c i n c o

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Los chicos no tardaron más de 10 minutos en entrar en el restaurante. Nuestra mesa estaba algo apartada del resto, supongo que les habían dicho que querían estar tranquilos.

–¿Qué vas a tomar?– Cuestionó Giorgia mirando la carta.

–En esa meda hay una ensalada que tiene muy buena pinta.– dije señalando la mesa.– Creo que pediré eso.

Asintió.– ¿Pedimos la ensalada y una empanada para las dos?

–¿Qué lleva la empanada?

–Huevos, espárragos, patata, pimiento verde, pimiento rojo, cebolla y calabacín.– leyó.

–Vale.

–¿Eres vegetariana?– preguntó Nica.

–Lo intento, pero se me hace un poco difícil.

–Lo sé. A mi me costó mucho al principio, pero luego es mucho más sencillo cuando te acostumbras.

–¿Cuánto tiempo llevas siéndolo?

–Dos años.

Pase un rato hablando con ella sobre vegetarianismo y las reacciones de la gente cuando se enteraban de que no comíamos carne.

Los platos no tardaron mucho en llegar y no tardamos nada en terminárnoslos.

–Teníamos hambre, eh.– Dijo Victoria sacándonos una risa a todos. –No habéis dicho ni una palabra durante la cena.

(...)

–Va Damia, no seas muermo.– La bajista hizo un puchero.

–Sabes que no me gustan las fiestas.– Se encogió de hombros el cantante.

–Porfa.– Rogué junto a la rubia.

–Quédate tú si quieres,– habló tranquilo. –yo voy a casa.

Sabía que no le íbamos a convencer, pero aún así seguimos intentándolo.

–¿Tú te quedas o te vienes?– preguntó Damiano a Giorgia ignorándonos.

–No me apetece, estoy cansada.

–Pues nosotros nos vamos.– Dijo finalmente.

–Si es muy tarde puede dormir en mi casa.– Habló Vic.

–Dale.

Nos despedimos de ellos y fuimos a una de las discotecas más lujosas de Roma.

–Que raro que vengas tú.– Dijo Thomas hablando de Ethan. –Últimamente estás super fiestero.

–Estoy acostumbrándome para que cuando llegue el momento de nuestra victoria en Eurovisión esté preparado para todo. –Habló sacándonos una sonrisa a todos los presente.

El ambiente de la discoteca era muy nuestro rollo. Música rock de los 80s. Gente de entre 18 y 28 años bailando en la pista. La verdad había estado buscando un lugar así durante mucho tiempo.

–¿Chupitos de Jäger?– preguntó Thomas.

–Dale.

Nos tomamos aquel primer chupito de un sorbo y pedimos otro.

Nica, Vic y yo bailamos en la pista con las copas en la mano. Estábamos disfrutando como nunca.

–Parece que Thomas ha pillado cacho.– Señalé al rubio quien se estaba liando con una chica.

–Thomas siempre pilla.– Rió Vic.

Ethan en cambio estaba sentado en la barra, mirándonos.

Me acerqué a él.– No eres un animal nocturno, eh.

Rió. –No mucho.

–¿Otra copa?

Asintió.

–Dos más de... lo que sea esto.

El camarero nos sirvió las copas.

–Voy al baño, no tardo.– Ethan se levantó y caminó hasta el lavabo.

–Helena.

Me giré y en ese momento todo se me vino abajo.

–No, no, no, no.– me alejé despacio.

–Solo quiero hablar.– Me agarró del brazo.

–Adam, por favor, suéltame.– las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas.

–Helena.

–¡Qué me sueltes!– Grité moviéndome bruscamente para librarme de su agarre.

Me hice paso entre la gente y corrí hasta el baño. Ethan justo salía de allí.

–¿Qué pasa?– preguntó al verme.

Me aferré a él con fuerza, empapando con mis lágrimas su preciosa camisa negra.

Sus brazos se posaron en mi espalda, apretándola levemente.

–Vamos fuera.– dije trás 5 largos minutos, cuando mis lágrimas cesaron.

Me dió la mano y salimos fuera, necesitaba respirar aire fresco.

Nos sentamos en un banco en la calle de en frente al local.

–Lo he vuelto a ver.– susurré. –Cuando te fuiste al baño. Se acercó a mi y dijo que quería hablar.– miré mis manos. –Lo odio mucho Ethan.

Se acercó a mi y me abrazó de nuevo. Se sentía reconfortante.

–¿Me llevas a casa?– Pregunté aún entre sus brazos.

Asintió.

Anduvimos unos minutos, en completo silencio, por las cada vez más vacías calles de Roma.

–Gracias.– dije cuando finalmente llegamos a mi casa.

Negó.– No es necesario que lo agradezcas.

Le abracé para despedirme y dejó un dulce beso en mi frente.

Cuando nos separamos busqué la llaves en mi bolsillo y abrí la puerta. Subí las escaleras del edificio hasta llegar al piso donde vivíamos.

Abrí la puerta y me sumergí en la oscuridad del lugar.

Entré directamente a mi cuarto y sin si quiera quitarme la ropa me tumbé en la cama, dejando que las lágrimas volviesen a caer por mis mejillas.

Lasciati amare [Ethan Torchio]Where stories live. Discover now