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«The Black Souls»

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Justo al llegar a mi departamento, tuve que llamar a papá para contarle cómo había estado mi día. Fue bastante agradable y reconfortante hablar con él. Casi le cuento lo que pasó con el chico rubio en la universidad, Preston, pero me contuve a tiempo y comencé a hablarle de otra cosa totalmente distinta.

Me pregunté sobre qué habían sido los archivos que había robado, y casi me abofeteo al recordar mi comportamiento ¿Por qué mierda se supone que lo ayudé? No estaba exactamente desesperada por hacer amigos, y menos de esta manera. Por un momento olvidé toda la educación que me había dado papá, que era un hombre de valores.

Sin embargo, mi curiosidad siempre había sido el detonante de todas mis desgracias, y no podía evitar preguntarme ¿Qué había llevado él en esas carpetas? ¿Por qué las necesitaba tan rápido? ¿Estaba tan interesado en ellas porque tenían algo importante, tal vez? Bueno, eso era irrefutable, de no haber tenido nada importante no hubiera actuado de esa manera, y mucho menos le hubiera pedido ayuda a una completa extraña.

Y otra pregunta ¿Por qué su auto estaba en el estacionamiento privado de los docentes? Era obvio que él no era uno y el vigilante estaba al tanto de todo, como si fuera algo completamente normal. La curiosidad me carcomió unos instantes hasta que decidí que ese no era asunto mío y que debía dejar de pensar en eso y enfocarme en mis cosas.

En la actualidad, la verdad era que no tenía nada que hacer, y me dieron ganas de salir. Podría ir a comer a algún restaurante tranquilo, quizá, y conocer un poco la ciudad ¿Por qué no?

Después de ducharme y vestirme, bajé al vestíbulo, y se me ocurrió preguntarle a Ronald a dónde podría ir, ya que él sí conocía la ciudad.

Podría simplemente haber utilizado Google maps, pero habría perdido la emoción.

Bueno... —dijo mirando al techo con aire taciturno mientras pensaba—. Conozco un lugar bastante tranquilo, que por lo general la mayoría de gente que lo frecuenta es de más o menos tu edad —luego añadió en un tono distinto—. Se llama Night sky. Si quieres,  me das tu número y te paso la ubicación.

Lo miré fijamente.

—Sabes que es una estrategia bastante mala para conseguir mi número ¿No, Ronald?

Él soltó aire.

—Al menos tenía que intentarlo, y no me...

—Sí, sí, ya lo sé, que no te llame Ronald, sino Ron —solté irritada.

El sonrió y me miró con coquetería.

—Entonces, si quieres, podría llamar a mi jefe y pedirle que me deje salir más temprano, digo, así podría enseñarte dónde queda el lugar.

Enarqué una ceja.

A él se le borró la sonrisa.

—¿Dónde queda el maldito restaurante, Ron?

Él suspiró, derrotado.

—¿Sabes la primera avenida después del teatro? —y ahí me comenzó a explicar, y raramente entendí. No era difícil llegar.

—Gracias —le dije yendo hacia la salida—. Hasta mañana, Ronald.

—¡Que es Ron...! —no lo terminé de escuchar porque ya estaba afuera.

*****

Maldito Ronald.

Estaba frente a un establecimiento que tenía un enorme cartel en letras fluorescentes que decía "Night sky: El mejor pub de la ciudad".

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