72- Olivia.

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Papá respiró agitado, sujetó con fuerza el machete haciendo rechinar sus nudillos y tragó saliva. Se cubrió con la capucha, se puso de pie y corrió lejos de ella. Adentrándose en las ruinas.

Kaldor se levantó de un salto.

—¡Vuelve aquí, gallina! —exigió rabioso.

—Pa...pá.

Iba a seguirlo, pero se detuvo, giró hacia ella, le echó una breve inspección para asegurarse de que estaba a salvo y luego se permitió fruncir el ceño:

—¿El sicario es el Rey?

Olivia avanzó primero arrastrando los pies, alcanzó a Kaldor, lo sujetó del hombro y luego siguió avanzando, cada vez más rápido.

—Ese hombre es mi papá...

—Olivia es imposible, él está muerto.

—¡Papá!

Olivia corrió en aquella dirección como una estrella fugaz que se pierde en la curvatura de la tierra. Extendió los brazos para no tropezarse con los bloques de muro que estaban disgregados en las ruinas delgadas y oscuras, pero no lo encontró.

—¡Papá! ¡Papá!

Kaldor la perseguía sosteniendo la linterna, hasta que la alcanzó con su luz, por más iluminada que estuviera ella seguía sintiendo oscuridad sobre su piel.

—Olivia... él no puede ser...

—¡ES ÉL! ¡CÁLLATE DE UNA VEZ!

Kaldor olfateó el aire. Tenía las manchas condensadas en sus puños, escapando, como si fueran niebla lúgubre o humo denso. Olivia supuso que lo estaba rastreando, era horroroso verlo comportándose como una bestia o un perro, pero ya había asumido que él no era del todo humano y se había acostumbrado.

—¿Lo encontraste? —preguntó ansiosa.

Kaldor frunció el entrecejo.

—El sicario no tiene olor. Huelo otra cosa. A dos personas. Una tiene el corazón a mil. Está muy asustada.

—¡Pregúntale al espejo dónde está papá! —pidió apretándose las manos.

—Perdí el espejo cuando saltamos al portal —respondió él con poca paciencia.

—¡Mierda, Kaldor!

—Hay más gente aquí. Sígueme. Los huelo en esta dirección.

Regresaron al lugar de la pelea, Olivia desenterró su atizador del suelo y lo siguió.

Ambos corrieron seiscientos metros por donde saltaron contornos de ventanas, se escabulleron por grietas en muros, por estrechos callejones y se escabulleron en viejas estructuras que se veían como mansiones. Olivia quería decirle a Kaldor que no fueran al ataque de dos desconocidos, que tenían que ir por su papá, pero tenía la mente en blanco y la lengua laxa y fofa como una planta sin mucha luz.

Kaldor le hizo un gesto con la mano que indicaba que se detuviera, apagó la linterna y se la dio. Ella sujetó con fuerza su atizador, tomó aire y se percató de que casi no había respirado desde que había visto a papá.

Aguzó el oído y escuchó a un par de pasos aproximándose al final de la cuadra. Ellos estaban protegiéndose detrás de la robustez de una columna testaruda que no se había derribado con el correr de los años.

Ambos saltaron al unísono y enfrentaron a los otros dos habitantes que contenía Ruinas Honrosas esa noche. 

Tu muerte de abrilWhere stories live. Discover now