En mil pedazos

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Capítulo 36

Mi mente divagando y mis sentidos concentrados en percibir la tela de la manta que me cubre, es diciembre o al menos eso logro suponer por los arreglos navideños y la espesa nieve que cae.

— Fanett, ¿ya comiste? — se acerca la enfermera

— El frío hace que mi hambre desvanezca — esbozo una media sonrisa y me cubro hasta los hombros con la manta

— No puedes tomar tu medicamento sin comer, voy a traerte un poco de pasta.

— Gracias — esbozo una sonrisa

Las prácticas agresivas que se basaban en choques eléctricos, medicamentos los cuales me mantenían prácticamente inconsciente se fueron desvaneciendo con el tiempo, incluso la comida se volvió mejor.

Era alguien nueva, simplemente estaba en paz, aunque los medicamentos y tranquilizantes seguían siendo parte de mi vida ya no me quejo.

El día pasa con normalidad y yo sigo sentada en aquel sillón de siempre, todos saben que es de mi propiedad y siempre se encuentra en la misma posición, viendo hacia los barrotes de aquella ventana.

Las luces comienzan a parpadear haciendo que mi atención se fije en el techo hasta que las luces se quedan completamente apagadas.

— Guarden la calma, vamos a llevarlos a su habitación — indica la enfermera con voz dulce

Los guardias entran con linternas en las manos llevándose a los primeros pacientes mientras las enfermeras encienden las velas, no me muevo de mi lugar, solo me quedo en espera de un guardia que me guíe a mi habitación.

— De pie por favor — dice con un tono firme, aunque no se logre entender bien gracias a la tela que cubre su boca

— Claro, solo déjeme llevarme mi manta.

— Tranquilo, ella puede llevársela, no es una paciente agresiva así que no deben de tener miedo — dice la enfermera

— Nos vemos mañana — me despido de ella con un abrazo y una sonrisa

El guardia me toma fuertemente del brazo llevándome hasta el pasillo el cual también estaba en completa oscuridad, solamente la débil luz de la linterna lograba guiarnos.

— Mi habitación está del otro lado — le informo al guardia, pero él me ignora — si no me lleva a mi habitación voy a gritar — advierto

— Vamos a cambiarte de habitación.

— No me informaron nada — intento soltarme, pero me sujeta con más fuerza

— ¡Ayuda! — grito e intento correr — ¡ayuda! — vuelvo a gritar

— Silencio — gruñe entre dientes y me cubre la boca

Me arrastra por los pasillos cubriendo mi boca con una mano y sujetando la linterna con la otra, es un hombre alto, me lleva más de una cabeza en lo que se refiere a altura y su fuerza es evidente, no puedo hacer nada, después de todo mi única opción era gritar y él se encargó de que no pudiera hacerlo.

Subimos las gradas que dirigen al techo, saca una llave de su bolsillo y abre la puerta, la misma que abrí yo hace unos meses.

La desesperación e impotencia se apodera de mí, intento gritar o salir corriendo, pero es imposible, mis manos tiemblan y mi corazón late con fuerza, las lágrimas se asoman por mi rostro al ver como subimos hasta llegar al techo.

— ¿Estas llorando? — dice con confusión — voy a dejarte hablar, pero promete que no vas a gritar.

Asiento hacia su condición y él aleja su mano de mi boca.

En la penumbra +21Where stories live. Discover now