—En absoluto. Me hace sentir como un capricho— debí estar bastante tiempo en silencio, porque al final abrió los ojos y volvió a hablar, esta vez mirándome—. ¿A que vienen estas preguntas?

—¿Eh?— pestañeé varias veces sorprendido y luego me encogí de hombros al no saber que responder. No venían a nada, tan solo aparecieron por mi mente—. No lo sé.

—Mira que eres raro.

—Me lo dicen mucho— respondí con resignación. Creo que las dos únicas personas en el mundo que no me lo habían dicho, eran Teresa y mi padre—. ¿Es malo ser así?

—¿Tu lo sientes como algo malo?

—A veces sí, cuando se ríen de mí.

—La gente se ríe constantemente de todo, no te debería importar— me sonrió y yo le respondí con otra igual. En estos momentos llegaba a la conclusión de que todo lo que Minho mostraba por fuera, era pura fachada. Por dentro tenía mucho más amor que cualquier persona que existiera en el mundo—. A mí me gusta cómo eres.

—¿Aunque te pegue cuando me ganas haciendo trampa en los videojuegos?

—Aunque me pegues cuando te gano sin hacer trampa.

—Sí la haces.

—No la hago, no intentes echarme la culpa de que seas tan malo— sonrió y yo fruncí el ceño, molesto de veras porque realmente tenía razón. Inflé los mofletes como me acostumbraba a hacer cuando me sentía molesto y le pellizqué la nariz—. ¡Ah, desgraciado! ¡Te vas a enterar!

—¡NONONONO! ¡Perdona, perdona, porfa, plis!

—Ya no hay perdón que valga— se quitó de mi regazo, y tras sobarse la nariz, sonrió y se lanzó encima de mí para comenzar a pellizcarme con fuerza en cada sitio que encontraba. Grité y me quejé, pero poco le importaba—. ¿Ahora también estoy haciendo trampas?

—¡A-ah, es trampa que seas tan fuerte! ¡AH, P-PARA!

—No grites tan alto, idiota, que vas a despertar a la princesa monstru-

—¿A la princesa qué?

Ambos nos detuvimos en el instante que hizo aparición una tercera voz. Ese mote era uno que le habíamos puesto a Kim en broma, y obviamente, era secreto. No debería haberlo escuchado, no debería estar de pie, en bóxer y con una camiseta manchada, fulminándonos con la mirada. Sonreí débilmente y conseguí liberar una mano para saludarle desde el sofá.

—¿Qué tal te encuentras?— preguntó el pelinegro. Supongo que para cambiar de tema y que lo del mote se quedara en el olvido. Y por alguna especie de milagro, funcionó.

—Como la mierda— Kim se quitó la camiseta y fue al baño a dejarla, para volver envuelto en una mullida bata rosa. Todo era muy elegante hasta el momento en el que llegabas a su cara y veías unas ojeras y el infierno reflejándose en sus pupilas. Hasta tenía maquillaje corrido por las mejillas—. Los odio por haberme despertado.

—Nosotros te odiamos a ti por habernos hecho ir a recogerte.

—Yo no odio a nadie— respondí sonriente. Kim rió y me despeinó cariñosamente—. Siento haberte despertado, Kimmie. Tu hermano estaba intentando comerme.

—Te estaba pellizcando, que es diferente, idiota –le saqué la lengua y me acerqué más a Kim, quien se había sentado a nuestro lado. Dejé que me rodeara con su brazo y me apoyé en él aunque apestaba a alcohol—. Traidor.

—No es traidor, simplemente tiene buen gusto y me prefiere a mí— me miró y sonreí. En realidad era una especie de pacto silencioso que teníamos para molestar a Minho. Era muy fácil poner celoso al pelinegro—. ¿Te molesta?

—Para nada, puedes quedártelo.

—Te molesta.

—Te molesta.

—No me molesta, paren los dos— fue a ponerse en pie, entonces Kim y yo nos miramos, asentimos, y tras agarrar de nuevo a Minho lo tiramos en el sofá para hacerle cosquillas—. ¡A-ah, he dicho que paren, idiotas!

—¡No grites, estúpido, que me duele la cabeza!

—¡No me hagas cosquillas! ¡Thomas, suéltame el pie!

Al final tuvimos que detenernos porque Kim se mareó y tuvo que salir corriendo al baño a vomitar de nuevo. Por suerte esta vez no necesitó ayuda y Minho pudo permanecer lejos de cualquier posibilidad que le manchara. Después de eso, el mayor apareció otra vez por el salón, con peor cara que antes y pasta de dientes en la barbilla. Se despidió de nosotros con un beso en la cabeza y marchó a dormir. Minho apagó la tele para que no hiciera ruido y se acomodó conmigo en el sofá.

—¿Dormimos aquí?— pregunté acomodándome a su lado. Él colocó el brazo y me acercó más a sí, permitiéndome pegarme todo lo posible a su pecho. Por suerte no hacía tanto frío como para necesitar una manta o algo con lo que cubrirnos.

—Sí, pero no hagas ruido.

—Minho.

—¿Qué parte de "no hagas ruido" no entendiste, Tom?

—Minho— insistí mirando a la nada, ya que todas las luces estaban apagadas. Escuché un suspiro de resignación y sonreí.

—¿Qué quieres?

—¿Por qué eres mi amigo?— se quedó en silencio y de nuevo lo único que se escuchó fue la respiración de Kim desde la otra punta de la casa. Pasó tanto tiempo que me dio miedo haber dado cosas por hecho, haber considerado nuestra relación como una amistad. Con Newt ya me había sucedido, y no era difícil que me hubiera vuelto a equivocar—. No importa, es una tontería.

Forcé una sonrisa aunque no pudiera verme y me acomodé para dormirme, alejándome un par de centímetros de él. Por alguna razón me entraron ganas de llorar, unas ganas enormes. Pero no lo hice, me mantuve en el mismo silencio que él.

—No lo sé, quizás porque eres la única buena persona que he conocido— me acercó a él de nuevo y dejó un pequeño beso en mi cabeza antes de añadir—. Y porque nunca te callas. Ni aunque sean las cinco de la mañana y yo me esté muriendo de sueño.

No se lo dije, pero en mi mente le agradecí mil y una veces por responderme, por recomponer aquel trocito de corazón que Newt había roto horas antes con sus palabras.

MÍRATE  적응! ー newtmas.Where stories live. Discover now