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[Maddie Crum en multimedia]

“Capitulo 8: No confíes en Vinnie Hacker”

 
 


 
No había visto a nadie después de lo que había pasado con Vinnie hace dos semanas atrás, él ni siquiera se había molestado en mandarme algún mensaje o algo. Últimamente mi rutina se basaba en ir hacia el trabajo, entrenar y dormir, por cierto, había estado entrenando muy duro estás últimas semanas además de que eso hacía que me olvidara del chico rubio que andaba rondando por mi cabeza.
 
Mi abuelo me mostró algunos cuatros, pero solo se limitó a decirme los colores que lo activaban, por ejemplo los de la sala de la entrada, el color era el celeste o los del baño—aunque solo habían dos— era el color negro, tanto color a veces me confundía y por ahora no quería averiguar para que servía cada uno, tenía en mi cabeza el pensamiento de que si tocaba alguno iniciaría algún tipo de incendio o que aparecerían armas de la nada. Pero los colores estaban tan destacados de alguna manera que era imposible equivocarse, el abuelo me advirtió que si tocaba el color incorrecto en los cuadros de mi cuarto puede que salgan trampas, y es muy peligroso.
 
Entonces para qué me dicen a mi todo esto.
 
A veces me daba curiosidad, el porqué de tener tanta seguridad aquí, o porqué si corría tanto peligro aquí mis padres me habían traído. En realidad, creo que estaban preocupados por ello, se encargaron de hacer un llamado hace tres días atrás, y parecían sumamente en alerta y cansados. Mamá tenía ojeras en su rostro, lucía algo nerviosa y podía percibir una pizca de preocupación en su tono de voz, papá por otro lado mantenía un semblante serio, el que era muy normal en el gran Theo Jones. Ambos se encontraban en la base del ejercito con sus grandes uniformes azules oscuros, ver sus trajes me hizo recordar cuando mamá me dijo que odiaba aquel color y que cuando cumplió los diez años en el ejercito no dudo en darle su toque a su uniforme. Sacó un bolsillo y lo reemplazo haciendo uno con una tela estampada de color rosado oscuro, aunque parezca raro había quedado bien, de alguna manera el azul y el rosado combinaban  en su pantalón.

 Cerré los ojos al recordar las palabras de mi madre preguntando por mis entrenamientos, ella sabía lo mucho que estaba odiando esto, más ahora, que Vinnie solo se encargaba de confundirme con sus raras actitudes.
 
—Y…¿cómo van los entrenamientos Meg?—sonrió.
 
Rodeé los ojos mientras me dedicaba a acomodar el celular en frente tratando de enfocarme.
 
—Mal, Mark casi me mata.
 
Frunció su ceño mientras tocaba su barbilla.
 
—Dijo que iba a empezar con algo tranquilo—masculló.—. Y no le digas Mark, es tu abuelo Megan.
 
—¿Tranquilo? Tranquilo estaba él viendo cuando casi me ahogo con barro. Mamá ha hecho un circuito, ¡UN CIRCUITO!
 
—Salió exagerada como tú, Theo.—murmuró.
 
Papá sonrió mientras estiró su mano para comenzar a acariciarle la oreja. Mamá estaba sentada y él se encontraba parado detrás de ella escuchando con atención.
 
—Puedo escucharte mamá.
 
—Definitivamente como tú.—agregó papá.
 
—Estoy aquí.
 
—Es normal Meg, y eran las primeras actividades que te hacia hacer. Ahora ¿cómo la llevas?—preguntó mamá.
 
Exhale mientras pensaba en las actividades de la última semana, estaba mejorando un poco. Ya había visitado  un lugar donde enseñaban práctica de tiro, le hice una pequeña broma al abuelo con una arma y la nenita me regañó.
 
—Mejor, el abuelo lo está haciendo de maravilla, aunque a veces me haga odiarlo.
 
Sonrió.
 
—¿Ves? No era para tanto, me agrada ver que ahora te guste un poco este mundo, aunque te hayamos introducido en el a la fuerza.—Admitió algo apenada.
 
