—Me alegra hacerte reír —presumió con cierta exageración.

No respondí y Francisco se dedicó a seguir comiendo sintiéndose orgulloso por su logro.

—Hay algo que quiero aprovechar para decirte —dije cuando terminó su sándwich—. Me di cuenta que vengo a tu casa cuando quiero. Doy por sentado que quieres verme pero puede que no tengas ganas. —Me miró con curiosidad—. Lo que quiero decir es que puedes decírmelo, si no quieres verme voy a respetarlo y si quieres verme voy a regresar.

Sonrió con ternura al oírme decir eso. Se acercó y sus manos volvieron a jugar con mi cabello.

—Parece que tu cabeza te tiene muy ocupado. —Su mirada lo adivinaba todo—. Me agrada verte. Siempre.

—¿Incluso enfermo?

Soltó una carcajada bajando su mirada.

—Admito que soy un pésimo paciente —se acercó a mi oído— pero fue lindo que me cuidaras.

Mis brazos lo rodearon y nos quedamos allí en silencio. Acomodó su cabeza en mi hombro y su peso recayó en mí, sus brazos también me rodearon. Suspiró suavemente.

—Estás cansado.

—No tanto.

Seguimos en la comodidad del abrazo. Ese día se notaba su agotamiento y un sándwich no era una cena para alguien que no se había detenido a descansar. Me preocupaba pensar que pudieron existir otras ocasiones donde actuó como si no estuviera cansado.

—No hagas nada obligado —remarqué con seriedad.

—No hago nada obligado.

Su respiración se sentía cálida en mi cuello.

—Aunque hoy podríamos dormir y ver qué pasa en la mañana —murmuró.

Algo era diferente aunque no podía precisar si eso diferente estaba en él o en mí.

—Si mañana quieres dormir eso está bien. No tienes que forzar nada.

—Si seguimos así vamos a pasar de amantes sin compromiso a ser amigos con derechos.

Amigos con derechos sonaba menos frágil, menos efímero.

—¿Eso va en contra de las reglas?

—Contigo no porque eres muy correcto.

—¿Qué significa eso?

Se separó de mí.

—Que te portas bien —dijo en tono de broma.

Era una de esas respuestas ambiguas suya que podía significar cualquier cosa. Que no traicionaría su confianza, que haría lo que él quería, que no pasaría ningún límite, que no lo lastimaría, como también podría no significar nada.

Se puso a ordenar las cosas de la mesada y lo ayudé lavando lo usado.

***

Mi cabeza no podía dejar en paz la frase amigos con derechos. Nos llevaba a otro nivel o eso parecía. Una amistad era sin duda más estable, un plan a largo plazo. Dejaba de ser un juguete descartable para ser alguien en su vida. Mis emociones eran absurdas porque anhelaba esa certeza de seguir viéndolo sin que se perdiera lo inofensivo. Me costaba mucho plantearme a mí mismo qué es lo que quería porque todo lo que sentía y pensaba eran un montón de contradicciones.

El sexo era el motivo de nuestros encuentros y fuera de eso no teníamos razón de ser, sacando la eventualidad de sus días enfermo, por lo que fue extraño compartir esa noche sin la única cosa que nos unía. Francisco se acomodó a mi lado sin complejo alguno.

—¿Entonces es posible para nosotros ser amigos con derechos?

Podía parecer muy ansioso de mi parte soltar esa pregunta pero necesitaba sosegar mi mente, resolver mi situación de persona prescindible.

—Sí.

—¿Significa —continué inquieto por mi auto exposición frente a él que no se le escapaba nada— que si algún día ya no quieres acostarte conmigo vamos a poder seguir viéndonos?

Apoyó su frente en la mía.

—Me gustaría que así fuera —respondió con suavidad, su mano acarició mi mejilla—. Aunque no deberías pensar que no querría acostarme contigo.

Sus palabras tenían esa seguridad y cuidado que buscaban calmar mi incertidumbre. Me asustaba un poco pero me conmovía también. Francisco se apiadó de mí y besó mi frente. Quise decirle gracias por algún motivo que ni yo mismo tenía claro pero no dije nada, un impulso me llevó a besarlo en lugar de pronunciar esa palabra. Era la primera vez que hacía semejante cosa. Apenas toqué sus labios respondió el beso, no se sorprendió ni lo desaprovechó, y, como era natural en él, tomó el control de la situación. Un beso suave, largo, seguro, cargado con el deseo de ser el primero de muchos. Francisco dejaba en claro que llevaba tiempo esperándolo. Cuando terminó lo miré sin saber qué decir a pesar de haber sido mi iniciativa.

—Así que los besos ya no están prohibidos.

Pero él siempre tenía algo para decir.

—No.

Parecía feliz, tanto que me sentí intimidado.

—¿Te cuento un secreto?

—¿Qué?

—Me pone muy feliz haberte conocido. Contigo siempre tengo lindos momentos.

Lo abracé buscando refugio, no me creía capaz de ser fuente de felicidad para nadie. Yo era un ser triste y amargado en un mundo derrumbado. Besó mi cabeza mientras me envolvía con sus brazos y dejó que me quedara allí.

Los sucesos de esa noche me dejaron más confundido que tranquilo. Había roto con un límite autoimpuesto al besarlo y, aunque me sentía culpable, no me sentía tan culpable como esperaba. No fue el hecho trágico como imaginé que sería, no me quitó el sueño, no me quitó el hambre, ni me hizo sentir sucio. Era algo triste pero tampoco tan triste y eso me dejó decepcionado conmigo mismo. Sabía que iba a volver a besarlo, que se convertiría en algo normal entre nosotros, y eso tampoco me molestaba mucho.

 Sabía que iba a volver a besarlo, que se convertiría en algo normal entre nosotros, y eso tampoco me molestaba mucho

ओह! यह छवि हमारे सामग्री दिशानिर्देशों का पालन नहीं करती है। प्रकाशन जारी रखने के लिए, कृपया इसे हटा दें या कोई भिन्न छवि अपलोड करें।

ओह! यह छवि हमारे सामग्री दिशानिर्देशों का पालन नहीं करती है। प्रकाशन जारी रखने के लिए, कृपया इसे हटा दें या कोई भिन्न छवि अपलोड करें।
Oculto en Saturnoजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें