━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo púrpura

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—¿Fue eso lo que te dijo entonces? —inquirió, atando cabos.

La más joven asintió.

—No lo dudó a la hora de restregármelo por la cara —siseó Drasil mientras arrugaba la nariz con desagrado. Cada vez que lo recordaba le hervía la sangre—. Aunque no se esperaba que Ubbe me lo hubiese contado primero. Supongo que eso fue lo que la impulsó a decirme que esa noche se acostó con él, poniendo en tela de juicio la versión de Ubbe. —Su compañera alzó las cejas con indignación—. Quería hacerme el mayor daño posible. Está desesperada.

Eivør soltó todo el aire que había estado conteniendo.

Eivør soltó todo el aire que había estado conteniendo

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—¿Y tú la crees? ¿Crees a Margrethe?

La castaña negó con la cabeza.

—No. Sé que Ubbe no ha vuelto a tocarla desde que estamos juntos. —Realizó una breve pausa, lo justo para relamerse los labios—. Después de mi encontronazo con Margrethe me fui a casa. —Nuevamente decidió obviar el detalle de su conversación con Lagertha—. Ubbe debió enterarse de lo ocurrido y fue a verme. Yo... Reconozco que en ese momento estaba algo alterada y que no pensaba con claridad, que me dejé llevar por todo lo que me habían dicho... —puntualizó en tanto apretaba las sábanas en sus puños cerrados—. Discutimos. Según Ubbe, me excedí. Me dijo que debí ser más inteligente y no caer en las provocaciones de Margrethe... Y eso me llevó a preguntarle si le había gustado el beso que ella le dio. —Sus orbes esmeralda se humedecieron, tornándose vidriosos—. No supo darme una contestación. N-no lo hizo...

No pudo seguir hablando, dado que un molesto nudo se aglutinó en su garganta, constriñéndole las cuerdas vocales. Su respiración se agitó y el labio inferior le empezó a temblar descontroladamente... Y entonces las primeras lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

—Oh, Dras... Ven aquí. —Eivør se arrimó más a ella y la envolvió en sus brazos—. Eso es... Suéltalo todo. Te hará bien desahogarte —le susurró al oído mientras le acariciaba el pelo con dulzura. Y es que con Drasil le resultaba imposible no sacar a relucir su lado más maternal y sobreprotector—. Tranquila. Estoy aquí para ti.

Todo cuanto pudo hacer la hija de La Imbatible fue llorar en sus brazos.

Todo cuanto pudo hacer la hija de La Imbatible fue llorar en sus brazos

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