Chifuyu solía preguntárselo siempre.

Cómo fue que alguien con pensamientos tan arcaicos como Baji se fijó en él y lo reclutó en su escuadrón. Chifuyu no era la gran maravilla peleando, tenía una contextura delgada, era bajito y sí, puede que Baji le haya visto golpear a un par de idiotas que decidieron emboscarlo cuando salía de la escuela, pero aquello no era motivo suficiente para llegar a interesarle. Chifuyu terminó barriendo el piso con su cara aquella vez y Baji tuvo que golpear y amenazar a todos los motociclistas que le emboscaron para salvarle el pellejo. Después de eso le invitó a comer y charlaron de la vida como si se conocieran de hace años.

Completamente normal, claro.

Habían ocasiones en las que Baji lo trataba como a un igual, como si fuese un alfa más y no un simple beta. Le entrenaba duro, olvidándose de que la diferencia entre ellos, tanto en altura como en fuerza, era exorbitante. Baji le sobrepasaba por una cabeza y ni hablar de su masa muscular. Aún así, Chifuyu logró salirse con la suya unas cuantas veces. Era lo bastante astuto, rápido y escurridizo como para lograr vencerle cuando Baji bajaba la guardia.

En los encuentros con pandillas contrarias solían pelear a la par, espalda con espalda, cubriéndose el uno al otro. Hacían buena dupla.

Chifuyu notó en ese entonces que por mucho que Baji desprestigiara a los betas y mirara por encima del hombro a los omegas masculinos, con él siempre se comportaba de una manera diferente, como si su ley de soy el alfa más fuerte se fuera al carajo cuando estaban juntos.

Baji le respetaba, le cuidaba y le quería. Confiaba en él. Solían perderse en los atardeceres coloreados cuando pasaban el rato, charlaban de lo primero que se les viniera a la cabeza, rescataban gatitos callejeros y se encargaban de alimentarlos, se contaban todo y Chifuyu solía dormir en la habitación de Baji más que en la suya.

Era como si tuviesen algún tipo de conexión especial que les uniera, porque si Chifuyu se sentía mal, Baji mágicamente se sentía peor, lo mismo ocurría cuando alguien o algo molestaba a Baji, Chifuyu siempre era el primero en reparar en ello, aunque nadie más lo notase. Eran infinitas ocasiones en las que sucedía lo mismo, podían comunicarse con una mirada sin notificar a los demás, se entendían tan bien que no había necesidad de una palabra; lo cual era muy curioso ya que no eran más que amigos, y ese nivel de conexión no solía darse entre un alfa y un beta, jamás, ya que lo normal era que ocurriese entre un alfa y un omega.

A veces Baji solía rozarle el cuello cuando estaban cerca, o cuando compartían la misma cama, como si quisiera y fuese posible dejarle su aroma impregnado. Lo hacía inconscientemente y ni cuenta se daba. Su lado posesivo y sobreprotector salía a la luz cada vez que alguien se le acercaba a Chifuyu y, por acto de reflejo, él merodeaba cerca, aún sabiendo que el rubio era capaz de defenderse solo. Baji no tenía razones para hacerlo, no era más que su instinto el que le obligaba.

Aún así, todo seguía siendo tan confuso y retorcido para Chifuyu, que empezaba a dudar de sus sentimientos hacia el pelinegro, porque sí, él sí notaba cada detalle y cada acción que Baji hacía, desde los roces territoriales hasta los gruñidos posesivos y aunque le costara admitirlo, tenían cierto efecto en él.

Que un alfa cuidara tanto de un beta era... simplemente extraño. Iba en contra de las reglas de la naturaleza.

Por eso, cuando el primer celo de Chifuyu se presentó, el rubio entendió muchos puntos de su relación con Baji que parecían no tener sentido antes, lo cual le permitió relajarse un poco.

 omega - bajifuyuWhere stories live. Discover now