Empieza El Recorrido

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Un nuevo día llegó después del pequeño festejó de anoche, Veriana había aparecido dormida en su trono en una posición muy incómoda. 

Después de tanto comer y beber, simplemente cayó rendida en el gran salón rojo.

El sol iluminaba el salón rojo, indicando que era hora de despertar. 

En ese momento llegó el joven Tristan, abrió la puerta del salón rojo de una patada, estaba lleno de energía y entusiasmo. 

Había despertado tarde, debía apresurarse para iniciar su entrenamiento y cuidar de su maestra como había prometido a su amigo.

Veriana despertó de golpe por el ruido de la puerta. 

Tristan ya había desayunado con los empleados, trajo un poco de pan y queso para su maestra.

—Buenos días maestra, le traje el desayuno —dijo el joven con alegría.

Puso la comida en la mesa, él se sentó un poco alejado de ella.

Veriana, aun con dolor de cabeza y soñolienta, se acercó a la mesa desganada, un poco molesta. 

—No vuelvas a entrar así, enano desgraciado —dijo aún cansada. 

Para Tristan, no era un problema despertar temprano después de una noche de tragos, ya que él siempre despertaba en las madrugadas para sus misiones en el ejército de los exploradores, después de una noche de festejo anticipado.

Veriana comía el pan y el queso, mientras el joven se encontraba entusiasmado.

—Ahora que usted tiene su libertad y es mi maestra, yo soy su estudiante, ¿qué es lo que voy a aprender el día de hoy? —con brillo en los ojos preguntaba Tristan. 

Veriana giraba un pequeño cuchillo para quesos entre sus dedos, miró a Tristan y le respondió:

—Muy bien, recordarás cuando te perseguí por todo el castillo, tu primera lección ¿la recuerdas?— preguntó Veriana. 

—Si maestra —respondió Tristan un poco avergonzado.

—Pues debemos trabajar en tu resistencia enano, no duras nada. Te daré la siguiente misión —dijo Veriana mientras clavó el cuchillo en la mesa. 

—¿Misión? —se preguntaba Tristan en voz baja. 

Veriana empezó a explicar.

—Debes traer hasta aquí una pequeña rosa, podrás encontrar muchas llegando al Norte del Bosque, podrás ver árboles grandes, tan altos como diez guerreros. Trae hasta aquí solo una simple rosa y eso es todo, ya te puedes ir, me molestas. —dijo Veriana mientras comía el queso.

—¿Sólo eso? ¿Traer una rosa? Suena bastante sencillo —pensó el joven viendo las rosas del jardín a través de la ventana del salón rojo.

—Esto no es nada fácil —respondió Veriana como si pudiera leer la mente del humano—. Mis pruebas son siempre difíciles, mortales, no aptas para cualquier humano débil como tú. Es muy probable que no pases alguna de estas misiones, no sobrevivirás a alguna de ellas. Eso me haría completamente feliz, una molestia menos en mi vida. 

—¿Necesito algo más para completar la misión, maestra? —preguntó Tristan. 

—¿Sigues aquí? Estorbas mi descanso —dijo finalmente Veriana dejándose caer en el trono, satisfecha por el desayuno.

El joven Tristan salió rápidamente del salón rojo a prepararse para su misión. Alistó su morral con provisiones, herramientas y su espada de madera, aún con sangre de su última batalla.

Las tres reinasWhere stories live. Discover now