Capítulo I

1M 19.6K 3.5K
                                    

Estoy enamorado por primera vez
¿Acaso sabes si va a durar?
Es un amor que dura para siempre
Es un amor que no tiene pasado.

The Beatles 'Don't let me down' (1968)


I PARTE

Una realidad irreal.


"Último año. Último año", me repito para adentro y trato de desempañar con una carita feliz dibujada con el dedo, aunque sea un minúsculo espacio de vidrio. Saco de mi bolsillo el viejo cassette Wish de The Cure, que impulsada por mi sentido del humor irónico y fascinación por los simbolismos decidí convertir en mi pastillero de confianza, para tragarme un paracetamol. Ya aprendí a tomarlas sin ayuda de agua y claro que lo considero un talento.

Me giro hacia el lado desempañado. Ahora sí puedo distinguir los árboles que pasan rápido. Planeaba ir al instituto en bicicleta como suelo hacer, pero a causa de la lluvia mamá se ofreció a llevarme en coche. Como siempre digo, "la lluvia nos hace buenos a todos".

Cuando era niña, y a veces hasta un poco más grande, no me dejaban faltar a clase a no ser que fuera mi cumpleaños, que estuviera muy enferma o que lloviera mucho. La última opción era casi absurda, pero nunca la discutí, me gustaba faltar los días de lluvia, quedarme en la cama tapada hasta la nariz y leer alguna novela o simplemente cerrar los ojos y escuchar discos enteros hasta emocionarme.

—Alexandra, ¡¿puedes escucharme aunque sea una vez en tu vida?! —dice mamá, que me observa por el espejo retrovisor y agita su mano libre en el aire, deseosa de llamar mi atención.

Bajo el volumen de mi reproductor de música pero no me saco los auriculares, solo el último cúmulo de buena gana que me quedaba.

Exagerada. Esa es la palabra que mejor le queda a mi madre. Mis padres no son de los que quieren meterse en tu vida privada, es más, me dan mucho espacio, por suerte, para ellos... Pero cuando se trata de un consejo de esos bien típicos de madre, ella siempre lo suelta, en el momento y de la manera que se le antoja, aunque eso quiera decir interrumpirme. Creo que eso es lo único que he heredado de ella. Al final, no me llaman 'la rebelde del instituto' por nada. Los adultos son tan predecibles.

Lo que sí me sorprende es que ya estemos a unas cinco calles y quiera decirme algo. Falta poco para llegar, así que sonrío para mis adentros porque creo que no me dará ningún sermón. Eso espero.

—¿Puedes sacarte esos cosos de la cabeza mientras te hablo?

Parece molesta.

—Se llaman auriculares, mamá. Y te escucho perfectamente. No tengo la música encendida.

—Aun así, ¿puedes sacártelos? Por favor. Solo serán unos pocos segundos.

—¿Tanto te molesta? —le pregunto aún sin entenderla. En realidad, nunca la entiendo. A veces simulo que lo hago pero solo para que no se ponga mal, y menos ahora que está con el tema de la menopausia, que según leí en una de esas revistas que llegan a casa todas las mañanas, 'es la enemiga de toda gran mujer'.

Creo que solamente puedo fingir cuando se trata de ellos dos. Mi padrastro, George, mamá y yo nos mudamos a Beechmont, en Louisville, Kentucky, cuando papá murió. O bueno, por esa época. Honestamente no lo recuerdo mucho, tenía apenas unos cuatro años. Lo que sí recuerdo es que mamá decidió vivir en este mismísimo lugar tras conocer a George en uno de sus viajes. Antes vivíamos en la ciudad. Se casaron y los tres nos trasladamos a la ostentosa casa que ambos estaban diseñando en las afueras de Beechmont. Supongo que debería llamarla hogar, pero me cuesta el alma fingir que me gusta todo lo que tengo que aceptar.

Más allá de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora