Capítulo 20: Amanda

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Heather se quedó petrificada por lo que había visto, llevaba un rato sin poderle decir algo a su padre. Un dolor de cabeza se apoderó inmediatamente de ella debido al constante estrés que padecía, y no era para menos. Todos los días y a cada hora pasaban cosas que la arrastraban a ser infeliz. Se había quedado liada por el simple hecho de pensar que Daphne era su hermana, y ahora que no lo era no sabía ni ya cómo sentirse. No sentía nada dentro suyo, ya no le quedaba fuerzas para poder manifestar algo. Estaba demasiado cansada de mortificarse con sus propios problemas y de paso el de su familia. No sabía hasta cuando soportaría todo sin explotar, porque presentía que su límite estaba a nada de colapsar. Pasó la lengua por sus labios sintiéndolos más resecos que nunca. Entonces Daphne no era su hermana, la muy maldita no lo era, había estado jugando con algo tan serio, donde hasta ella misma salía evidentemente perjudicada. ¿Tan desquiciada estaba que ni siquiera le importaba embarrarse a sí misma? La mujer le devolvió los papeles con sequedad a su padre, quien la miraba esperanzado.

Aclaró su garganta con evidente incomodidad.

— Sea verdad o no todo lo que me has dicho, no justifica las veces que te revolcaste con Vilma. Ni tampoco por qué elegiste casarte con ella, nadie te obligó a nada. —replicó disconforme. Christopher hizo una mueca, claro que estaba siendo arrastrado a fingirlo todo. Sin embargo, pensó rápidamente en una excusa, una que no llegara a los oídos de la pelinegra porque se quedaría sin cabeza. Pero más temía por la vida de Heather.

— Lo de Vilma, hija... Sucede que... —pidió perdón al cielo por lo que iría a decir—. Me enamoré de ella Heather. Lo sé, sé que es un cambio descomunal ya que siempre resalté que no me parecía más que una cazafortunas y mala mujer. Pero uno no elige de quien enamorarse. No pido que lo entiendas ni que vayas a abrazarla, porque comprendo que es algo lejano e imposible. Pero sólo acéptalo, inténtalo por el cariño que alguna vez me tuviste, amor.

— No puedo hacerlo, ¿dónde quedará la memoria de mi madre después de todo esto, eh? —cuestionó con el corazón herido.

— Tu madre siempre será la mujer de mi vida, Heather. Me case o no me case con ella, Virginia será lo más excepcional que me pudo pasar, y gracias a ella tengo lo más preciado del mundo. Tú.

La pelirroja se encontraba escéptica por lo que estaba escuchando, no podía seguir con todo eso.

— Me niego a creer que tú caíste tan bajo, padre. Lo siento, perdiste tu tiempo al venir aquí para darme esos papeles, porque eso no borra todo lo que hiciste con ella. No me interesa si te drogó y mamá lo perdonó, lo sigues haciendo hasta ahora. Eso solo me demuestra la poca lealtad que tienes, ni siquiera tienes vergüenza y... —comenzó a exasperarse, agarrando su cabello con violencia—. Sólo vete, por favor. Todavía no puedo verte a la cara sin sentir cólera, no lo tolero.

— Hija, piénsalo por favor. Tú eres lo que más me interesa en la vida. Tu rechazo me hiere y sé que a ti te lastima el doble, sabes que a pesar de tu dolor aún quieres arreglar esto. —intentó aproximarse, pero ella retrocedió—. Ten un buen día, mi vida. —sin más que agregar, el hombre dejó el acta sobre el escritorio y salió disparado de la oficina. La mujer se había quedado de piedra, al parecer las mentiras y los golpes aún no mermaban para ella.

Tomó el móvil y llamó a su novio. Estaba destrozada.

Sí preciosa, dime.

— Ethan... —pronunció su nombre con un nudo en la garganta, sus ojos se habían llenado de lágrimas.

¿Amor? ¿Qué pasó, estás bien? —escucharla de aquella forma lo hizo ponerse de pie. Heather se quedó en silencio mientras derramaba un mar de lágrimas—. Voy para tu oficina. —colgó abruptamente sin darle tiempo de formular alguna oración. Prácticamente corrió por todo el pasillo hasta llegar a la sede de su mujer. Abrió la puerta sin tocar y la encontró llorando, estaba sentada en el suelo con la mirada hacia abajo. Su hermoso cabello le cubría el rostro—. Mi amor...

Lo ImperdonableOnde histórias criam vida. Descubra agora