Capítulo 13

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Erick

Una parte de mí quiere detenerlo justo ahora, esa parte que pelea por ser fuerte, por darme un lugar, por hacer que me respete cuando ni yo mismo soy capaz de hacerlo. La conversación que tuve con Chris la noche en que llegó, no ha parado de rondar mi cabeza, me persigue día a día, cada maldito segundo desde que sucedió y me enoja tanto, me da tanta rabia y molestia no ser capaz de detenerme justo ahora, justo ahora que su boca está en mi cuello siendo malditamente gloriosa, succionando mi piel, siendo consciente de que van a quedar marcas y que no será para más cosa que lucirlas como un trofeo.

Me odio, me doy asco a mí mismo porque quiero apartarme sin embargo estoy gimiendo en su oído porque quiero gritar lo bueno que es en esto y lo mucho que me calienta. Me odio por disfrutar de la forma en que sus manos recorren mis piernas, en los apretones que deja en mis muslos mientras gruñe excitado porque si de algo no tengo dudas es de la terrible erección que muele contra la mía. Estoy asustado, cagado de miedo porque se que no vamos a parar, ninguno de los dos va a hacerlo aún cuando supongo que ambos sabemos que estamos cometiendo un error.

-No...te calles.

Jadea perdido en mi boca cuando pasa sus dedos por mi pezón derecho, pellizcando la punta de forma torpe pero horriblemente placentera y ni en un millón de años, ni en una vida siguiente a esta, yo sería capaz de callar mis gemidos, es tan frustante saber que me está volviendo tan loco y no puedo hacer nada para evitarlo, nada puedo hacer para mantener mis labios sellados porque definitivamente me está regalando las mejores sensaciones que he experimentado y se bien de lo que hablo porque he sido receptor de muchísimos hombres.

-¡Oh! -Grito con fuerza porque uno de sus dedos se ha metido en mí sin avisar, el ardor se expande con la misma velocidad en que añade otro y aunque debería doler, simplemente me abro más, permito que mis piernas se estiren a cada lado para que su mano me folle a gusto.

-Así...maldita zorra... así.

Decir que se encuentra fuera de sí, sería tan solo una burla a la realidad, una metáfora insuficiente a lo que tengo ante mis ojos, una completa falta de respeto a la lujuria más pura que sus orbes avella me brindan. No se si esta es la imagen que siempre presenta cuando tiene sexo, no quiero ni imaginar que alguien más haya tenido el placer de ver en primera persona lo que estoy viendo ahora pero maldigo a cada mujer que ha caido en sus garras, la maldigo de por vida porque quiero pensar que toda esa furia desmedida que lleva en su rostro, es solo por mí, para mí.

Los minutos se extienden y casi quiero golpearlo cuando me hace llegar, cuando sus dedos expertos y canallas repiten el roce violento contra el punto interno que hace a mi cuerpo perder la razón. Quiero gritar que lo odio cuando mi semen se aleja de mi pene y se desparrama en mi abdomen, quiero romper el momento para decirle que es un error y jamás debimos pasar este límite sin embargo el sonríe, sonríe y me paraliza el mundo porque se que es una victoria, es su victoria en esta batalla desastroza de sudor y gemidos.

-¡Joel!

Mi grito nos sorprende a ambos, lo se porque borra de golpe ese gesto orgulloso de sus labios y toda la oscuridad del infierno se acomoda en sus ojos, tengo miedo, tengo miedo de él y tengo miedo de mí porque no pude contener la liberación más bien lograda de mi existencia, no pude callar mi llamado a su nombre, no pude darme el lugar que creí que merecía porque he pronunciado una palabra propia que destapa toda la furia de los demonios más tenebrosos que se agrupan detrás de las murallas más altas de nuestros propios infiernos y si ya no estuviera todo lo suficiente jodido, el bastardo ganador, se cuela de golpe en mí, deteniendo el mundo, parando los relojes de cada pared del planteta, sosteniendo en un limbo peligroso la estabilidad mental de los dueños de ambos cuerpos que permanecen conectados por primera vez, de la forma más cruda y carnal.

