—Ahora, querido, trata de comportarte y no me toques el culo —dijo, afinando su voz—. No quiero que me dejes en ridiculo otra vez.

—A veces me das miedo, Jeff —sonrió al tiempo que negaba con la cabeza.

La puerta de entrada automática se deslizó hacia los lados, permitiéndoles el paso, y al instante el frío de los aires acondicionados del local les golpeó placenteramente en el rostro. Caminaron por las góndolas llenas de productos tomando un pack de cervezas, una botella de vino, queso, aceitunas y bacon para preparar antes de la comida, snacks salados, algunas galletas, carne de cerdo y varias cosas más. Luego de una media hora eligiendo sus comestibles, se dirigieron a la caja, Ron pagó con su tarjeta de crédito, y usando el mismo carrito de metal salieron rumbo al Camaro estacionado, para cargar las bolsas en el maletero del coche.

Una vez hicieron aquello, Ron devolvió el carrito adonde estaba y luego regresó al coche, subiendo del lado del conductor. Jeffrey lo esperaba dentro, con el brazo derecho colgando fuera de la ventanilla, y un cigarrillo entre sus dedos.

—Yo me pondré a cocinar en cuanto lleguemos, ¿Tú podrías revisar si nos faltó algo por limpiar en la casa? —preguntó Ron.

—Claro, no hay problema.

—¿Te dijo Suzie a que hora llegaría?

—Pasadas la una, supongo. Aún tenemos tiempo de sobra, tú tranquilo.

Ron dio un resoplido, mientras maniobraba hacia la salida del parking.

—Es increíble, no voy un sábado a la academia, y ni siquiera sé en que hora estoy parado.

—¿Cómo vas con eso, Ronnie? ¿Serás un buen policía?

Ron apartó los ojos de la calle que se extendia por delante, para mirarlo un momento. Salvo muy contadas veces, Jeffrey nunca le preguntaba como le iba en la academia de policía. Y que lo hiciera tan de repente, era muy raro.

—¿Te sientes bien, Jeff?

—Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas?

—Porque jamás dices nada sobre mi carrera, es más, hasta donde sé, te importa una mierda.

Como toda respuesta, Jeffrey lo miró y se encogió de hombros. Dio otra pitada a su cigarrillo, y soltó el humo soplando hacia la ventanilla abierta. Ron volvió a retomar la charla.

—Pues bien, si todo me sale como espero, en unos pocos meses ya podré ejercer la profesión. Solo me faltan las últimas pruebas de aptitud física, pero va todo de maravilla. Gracias por preguntar —dijo.

—Solo espero una cosa de ti.

—¿Ah, sí? ¿Cómo qué, por ejemplo?

—Que el día en el cual tengas que venir a arrestarme, me avises con un poco de tiempo. Dame ventaja, hermanito.

Jeffrey codeó levemente a su hermano, pero a Ron no le hizo la mínima gracia. Lo miró sin comprender, y luego habló.

—¿Por qué habría de ir a perseguirte?

—Vamos, hombre... solo es una broma.

—Eso espero, Jeff.

Continuaron el camino sin decir nada más, mientras Jeffrey encendia la radio buscando la X666, la única radio en FM que transmitía heavy metal. Ron lo dejó hacer, aun a pesar de que no era demasiado fan de aquella música, mientras permitia que su mente se perdiera en sus propios pensamientos, cuestionándose aquella broma tan extraña de su hermano. Sabía bien que no tenia una vida de las mejores, que sus amigos eran de dudosa reputación y consumía alguna que otra sustancia de vez en cuando, nada del otro mundo: hachís, LSD, marihuana y anfetaminas. Pero no era un chico malo, nunca había asaltado a nadie, ni se había metido en lios gordos.

Honor y sangreWhere stories live. Discover now