Capítulo 9.

10 3 6
                                    

Narra Olivia.

Estaba demasiado enfadada, la furia me ardía por dentro. Caminaba rápidamente en dirección a "casa", con Mark siguiéndome de cerca intentando alcanzarme sin resultado.

El maldito estúpido, no debería de haberse acercado a mis amigos, ahora saben de su existencia y querrán saber que lazos me unen a él. Ni yo misma tenía las respuestas necesarias para esa pregunta. Todo lo relacionado con Mark y la época en que le conocí era un revoltijo  enredado de mentiras, engaños y una bomba nuclear de sentimientos. Sólo de pensar en aquellos días, mi pecho se contraía y me costaba respirar.

Durante la mayoría del trayecto, ambos guardamos silencio, sabiendo que era mejor de ese modo, ya que la alternativa a eso, era discutir. Pero hasta ese pequeño momento de paz que había entre nosotros, él tenía que estropearlo.

- No entiendo por qué sigues enfadada conmigo. Yo no tengo la culpa de todo lo que pasó.

- Olvídalo, no pasó nada. Nunca vuelvas a mencionarlo. - Pare de andar, y di media vuelta para encararle- No me mires, no me hables, no me busques, no te me acerques, no existo para tí. Tú para mí estás muerto. Superalo de una vez.

Él paró sus pasos a mi altura, y tras mis palabras en sus ojos brilló el dolor. Vi como se tensaba, y una vena de su cuello aumentó de tamaño considerablemente.

- Niñata estúpida. ¿Te crees que todo gira entorno a tí? - con una de sus manos de hierro agarró mi brazo para impedirme huir, como llevo haciendo más de dos meses.- No todo lo que hago tiene que ver con lo que pasó. He entendido que quieres olvidarlo todo y lo respeto. Pero no voy a hacer como que no existes. Quieras o no, formamos parte de la misma familia ahora, y por el bien de todos, debes de actuar como si fueramos amigos. Ni siquiera eso, tan sólo sé tolerante cuando estoy cerca.

El agarre de su mano no cedía, y seguía siendo firme sobre mí. Su enfado era infernal, lo cual incrementaba mi furia al doble. Nuestras miradas parecían estar enfrentándose la una a la otra, retandose para ver cuál caía primero.

- Lo dices como si tú no intentaras hacerme saltar cada vez que tienes oportunidad. Sigues igual de estancado en el pasado que yo. - Una risa histérica vacía de humor salió de mí - Eres un hipócrita Mark.

Tras unos segundos, liberó mi brazo, y comenzó de nuevo la ruta hacia la casa. Le seguí en silencio, demasiado furiosa como para pensar con claridad mi siguiente movimiento. Tengo la necesidad de herirle, hacerle sentir el mismo daño que él me hizo sentir a mí durante tanto tiempo.

Llegamos, y ambos entramos en silencio. La voz de mi madre llegó desde la cocina:

- La cena está lista, asearos y venid a comer.

Subimos las escaleras que daban al segundo piso, a las habitaciones, cuando se me ocurrió una idea que podía prender la chispa definitiva de la guerra que lleva meses acechando sobre nosotros.

No me iba a sentir cómoda metiéndome dónde tenía pensado hacerlo, seguramente iba a salir igual de dañada que él, pero era algo que tenía que hacer, por mí, por todo el dolor que he pasado y por su constante recuerdo.

Abrí la puerta de mi cuarto, pero no entré, esperando al momento perfecto, y cuando él abrió la puerta de su cuarto, contiguo al mío me acerqué por su espalda, y de puntillas susurré en su oído:

- Formamos parte de la misma familia, pero no de la forma en que a tí te gustaría, ¿cierto? - Nunca en mi vida había sido capaz de utilizar un tono tan sensual, pero había conseguido que mi mensaje fuera claro y conciso.

El pelo de su nuca se erizó al entrar en contacto con mi aliento, y el brazo que agarraba el pomo de la puerta se tensó, marcando todos sus músculos, dejando bien claro que estaban concienzudamente trabajados.