-¡Joder!

Su exclamación es el preludio, el artista telonero que hace el show previo para entretener al público mientras el verdadero cantante se prepara para el espectáculo principal, es solamente el sonido físico de la verdad que ya conozco, es solo el acopio de fuerzas para comenzar con la verdadera batalla, esa que no tiene ganador, que no tiene derrotado, esa que está a punto de comenzar entre los cuerpos perdidos que somos él y yo. Nunca supe que el miedo podía venir de la mano de un chico de cabellos rizados, nunca supe que iba a necesitar tanto a alguien como en este momento lo necesitaba a él porque si, eso era, justo ahora yo lo necesitaba.

-Mué...vete.

Y como tal, lo pedí.

La orden fue acatada sin recular, sin esperar el silbido del árbitro que da comienzo al partido, sin adaptar los canales y masas que se fusionaban, fue acatada como si el mandato celestial de mi voz, fuera lo que esperaba para destruirme y lo hizo. Destruyó todo de mí, destruyó mis barreras y los incontables ladrillos con los que alguna vez construí mi refugio, ese refugio desde el cual podía disfrutar sin entregarme, podía gemir sin perderme a mí mismo en el llanto mudo de mi pobre corazón que iba a romperse a pedazos porque yo sabía, yo sabía que esto estaba mal, que era el peor de los pecados, sabía que esos movimientos peligrosos de sus caderas contra las mías, iban a llevarme directo al abismo.

-¡Gime!

Gritó en mi oido innecesariamente, no tenía que ordenarlo, no tenía que gastar palabras en obligarme a hacer algo que yo con gusto estaba ya cumpliendo. Era un idiota, un vil ser humano carente de consciencia, lleno de rabia y orgullo heterosexual que justo ahora se le estaba desparramando por la borda. Cada empuje fue una llave, una llave que abría magistralmente cada puerta de mi ser porque yo estaba entregado, completamente perdido y lanzado directamente a las fauses del monstruo, yo estaba en un lugar en el que nunca antes había llegado y no quería detenerlo, no quería regresar, no quería que sus embestidas terminaran jamás porque me estaba dando mucho más de lo que yo merecía, me estaba dando una imagen que valía oro macizo, la imagen de su completa entrega también, él se estaba entregando.

-Yo voy...me...yo...

Era inútil tratar de formular una frase coherente, mi orgasmo estaba en la puerta de salida, impetuoso e indomable y él se aprovechó. Besó mis labios como si fuera su última oportunidad, como si en poco tiempo una fuerza mayor que ambos me fuera a arrancar de él, besó mis labios confirmando que también era su fin, que los movimientos vulgares y desesperados de sus caderas estaban a punto de terminar y así fue. Gritando sin ser capaces de contenerlo, ambos explotamos de la forma esperada, sin censuras ni jadeos fingidos, sin planificar un término al increíble sexo que tuvimos. Mi semen volvió a escurrirse de mí, sensibilizando mi cuerpo al llevarse consigo toda mi fuerza, el suyo...el suyo encontró su lugar en lo más profundo de mi ser, permaneciendo por larguísimos minutos mojando mis paredes, calentando mi conducto mientras su miembro aún semi duro, descansaba de la barbarie en mi interior.

El silencio llegó cuando las respiraciones pudieron estabilizarse, dando paso a la realidad, una realidad que habíamos convertido en el peor de nuestros males. Nadie se atevió a hablar, no había nada que decir, ninguna palabra podría ser capaz de formar una idea coherente, no existía ni la más mínima explicación para hacernos entender y sin embargo, lo sabíamos, sabíamos que este fue el comienzo del resto de nuestras vidas y que para bien o para mal, ambos fuimos culpables, ambos opacamos la razón para dejar libre vuelo al sentimiento, un sentimiento enfermo y carente de consciencia pero era tarde, era muy tarde, por eso al salir de la cama, no pude mirar atrás y entre un llanto que no vió lágrimas y una puerta que se cerró, yo estaba oficialmente enamorado de él.

Walls ll JoerickWhere stories live. Discover now