—Madre, ya estoy en esto, no voy a dejarlo por la mitad, pero tengo una pregunta.
 
Ambos me miraron con atención, pero esta vez fue papá quien se limitó a responder.
 
—¿Cuál es tu pregunta, hija?
 
—¿Por qué el abuelo me ha estado enseñando todos esos cuadros que hacen cosas?
 
—Es por tu bien, la otra vez alguien estaba apuntándote si mal no recuerdo lo que nos ha contado tu abuelo.
 
—El abuelo exagera.
 
No, no exageraba ni un poco.
 
—¿Exagera?— soltó con sarcasmo—. Te han estado vigilando Megan, y no sabemos quien carajo es, ni porqué lo han estado haciendo.
 
—Yo menos papá, estoy tan desconcertada como ustedes. El abuelo y la abuela me prohibieron todo por eso, y es horrible estar encerrada aquí, para lo único que salgo es para trabajar.
 
—Es por tu bien, el abuelo se está encargando de escanear Wesley. Pronto sabremos quien es y porqué te han estado vigilando y podrás seguir con tus entrenamientos y salir con tus amigos.
 
—Que bueno que hayas conseguido amigos,  Meguin.—interrumpió mamá con una gran sonrisa en su rostro.
 
Meguin, me daba un poco de risa, pero solo dejaba que mamá me llame de esa manera.
 
—¿Por qué no puedo volver a casa?—pregunté repentinamente.
 
—Todavía tenemos algunas cosas pendientes, y te hemos dicho un año Megan, dentro de lo que queda, todo se solucionará y seguirás con tus entrenamientos en la base.–agregó mi padre.
 
—Bien.—me limite a decir sin ganas.
 
—Debemos colgar Meg, esperamos que nos llames pronto.—gritó mi madre mientras lagrimas comenzaban a caer por sus mejillas.
 
—No seas sentimental mamá, nos vemos luego, los quiero.
 
—Recuerda hacerle caso a tu abuelo Megan.—dijo mi padre para después colgar la llamada.
 
 
Terminé de cepillar mis dientes mientras luego me dedicaba a salir del cuarto de baño. Me saque mi pijama para ponerme unos jeans ajustados y suéter, mi cabello se encontraba hecho un lío como siempre y era imposible mantenerlo como deseaba. Tomé mi móvil y me dispuse a mirar la hora, las siete y media marcaba el aparato, salí de mi habitación para ir en busca de la abuela, llegaría tarde otra vez. Hace dos días atrás el despertador había fallado y fui a las nueve de la mañana al trabajo, aunque Larray me repitió varias veces que no me preocupara si llegaba tarde ya que el señor Crum no prestaba atención, pero si el otro dueño llegaba a enterarse no iba a dudar en despedirme.
 
Baje hacia la sala, mi abuela se encontraba desayunando y mi abuelo parecía ya haberse ido ya que solo se encontraba los restos de su comida del otro lado de la mesa. Le dediqué una sonrisa para luego decirle con rapidez.
 
—Buen día, estoy llegando tarde, perdón por interrumpir tu desayuno pero ya debo irme, si pudieras llevar…
 
No me dejó terminar porque me interrumpió.
 
—Megan cálmate, y ahora apura que te llevo.
 
Exclamó para empezar a correr hacia la puerta de salida mientras yo me dedicaba a seguirla. Luego de cinco minutos de viaje logre llegar hacia mi lugar de trabajo, baje del auto mientras mi abuela soltaba un “avísame cuando salgas” cuando me alejaba del mismo. El supermercado estaba todavía cerrado para los que querían comprar pero yo que trabajaba ahí debía dar la vuelta y entrar por la puerta de atrás, me había enterado de esto hace poco, seguramente quedaba como estúpida cuando ingresaba por la puerta que es para los clientes.
 
