DÍA 518: Mi recuerdo favorito

Comenzar desde el principio
                                    

– Por lo que veo está mejor, ¿no? – pregunta Irene sonriendo al haber intuido cómo ha ido la conversación.

– Aburrida es lo que está – me quejo. – Pero a un nivel insoportable.

– Ay, pobre – se ríe.

– Pobre yo, que ni cuando estaba en Londres me llamaba y me escribía tanto.

– Mujer, que está solita y encerrada, un poco de compasión – se vuelve a reír.

– A ver, no me malinterpretes, si yo soy la primera que quiere ir todo el rato a cuidarla, lo que pasa es que ahora está bien y se aburre porque tiene que esperar a que la prueba dé negativo para poder dejar de estar en cuarentena, y hasta mañana en teoría no se la dan.

– Vamos, que está como un perrillo en la puerta dando vueltas y esperando a que le pongan la correa para salir a pasear – me río al imaginármelo.

– Sí, de hecho, es casi literalmente así.

– Bueno, al menos mañana ya le dan el resultado – dice después de dar un trago a su café. – Me imagino que tendrás muchas ganas de verla.

– Pues sí, muchísimas, no te voy a mentir. Cada vez que hablo con ella por teléfono me dan unas ganas de achucharla...

– Sois monísimas – dice sonriendo y provocando que me sonroje un poco. – Seguro que ella ya no puede más y está como loca por verte.

– Créeme que sí. Se asegura de dejármelo claro unas cincuenta veces al día.

– ¿Y tú a ella? – pregunta divertida sabiendo la respuesta.

– Pues el doble, no nos vamos a engañar – me rio. – Estoy harta de estar separada de ella.

– Pensaba que después de lo de Londres iba a ser más fácil estarlo, que estabais acostumbradas a no poder veros en persona.

– Por mucho que nos acostumbremos, las ganas de estar juntas siempre van a estar por encima. Es que ese es el problema, ¿sabes? Que ha sido todo tan rápido que no nos ha dado tiempo a recuperar lo que perdimos. Después de Londres apenas pudimos estar juntas un par de semanas antes de que yo me fuera a Elche y ella se contagiara.

– ¿Y cómo es que no fue contigo?

– Porque iban a ser solo unos días y ella tenía mucho trabajo, aunque viendo lo que ha pasado, al final ha sido mejor así.

– Eso es verdad.

Acabamos de tomarnos el café y enseguida nos ponemos a trabajar para intentar acabar con los proyectos que tenemos entre manos, aunque sé que vamos a necesitar todo el día para hacerlo. Se me pasa el tiempo rápido hasta la hora de comer porque no paramos en toda la mañana, así que mientras caliento la comida que me he traído aprovecho para llamar otra vez a Natalia.

– ¡Albi! – saluda en cuanto la pantalla deja de estar en negro.

– Hola, Nat. ¿Estás bien?

– Sí, estoy bien – responde, pero noto que le cuesta coger aire.

– ¿Seguro? Estos días me cogías el teléfono en menos de medio segundo y ahora has tardado mucho.

– Es que estaba persiguiendo a Queen y no lo he oído. ¿Sabes que lleva dos días escondiéndose de mí? Creo que está harta de tener que hacerme compañía.

Me quedo más tranquila al ver que es por eso y sonrío cuando consigue estarse quieta y enfocarse.

– Oye, a ver si voy a llegar y voy a tener a la gata traumatizada.

CuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora