s e i s

908 106 11
                                    

Giorgia abrió la puerta de mi habitación. –¿Qué te pasa?– preguntó al verme llorar.

Se acercó y se sentó en la cama, me incorporé y paso su brazo por mis hombros para pegarme a ella.

–Lo he visto.

Depósito un dulce beso en mi frente. –Mi niña...

–Lo estaba superando Giorgia, lo estaba superando.– La corté.

–¿Qué ha hecho ese cabrón?– la voz enfurecida de mi hermano retumbó por toda la habitación.

–Amor, tranquilo.– Intentó calmarlo mi cuñada.

Giorgia se separó para darle paso y mi hermano se acercó a mi para abrazarme. –¿Qué ha pasado?

Les conté lo sucedido.

–Tampoco es nada grave.– Finalicé más calmada.

–¿Qué mierdas hace todavía aquí?– mi hermano seguía algo alterado y daba vueltas por la habitación. –Como le vea te juro que le parto la cara.

–Damia, ya sabes que no merece la pena.– Volví a hablar.

Giorgia se acercó a él para calmarlo. –Es un crío amor, un inmaduro.

–Un inmaduro que está jodiendo a mi hermana.

–Damiano, olvídalo, olvida que me ha hecho daño, olvida las noches en las que no he dormido por su culpa.

–¿Olvido también los cortes en tus muñecas por su culpa?– su voz salió con rabia. –No Helena, no voy a olvidar nada de lo que te ha hecho ese imbécil.

–¿Y qué vas a hacer Damia? ¿Qué vas a hacer?– Pregunté. –¿Vas a darle una paliza?

–Si le vuelves a ver me lo dices.– habló tranquilo mi hermano. –Solo quiero hablar con él, decirle un par de cosas.

Asentí. –Buenas noches. –Me despedí.

–Buenas noches cielo.– Giorgia besó mi frente. –Descansa.

–Buenas noches Hele.– se despidió mi hermano mientras ambos salían de la habitación.

(...)

Pasé toda la mañana encerrada en mi habitación sin hacer nada. Escuchando algo de música y pintando.

Giorgia abrió la puerta de mi habitación. –¿Cómo estás cielo?

–Bien.– Sonreí. –¿Y tú?

–Bien también. ¿Quieres que vayamos a comprar ropa?– Cuestionó acercándose a mi. –Han abierto una nueva tienda que tiene muy buena pinta.

–¿Ahora?

Asintió. –Podemos ir después de comer, si quieres.

–Mejor, porque tengo bastante hambre.

–Damiano ha ido a por pizzas para comer, no debe tardar mucho. –Acarició mi espalda. –Vamos a la terraza.

Nos levantamos y salimos de mi habitación.

Damiano abrió la puerta de la calle y entró con las pizzas. –Ya estoy aquí.

Caminé hasta la cocina a coger vasos y bebida y los llevé a la mesa de la terraza. Los tres nos sentamos en la mesa y empezamos a comer.

(...)

–Mira este vestido.– dije enseñándole a mi cuñada un vestido granate.

–Pruébatelo.

Miré la talla para comprobar que podía quedarme bien y fuí a los probadores. Me quité la ropa y me puse el vestido.

–¿Qué tal?– Pregunté saliendo del probador para mostrarle la prenda a Giorgia.

–Te queda genial. –Sonrió. –Comprátelo.

Seguimos mirando y probándonos ropa por las tiendas de Roma.

–Le decimos a Damia que salimos esta noche todos.– dije mientras salíamos de la última tienda.– Necesito estrenar el vestido.

–Voy a decirle.– Giorgia sacó el móvil para llamar a su novio.

Las dos regresábamos a casa, a un paso rápido, pues eran cerca de las 8 de la tarde y teníamos que prepararnos para salir.

Al llegar yo fui la primera en ducharme.

–¿Qué compraste?– preguntó Damiano cuando salí del baño.

–Ven.

Me siguió hasta mi habitación y le enseñé la ropa. –Hoy me voy a poner esto.– Dije mostrándole el vestido.

–Me gusta, me gusta. ¿A mi no me comprasteis nada?

Reí. –Lo tiene Giorgia. Por cierto, –hablé antes de que saliese de mi cuarto. –déjame el collar de cuero.

Asintió y salió de mi habitación.

Me puse unas medias de rejilla, con rl vestido y las botas militares negras. Marqué mis pómulos con maquillaje, me hice el eyeliner y me pinté los labios del mismo color que mi vestido.
Dejé mi pelo suelto, estaba algo rizado porque lo dejé secar al aire.

Damiano abrió la puerta de mi habitación y me dió el collar que le pedí anteriormente.

–Grazie.

(...)

–¿Nica no viene?– Pregunté.

–Estoy aquí.– Dijo apareciendo detrás de mi.

Nos saludamos con dos besos y nos acercamos a la barra.

La fiesta era al aire libre, cerca de la playa, con un Dj y varios chiringuitos.

–Vamos a bailar.– Agarré a Ethan del brazo y tiré de él.

–Yo no bailo.– Rió.

–Ya lo veremos.

Empecé a bailar delante de él, sacándole leves sonrisas debido a lo mal que se me daba bailar. Victoria y Thomas se acercaron a nosotros y se unieron a mi baile, haciendo que baterista no pudiese resistirse y comenzase a moverse junto a nosotros.

Nos adueñamos de la pista y los siete bailábamos mientras reíamos.

–Voy por otra copa.– Grité para que me oyesen.

–Voy contigo.– Dijo Ethan.

Ambos nos dirigimos a otro chiringuito a por nuestta bebida.

–He conseguido que bailases.– Sonreí.

–Ha sido más el alcohol quien lo ha conseguido.– Rió Ethan.

Lentamente me fui acercando a él, incoscientemente. Ni si quiera me di cuenta de que nuestros labios se habían unido y nuestas lenguas luchaban por tener el control de aquel beso.

AAAAAAAA
Me está gustando mucho escribir esta historia, de verdad, espero que a vosotrxs os este gustando también <3

Lasciati amare [Ethan Torchio]Where stories live. Discover now