Capítulo 1/Parte 4

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Al igual que muchos edificios de Twin Oaks, se trataba de una inmensa casa victoriana. No obstante, se erigía sobre una vasta extensión de césped y estaba pintada de un color lavanda claro, con terminaciones en madera blanca. Un pequeño cartel colgado sobre la puerta anunciaba simplemente: LAVENDER HOUSE.

________ ingresó por la entrada de cemento, subió las escaleras y se dirigió al espacioso porche. Otro cartel, mucho más pequeño, anunciaba: TOQUE TIMBRE, POR FAVOR. Eso hizo. Esperó.

Siguió esperando.

Volvió a tocar el timbre. ¿Qué pasaba con esa gente? ¿Estarían todos sordos? La puerta se abrió de repente y apareció una mujer seria, de mediana edad, con cabellos rubios cortos y crespos, que llevaba un estridente jogging rosa.— ¿Puedo ayudarte en algo? — preguntó con frialdad.

— Soy… ________. He sido asignada a este lugar…— Su voz se desvaneció cuando la mujer entrecerró los ojos.

— Para servicios comunitarios — terminó la mujer —. Llegas tarde. Te esperaba hace diez minutos. Entra.

________ la siguió hacia el interior del edificio. Los pisos eran de roble, muy lustrados. Exactamente frente a ella había un alto mostrador de roble que hacía las veces de escritorio de recepción. A la izquierda, advirtió un living cuyas paredes estaban revestidas con paneles de madera y un empapelado con diseños floreados, en rosa y blanco. A la derecha había una escalera y, detrás de ésta, un recinto semejante a una jaula, que supuso sería el ascensor. Del otro lado de la escalera se veía un pasillo y una puerta doble, de roble, cerrada. No había detalle en aquel edificio que se asemejara a lo que ella había imaginado que sería un geriátrico.

— Soy Valentina Zornosa, directora de Lavender House — se presentó la mujer, mientras abría las puertas dobles y conducía a ________ por el pasillo —. La señora Zornosa — puntualizó —. Vamos a conversar a mi oficina.

Entraron en una sala pequeña y acogedora, que albergaba un escritorio, dos sillas, un archivo y un sofá tapizado en cuero verde. Las paredes estaban empapeladas con un alegre diseño selvático, en verde y blanco; los cortinados armonizaban al tono y sobre el escritorio había un florero con margaritas recién cortadas.

La señora Zornosa rodeó su escritorio, ocupó su silla e hizo un gesto a ________ para que tomara asiento. Tomó un anotador, lo abrió y extrajo un bolígrafo del portalápices que estaba junto al florero con las margaritas.

— Bien, el funcionario judicial que está a cargo de tu caso me llamó por teléfono esta mañana para explicarme todos los detalles. Te dieron trescientas horas, ¿verdad?

— Correcto.

— Y supongo que querrás cumplirlas lo antes posible.

— Supone bien.

— Estupendo. — Sonrió. — Toda la ayuda extra que podamos conseguir nos viene de perillas aquí. Nos falta personal. ¿Por qué te arrestaron?

— Por mechera — masculló ________. Era una palabra que odiaba usar. Cada vez que la oía de sus propios labios sentía que la piel se le erizaba de humillación. — Pero sólo fue una broma — explicó de inmediato —. Un par de pendientes, eh… es todo lo que tomé. Y además iba a pagarlos.

La señora Zornosa bufó.

— Bien, no importa. Sin embargo, debo advertirte que somos responsables por las pertenencias de nuestros pacientes y no quiero que lleguen a mis oídos rumores de que algo se ha perdido, ¿entiendes?

________ la miró con ojos desorbitados. ¡No podía creerlo! Estaba tratándola como a un vulgar delincuente. Acababa de hacerle una advertencia. Era demasiado.

NO ME OLVIDES (Matthew Espinosa y tú)Where stories live. Discover now