Capítulo 1/Parte 4

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— Señora Zornosa — comenzó con gentileza, tratando de controlar sus impulsos —, no sé a quése refiere.

La mujer sonrió con burla.

— Yo creo que si sabes a qué me refiero. Pero para que no te queden dudas al respecto, te lo diré con todas las letras: no quiero enterarme de que la cartera, el bolso, el dinero o los efectos personales de cualquiera que se encuentre en este edificio no está en el preciso lugar en el que debería estar. ¿Lo has entendido?

Humillada, ________ sintió que las mejillas le ardían. ¿Eso significaría que, si alguien robaba algo o un paciente extraviaba un libro de bolsillo, sería ella la culpable?

— Eso no es justo — se defendió —. No soy una ladrona.

— Claro que lo eres — se opuso la señora Zornosa con indiferencia —. Y bastante torpe, por cierto. Después de todo te pescaron, ¿no? Por otra parte, la vida no es justa. Cuando trabajes aquí te darás cuenta. Pero no temas. No te colgaremos ni te llenaremos de brea y plumas como castigo si alguno pierde una golosina. Sólo limítate a cumplir con tu trabajo y a mantener las manos limpias.

________ optó por tragarse la ira que comenzaba a arderle en la boca del estómago. En realidad, no le quedaba otra alternativa.

— De acuerdo. ¿Cuáles serán mis tareas específicas aquí?

— Primero examinemos tus horarios — contestó la señora Zornosa. Extrajo una carpeta de tres anillos del último cajón y la arrojó con un golpe seco sobre su escritorio. La abrió y busco una página en particular. —Veamos, los domingos ya están cubiertos. Tenemos a la señora Deering. — Levantó la vista para mirar a ________. — ¿A qué hora sales de la escuela?

— A las dos y media.

La mujer frunció el entrecejo.

— ¿Entonces, por qué llegaste tarde hoy?

________ se movió, nerviosa. No quería reconocer que había invertido casi una hora tratando de convencer a una de sus amigas de que la llevara hasta allí.

— Oh, porque tuve que ir a la biblioteca a buscar algunos libros.

— Pero en adelante podrás llegar aquí a las tres y media, ¿verdad?

________ hizo unos rápidos cálculos mentales. Trato de recordar a que hora pasaba el autobús anterior. Si lo tomaba, llegaría a tiempo.

— Seguro.

— Bien. Entonces, de lunes a jueves puedes trabajar de tres y media a seis, los viernes hasta las cinco y media, y ocho horas completas los sábados. — La señora Zornosa ya estaba garabateando en la carpeta de tres anillos. —Con eso cumplirías veinte horas por semana… y tendrás las noches y los domingos libres para estudiar.

________ sintió que se le iba el alma a los pies. Santo Dios. Era mucho peor de lo que había imaginado. No tendría tiempo de nada después de la escuela, y por las noches, cuando llegara a su casa, no le quedaría más remedio que engullir una cena rápida y encerrarse a estudiar. No sabía con exactitud que había imaginado en un principio, pero, después de haber escuchado susperspectivas expuestas con claridad, sentía deseos de vomitar.

— Está bien — susurró.

— Y no vuelvas a llegar tarde — recomendó la señora Zornosa, poniéndose de pie —. Nuestros pacientes deben confiar en que el personal estará en su puesto de trabajo a la hora establecida. — Miro a la muchacha con detenimiento.

— No tienes problemas de drogas, ¿verdad?

— Por supuesto que no.

— Bien, porque aquí los fármacos se mantienen bajo llave.

________ se ofendió. Las drogas jamás habían sido una tentación para ella. Pero estaba convencida de que la señora Zarnosa no le creería.

— Vamos. — La mujer se levanto de su asiento. — Ya estamos retrasadas. Te mostraré el lugar para que puedas empezar.

________ obedeció y se puso de pie.

— ¿Dónde puedo dejar mi mochila? — pregunto, mientras seguía a la directora por el pasillo.

— Tírala en el guardarropa. — La mujer se detuvo y abrió una puerta.

Una vez que se hubo sacado el peso de su mochila, ________ trato de prestar mucha atención. Primero, la señora Zornosa la llevo a la cocina. Frente a la pileta, había una mujer alta, de piel oscura, con una bata de casa estampada y un delantal de cocina blanco. Estaba pelando papas.

— Señora Coronel — dijo la señora Zarnosa —. Le presento a _______. Trabajara con nosotros durante los próximos meses.

— Es un placer conocerte — contesto la mujer, mientras se limpiaba la mano en el delantal para tendérsela.

_______ se la estrechó con torpeza. Era la primera vez en la vida que cumplía con esa formalidad y no lo hacía del todo bien.

— Encantada — murmuro, avergonzada porque, a juzgar por la mirada de la señora Coronel, se dio cuenta de que ella también conocía los motivos de su presencia allí.

— La cena se sirve a las seis y media — anunció la señora Zarnosa —. Una de tus tareas, antes de retirarte, será preparar todas las bandejas de los pacientes que deseen comer en su habitación.

— ¿Eso implica que algunos pacientes lo hacen en el comedor?

— Si, si tienen deseos de hacerlo.

— ¿Qué otras tareas tendré que cumplir? — Apretó los dientes. Sospechaba que, para pagar el derecho de piso, la obligarían a hacer el trabajo sucio.

— Serán muy divertidas — contesto la directora, mientras se encaminaba hacia una puerta que daba a un inmenso lavadero —. Por esta tarde quiero que dobles sabanas y toallas. El chico que esta a cargo de esa sección hoy no se presentó.

Bueno. Doblar ropa de cama no era ninguna tragedia; era mil veces mejor que vaciar orinales.

Después de la cocina, la recorrida siguió por el comedor, las salas de lavado de ropa, de depósito de medicamento, la enfermería, y las tres salas de estar. ________ estaba cada vez mas confundida. ¿Dónde estarían las ancianas y sus sillas de ruedas? ¿Y los frascos de inhalaciones, los monitores cardiacos y los equipos de rehabilitación?

— ¿Dónde están los pacientes? — pregunto ________ cuando comenzaron a subir escaleras.

— Algunos, descansando en sus habitaciones — respondió la mujer —; otros han salido.

— ¿Salido?

— Si. — Se detuvo en el descanso. — Esto no es una cárcel, ¿sabes? Las personas que pueden hacerlo, salen de compras, van a la biblioteca o cruzan al bar de enfrente a tomar un café.

— Lo siento — murmuró  ________ —. Lo cierto es que no sabía que los hogares de ancianos eran tan… tan… flexibles.

— ¿Hogar de ancianos? — La señora Zornosa parecía confundida. — Esto no es un hogar de ancianos.

— ¿Entonces qué es? — ________ ya empezaba a hartarse de sentirse como una idiota.

— Es un hogar para enfermos terminales. La gente viene aquí a morir.  

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NO ME OLVIDES (Matthew Espinosa y tú)Where stories live. Discover now