Capítulo 7. [Inefable]

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—En algo estamos de acuerdo—dijo Bárbara a la defensiva—. Ni siquiera sé cómo te llamas.

—Es una pena—murmuró la otra mujer viéndola mientras ajustaba sus zapatos de tacón fino—. Soy la dueña del casino en el que estuviste anoche—Bárbara abrió los ojos ganándose una sonrisa de la mujer—. Sí, lo sé. Imposible que me recuerdes pero quería hacértelo saber.

—¡Como sea!—dijo la morena desinteresada—. Jamás traigo a mis amantes a mi casa. Tenía que estar muy borracha como para no haberme dado cuenta de lo que estaba haciendo.

—Yo conduje. Tú me indicaste el camino que debía seguir.

—No lo recuerdo—Bárbara suspiró sintiendo un ligero dolor de cabeza—. ¿Hace cuánto llegamos?

—Aproximadamente entre las dos y tres de la mañana—ambas se vieron—. Llegaste sola al casino. Te entretuviste mucho tiempo con el Barman y con una de las mujeres que trabajan para mí—la morena sonrió—. No sabía quién eras hasta que el barman me lo dijo. Cuando me viste pasaste tu atención a mi y la chica quedó un poco triste por tu cambio repentino de intereses—le dijo riendo un poco—. Debo decir que sentí pena por ella pero no podría culparte. Aún estando borracha sabías quién te convenía más.

—¿Y cómo fue que llegamos a esto?—las señaló y a la habitación de la morena.

—Como dije. . . Fuiste muy insistente. Querías tenerme desde que me viste.

La morena levantó una ceja.

—¿Tan fascinada estaba?—le preguntó con picardía mientras la mujer mordía su labio inferior.

—Fascinada es poco—caminó hasta Bárbara y pasó sus brazos por el cuello de la morena logrando que instintivamente Bárbara colara sus manos por si cintura.

No podía negar que era una mujer sumamente hermosa con unas curvas bastante pronunciadas. Eso le encantaba, y el dinero era solo un bono extra del cual acababa de enterarse y que sin duda le sacaría provecho en alguna oportunidad sin dejar a un lado su propósito principal: Los Achaga.

Bárbara no había sabido nada de Macarena durante cinco días. La castaña la había llamado un par de veces, pero sin obtener resultado alguno. Ella no había querido contestarle puesto que creía que la noche en la que se habían visto, había sido un buen momento para que la recordara y la dejara con ganas de más. Lo que si era cierto es que Bárbara quería recuperar un poco de lo que había perdido en esos días. Estuvo leyendo libros de amor donde anotaba cada frase que sintiera extremadamente cursi para recitarselas a Macarena en su segundo encuentro. A ella le gustaban esas cursilerías.

Invirtió tiempo completo en su trabajo tras el abandono que había sufrido por su inquieta y maliciosa aventura de amor que estaba teniendo con la castaña. Al día siguiente de haberse visto, Bárbara le había deseado un buen día con unas rosas y un tarjetón que llevaba unos osos cursis y estúpidos incrustados en el. Cosa que en más de una ocasión la hizo sentirse asqueada. Desde ese día solo habían pasado cuatro días más. Días donde había estado ausente por completo de su teléfono móvil y solo se dedicó a trabajar.

—También estaba fascinada con lo que veía—murmuró la mujer besando lentamente el cuello de Bárbara—. No fue algo unilateral. Fue algo mutuo, Bárbara.

—¡Qué bueno saberlo!—Bárbara levantó a la mujer por las caderas haciendo que sus piernas se mezclaran en su cintura y ambas se sonrieran antes de caer una encima de la otra sobre la cama—. Fue un error haberte comparado con una prostituta—empezó a hablarle Bárbara mientras le quitaba nuevamente el vestido—. No hay punto de comparación entre tú y una mujer de esas.

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