3.

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— ¡Cago en putia! ¡Igor no tener sentimientos!

Carlo suspiró profundamente y puso su mejor expresión condescendiente. Igor estaba nervioso, había dejado de atacarlo para defender con uñas y dientes su postura. Y aunque era divertido sacarlo de quicio, esa vez iba a presionar sus límites y darle un empujoncito, a ver hasta donde era capaz de admitir.

— Entonces voy a buscar a Tiffany para terminar lo que has interrumpido.

Hizo el amago de darse media vuelta para ir en su busca, pero Igor lo detuvo en apenas un segundo, dando un paso hacia adelante y sujetándole el brazo en un agarre firme y brusco, propio de quien actúa sin pensar.

El ruso parpadeó un par de veces, sorprendido. Su cuerpo se había movido por su propia voluntad, siguiendo un impulso incontrolable. Apenas le dio tiempo a pensar, sólo sintió una profunda aversión a la idea de Carlo estando con esa mujer.

O con cualquiera fuera del círculo de confianza que tenían.

¿Eso eran celos?

— ¿Qué pasa Igor? ¿No quieres que esté con ella?

Carlo volvió a girarse, encarándolo. Sus labios esbozaron una sonrisa chulesca y jodidamente irresistible, mientras que sus ojos azules brillaban anticipando el triunfo.

Sin embargo, Igor no era tan fácil.

— No ser eso. Es que ustied olvidar su camisa en el asiento.

La expresión de Carlo decayó, desviando la mirada hacia el asiento en el que estuvo sentado con Tiffany y comprobando que, efectivamente, su camisa seguía ahí.

— Bueno —el italiano se repuso enseguida, encogiéndose de hombros con una fingida actitud despreocupada contra ese golpe a su orgullo. —Tampoco es que la vaya a necesitar cuando esté con ella.

Igor hizo una evidente mueca de desagrado y murmuró algo en ruso entre dientes, evidentemente molesto. Esta vez Carlo se molestó en ocultar una sonrisita y puso su mejor expresión pensativa, decidiendo hacer una jugada arriesgada que podía salir o muy bien, o muy mal.

— Aunque... podría quedarme si me ofreces algo mejor.

Carlo se fue inclinando hacia Igor lenta y elegantemente, como una pantera que acecha a una presa a la que está deseando hincarle el diente. Igor se quedó estático, no por miedo, sino porque no tenía ningún programa que le dijera cómo reaccionar en una situación así.

— ¿Qué estar pensando esa cabecita suya, Carlo? —preguntó el mayor bajando el tono, hablándole más suave de forma inconsciente.

El italiano se lamió los labios y la mirada del ciborg bajó hasta fijarse en ellos, tragando saliva. Cuando volvieron a unir sus miradas, Igor pudo ver cómo los ojos del rubio estaban oscurecidos por el deseo.

— Un beso.

Los ojos de Igor se abrieron con evidente sorpresa, pues aunque entendía la situación una parte de él había dado por hecho que Carlo saldría con alguna de sus bromas. Pero... eso no parecía ser una broma. Nunca nadie lo había mirado así. Y que Carlo lo hiciera le gustaba.

Precisamente porque se trataba de Carlo.

La distancia entre ambos se hizo nula. Las respiraciones de ambos se entremezclaron, las narices se rozaron, los labios entreabiertos se acariciaron tentativamente...

Carlo se quedó quieto, expectante, esperando que fuera el ruso quien terminara de acortar la ínfima distancia entre ellos y diera el paso.

Un segundo pasó. Dos. Tres.

El beso no llegó.

Lentamente volvió a separarse, mirando al suelo. Jamás en toda su vida lo habían rechazado así. Y por algún motivo que no quería entender, sentía que le dolía el pecho además del orgullo.

— Carlo...

— Da igual. —Se apresuró a cortar él, secamente. No pensaba escuchar un rechazo. Eso sí que no.

— Espere, ustied no entendier Igor. —El mayor volvió a tomarlo del brazo y aunque por puro rencor quiso separarse, se quedó quieto pero sin mirarlo aún.

— Igor no poder besarle. No poder iniciar contacto físico.

Carlo por un momento se sintió estúpido. Por supuesto que no podía besarle, si hace un mes apenas podía darle un abrazo de un segundo. Lo había presionado demasiado.

— Pero... —siguió hablando Igor, dubitativamente. —Igor podría actuar libremente si... ustied ser quien iniciar... eso.

El italiano rápidamente alzó la mirada, encontrándose con la mirada expectante y esperanzada de Igor, que le dedicó una pequeñísima sonrisa. Eso fue suficiente para hacerle recuperar la confianza en sí mismo.

— ¿Quieres que te bese?

Carlo volvió a inclinarse hacia Igor, pero esta vez sus labios acabaron rozando el lóbulo de su oreja en una sensual caricia, haciendo estremecer al ruso. Su voz fue un susurro bajo, íntimo y sumamente erótico.

— Pídemelo.

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