Aprovechando su desconcierto, declaré ese como el momento de mi huída, así que me di media vuelta para dirigirme a mi cuarto, cuando, de repente, un tirón en mi brazo me hizo parar y retroceder los pasos que había dado.

Esa no era la reacción que yo había esperado en él, pero ya no había vuelta atrás. Le había sacado el anillo de seguridad a la granada, sólo podía esperar a que explotara.

Mark me arrinconó contra la pared que separaba las dos puertas de nuestros cuartos, manteniendo una de sus manos en mi brazo, y la otra al lado de mi cabeza, apoyada en la pared. Acercó su cabeza a la mía. Un repentino calor subió por todo mi cuerpo.

Su mirada decía: "Si quieres jugar, juguemos".

Su boca se encontraba a unos centímetros de la mía, y podía escuchar los latidos de mi corazón en mis oídos. Cuando creía que iba a acortar ese pequeño espacio, dirigió sus labios a mi oido. Instintivamente tragué saliva, dándome cuenta de que tenía la boca levemente abierta.

- Me he dado cuenta, que sigues sin presentarme como a tu hermano. Me pregunto por qué será.

Mi cuerpo se tensó sólo, sin necesidad de una orden previa o consentimiento por parte de mi cerebro.

¿Le gusta jugar? Perfecto. No tengo pensado perder.

- Tampoco veo que tú quisieras hacer esa aclaración. - Mi mano voló y acarició su mandíbula. - No eres mejor que yo, así que no vayas de santo.

Su boca se curvó en una sensual e irónica sonrisa sin mostrar sus dientes. Se separó de mí y se dirigió a su cuarto.

- Nos vemos el viernes para la fiesta, hermanita. - Sus ojos poseían ahora un nuevo brillo, el de reto.

Ambos íbamos a jugar con fuego. Pero era un juego al que ya estabamos bastante acostumbrados a jugar. El recuerdo de todo lo sucedido volvió a sacudirme. No, esta vez ya sé como manejar los hilos. La determinación de que iba a pisotearle y hacerle sentir del mismo modo que él hizo que yo me sintiera, volvió a crecer en mí, con mucha más fuerza.

Aún así, su último mensaje había sido claro para mí: pensaba aceptar la invitación de Lexy para venir a la fiesta del viernes. Sabe como enfadarme, como conseguir sacarme de mi zona de confort, siempre ha sabido muy bien que cartas jugar para ganar ventaja en la partida. Pero yo ya no soy tan estúpida como antes.

Entré en mi cuarto, pensando cuál sería mi siguiente movimiento en esta nueva guerra. Sin duda la fiesta del viernes será entretenida.

Abrí mi ventana, y comencé a ordenar todo el desastre que era mi habitación. Me encontraba perdida en mis pensamientos, hasta que el sonido de la ventana de la habitación de al lado me sobresaltó, decidí acercarme a escuchar.

Vi como el viento arrastraba humo, deduje que estaba fumando. Me dispuse a cerrar mi ventana para no dejar entrar el olor del tabaco, cuando escuché la voz de Mark al otro lado de la pared.

- Ey, el viernes me han invitado a una fiesta, ¿vienes?

Se escuchó una voz metálica, la que expulsan las llamadas de los teléfonos móviles. No logré descifrar lo que decía. Mierda. ¿A quién estaría invitando?

Mi lado curioso y cotilla me empujó a quedarme aquí, escuchando la mitad de la conversación, por si conseguía deducir algo.

- Yo también tengo muchas ganas de volver a verte.

¿Volver a verte? ¿A quién?

La voz de mi madre se escuchó por el pasillo:

-Venga chicos, bajad ya, que se enfría la cena.

La respuesta de Mark no tardó en llegar:

- Ey, hablamos luego, tengo que colgar. Nos vemos.

Mierda, no he logrado descubrir nada. Maldita sea. Escuché como la puerta de la habitación contigua se abría. Decidí ir a cenar más tarde, como de costumbre, para no cruzarme con nadie.

Otra cosa de la que preocuparme durante el resto de la semana. Tenía las mismas ganas de que llegara el viernes como de bajar a cenar con todos.

Headache.Where stories live. Discover now