dé seguridad, no un viejo que se esconde tras la pantalla.

—Es porque vive en California, pero piensa venir en unas semanas de visita.

Tomo unos palitos de queso y me los meto a la boca. 

—¿En serio?

Ella asiente. Se ve muy ilusionada.

—No sé qué decirte —subo los hombros.

—Pues alégrate por mí, niño tonto.

—Como tu amigo y conciencia debo decir que tengas cuidado —la señalo un par de veces antes de comer más palitos de queso—. Y que quizás el amor está más cerca de lo que piensas.

—¿Por qué no escuchas tus propios consejos, eh?

—Te he dicho que no me hagas polvo la cabeza —gruño.

—¿Es que acaso no te movió nada de lo que han pasado?

Me quedo en silencio.

—¿Vas a decirme que no sientes nada por esa chica tan bonita? ¡Es preciosa! Serías un idiota si no le dices lo que sientes.

—Es que no siento nada —me coloco de pie y camino hacia el mesón. Luego giro y apoyo mi espalda en el borde de este. 

—¿Qué? ¿Qué?  —parece tan sorprendida como yo—. ¿No sientes nada por ella? 

—No —respondo tranquilo.

Ni con Tristán puedo ser verdaderamente sincero.

—Mentiroso —toma una almohada y la arroja hacia mí. La detengo y se la devuelvo, ella la esquiva muy bien.

—Recuérdame quien es el mayor de esta amistad.

—Tú, porque yo soy un espíritu joven dentro de un cuerpo de veinticinco años.

—Querrás decir veinticinco años desde que llegaste a Procida.

Me devuelve la almohada y esta vez me cae en la cara. 

—Idiota —me dice, entre risas.

—Iré por mi cámara, ¿me esperas aquí unos minutos?

—Hombre claro, no me iré hasta que me cumplas lo prometido.

Entro a mi habitación y busco algunos lentes en mi cajón que vayan acorde con el trabajo de hoy. Tomo mi cámara y me dispongo a hacer el cambio de accesorios. La tarea me trae a la mente a Liana. ¿Qué haría con ese pelos largos? Parecían muy entretenidos y hasta demasiado cariñosos. Ella llevaba la cámara colgada en el cuello y se veía feliz. Feliz hasta que me vio y toda esa felicidad se fue a un gesto malhumorado. Aún me sorprende cómo ha cambiado nuestra relajante relación. Todo era muy fácil antes, y ahora... es más complicado que la tabla del trece. Y se complicó mucho más ayer. Ojalá pudiera decir que no fue correcto y que nunca volverá a pasar, porque la verdad es que no he podido dejar de pensar en todo lo que pasó. Ni siquiera pude dormir. Me la pasé toda la noche pensando en ella. En que me hubiese gustado que fuera ella, pero a la vez no. Y que no puedo creer que la misma persona a la que veía hace unos años como una pequeña hermana, ahora se haya convertido en la misma que ahora deseo besar.

Cuando te enamores de mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora