Capítulo 8. [Acertijos]

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—¿Los vio juntos?—ella asintió—. ¿Y escuchó todo lo que hablaron?

—No sé si todo, pero lo necesario para no querer estar conmigo por irse detrás de su rubia tonta—su voz fue seria y sin ánimo—. La única razón por la que acepté ir a esa ridícula fiesta fue porque tenía la ilusión de verla. Al principio me decepcioné cuando no la vi, y luego apareció Ariel, y luego la vi y yo solo quería estar con ella. Con nadie más—dijo bajando la mirada—, pero ella no quería estar conmigo.

—Entonces no entiendo qué es lo que haces Macarena. Comprendo que estés cautivada con su belleza, pero no puedes ser tan ciega—su voz fue dura—. La mujer evidentemente solo quería pasar un rato agradable contigo y ya.

—¡Es que no se trata solo de su belleza!—gimió en frustración—. Es toda ella. Su personalidad tan encantadora, la seguridad con la que habla, la manera en la que me trató y lo dulce que fue conmigo en nuestra cita. Por un momento pensé que se sentía igual de atraída hacia mi pero estaba equivocada—le dijo en voz baja viendo hacia la nada—. Me siento tan tonta por haber enviado esos mensajes.

—No merece que estés así por ella.

—Lo sé, Helena. Créeme que lo sé, pero es inevitable. Me gusta—dijo finalmente. Helena la vio y sintió pena por ella. Jamás había visto a su mejor amiga tan ilusionada con otra mujer—. Me gusta y no soy correspondida y eso es lo peor de todo.

—¿Entonces por qué no aceptas la invitación de Ariel?—le preguntó pero en ese momento llegó un hombre para tomar sus pedidos.

Helena ordenó un croissant y un Mocca y Macarena solo pidió un jugo de naranja.

—Porque no es ella—fue su respuesta al estar nuevamente solas y ambas suspiraron—. Pero tienes razón, voy a aceptar la invitación de Ariel porque después de todo soy una mujer libre que puede salir con quién quiera—Helena asintió orgullosa—, al igual que ella—y luego rodó los ojos.

—Es lo mejor que puedes hacer si de verdad te interesa ese hombre—Macarena la vio sin decir nada. Admitía que Ariel era un hombre realmente guapo y atractivo, pero su belleza era diferente a la de cierta morena de ojos cafés. De esa mujer que le había robado sonrisas involuntarias muchas veces. Pero Helena tenía razón, no podía dejar que una mujer a la que recién conocía la afectara tanto. ¿Hasta dónde iba a llegar esa fascinación que sentía por Bárbara?

—Tienes razón y odio decirlo—ambas rieron—. Él es un hombre encantador. Creo que al final de todo podría pasarla bien a su lado—dijo en voz baja.

—Y de no ser así, allí afuera hay muchos peces en el mar—le dio un guiño juguetón mientras Macarena reía—. A ti que te encanta probar de todos los sabores y colores.

—¡Cállate!—le aventó una servilleta de tela que fue recibida por Helena mientras ambas reían.

Helena iba a agregar algo cuando su mirada se enfocó en dos mujeres que iban entrando en la cafetería. A una de ellas la podía reconocer inmediatamente, el interés romántico de su mejor amiga. Alternó sus miradas y notó que Macarena aún no se había dado cuenta que Bárbara acababa de entrar con una mujer que si no estaba equivocada, era la misma mujer de la que Macarena le habló minutos atrás: la rubia tonta.

Al sentirla tan callada Macarena siguió la mirada de Helena y su corazón se aceleró por completo al ver a Bárbara a unos cuantos pasos de ella sonriendo tan divinamente mientras apartaba la silla para que otra mujer se sentara. Desilusión que llegó a sus ojos cuando vio a la misma mujer de la fiesta con Bárbara.

—Si quieres podemos irnos—dijo Helena con inmediatez al ver el semblante triste de su mejor amiga. Ella negó—. De verdad podemos irnos.

—No es necesario—contestó sin dejar de ver hacia la mesa y suspiró nuevamente entablando la mirada en su mejor amiga—. No pasa nada.

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