Cuando abrí la puerta de atrás, todo se encontraban parados escuchando con atención lo que un hombre decía con gran frustración, no podía identificarlo ya que se encontraba de espalda pero cuando todos oyeron la puerta cerrarse se dieron vuelta fijando sus ojos en mi al instante. Y aquel que estaba parado de espalda de se dio vuelta para dejar a la vista su rostro, y me quede tiesa al instante, una pequeña O se formó en mis labios y seguramente mi cara era todo un poema. Sentí como mis mejillas posiblemente se tornaban de un color rojo mientras observaba que el chico que no me quitaba los ojos de encima me miraba con una gran sonrisa divertida en su rostro.
 
—Perdón por la tardanza.—me animé a decir.
 
El chico me siguió mirando mientras ahora se encargaba de levantar su mano y señalarme.
 
—Ven, a esto me refiero. ¡No quiero tardanzas en el trabajo!, el señor Crum es muy blando con ustedes pero eso se acabo a partir de ahora, estaré por cinco meses controlando todo desde aquí, dejaré mis grandes negocios en otros países para dedicarme a este, espero que se comporten y que sea la última vez señorita…
 
Se quedó esperando para que le dijera mi nombre. Dios, pero si era aquel chico que estuvo días insistiendo en llevarme a casa y ahora se dedicaba a regañarme en frente de todos.
 
—Megan… Jones.
 
—Esta bien señorita Jones, venga, debemos hablar a solas sobre algunas cosas. Los demás pueden empezar con sus tareas.
 
El chico comenzó a caminar hacia la puerta que se encontraba al lado de la oficina del señor Crum, me dedique a seguirlo mientras mire hacia atrás donde se encontraba Larray dándome una mirada de ¿Qué carajos? Levante mis hombros en respuesta mientras una mueca de confusión aparecía en mi cara. Cuándo ambos entramos hacia el pequeño cuarto cerré la puerta detrás de mi y él me miraba con diversión.
 
—Con que Megan, trabajabas en mi supermercado.
 
—No sabía que era tuyo también sino ni me molestaba en aceptar.
 
Sonrío.
 
—Ha llegado tarde señorita Jones.
 
—Me di cuenta Humberto.
 
Rodeé los ojos.
 
—Para recompensar eso deberás hacer algo.—soltó.
 
Miré su ropa, tenia una camisa blanca con los primeros botones desajustados y un pantalón negro ajustando a sus piernas.
 
—¿Algo como qué?
 
Me jodía un poco que este chico me molestará cada día, pero si es su supermercado debía tolerarlo.
 
—Aceptar mi propuesta a que comamos juntos en un restáurate.
 
Resoplé,¿si lo hacia iba a dejar de molestarme un poco?. Pensé un poco, mientras él esperaba con ansias la respuesta, luego de algunos segundos respondí.
 
—Esta bien, pero solo una vez.—advertí.
 
Una sonrisa victoriosa apareció en su rostro.
 
—Oh mierda, bien, esta noche a las diez, te esperaré aquí.—exclamó con algo de entusiasmo, parecía estar contento.
 
—Bien.
 
Dije mientras abría la puerta de la pequeña sala. Luego de eso la mañana fue bastante tranquila, Larray solo me preguntó una vez de que había hablado con el jefe y luego que le inventé una historia sobre que me regañó e iba a bajar mi sueldo, dejó de insistir. Mi gran mente seguía vagando bajo el nombre de aquel chico de ojos avellana y que me traía loca, sentirlo cerca había sido lo mejor que me paso en la vida, besar sus labios fueron el inicio de una rara adicción, de los pocos hombres que había besado, él había sido el mejor, era fuego y misterio, eso era lo que lograba llamar mi atención que se comporte de esa manera, que me haga sentir tantas cosas con solo un beso.
Solo habían sido dos besos, y todas las noches soñaba con él último que me dio en la cocina de su casa, la manera en la que me tomó de la cintura y con la fuerza que agarró mi cabello. Estaba jodidamente perdida y no verlo me estaba haciendo mal. Tenía que verlo de alguna manera, y hoy lo iba a lograr, cueste lo que cueste, teníamos varias cosas que hablar.
 
 
 

El Chico De Al Lado                                        [Vinnie Hacker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora