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Esos ojos pertenecían a un poderoso enemigo que en tiempos pasados había incluso considerado un amigo.

El samurái de las serpientes, Orochimaru.

Jiraiya observó si Tsunade también había sido víctima de la estupefacción, la encontró con su arma lista como toda gran samurái que sigue el camino del guerrero, sin embargo, sus ojos metódicos se habían abierto desmesuradamente y su mano firme no pudo evitar ser asaltada por un espasmo nervioso.

Ella también fue afectada. Ambos lo estaban. Mirando esta sombra del pasado encarnada frente a ellos.

Jiraiya no lo podía creer, ese sujeto pertenecía a una época en la que él aún era un joven ingenuo e idealista que creía que con solo la matanza se lograría la paz. Una era en la que daba por cierto que sería muy sencillo tomar una vida. Ese samurái desertor de la propia tierra, donde fue dado a luz y criado, era un amigo del fuerte guerrero de cabellos blancos, y un compañero de batalla ocasional de algunas de las expediciones que realizaba la princesa Tsunade. Sin embargo, por azares del destino, sus caminos se separaron cuando Orochimaru eligió el poder que ofrecía el enemigo ante su honor.

—Vaya, esta sí que se trata de una sorpresa — la voz del samurái de las serpientes se escuchó similar al potente siseó de una criatura del mismo infierno —. Esperaba encontrarme con Tsunade, pero no contigo, viejo amigo.

—Tú y yo dejamos de serlo hace un largo tiempo, no mezcles el pasado con el presente —afirmó Jiraiya, su Katana apuntando a su adversario.

Esas palabras eran claras, el objetivo de su enemigo era atacar la tropa que lideraba su compañera, ¿Pero con qué fin?. Orochimaru siempre era quien se enteraba de primera mano de las noticias que llegaban de los altos mandos, la guerra contra el clan que él apoyaba se había acabado, ¿Acaso se transformó en un vasallo del mal que solo asesina por placer?.

—No sé cuál sea la razón por la cual te atreves a poner un pie en mi presencia — dijo Tsunade, alzando la voz —. Las guerras se terminaron, si planeas atacarnos, te prometo que no escaparas de este bosque con vida.

El temblor de su mano se había acabado, sostenían su Naginata con el filo apuntando el pecho de Orochimaru.

—¡¿Qué es lo que quieres?! —exclamó
Jiraiya, ya estaba cansado de ese juego absurdo.

Orochimaru avanzo unos cuantos pasos fuera de su escondite entre los matorrales, aun así, los compañeros samurái no dieron ni un solo paso atrás, los ojos penetrantes se dirigían a Tsunade y Jiraiya a la vez. Algunos soldados cedieron terreno, retrocediendo, esos ojos de serpiente no eran nada comparada al del frío infierno, esa mirada era la de un ser maligno, a punto de traer la desdicha sobre cada uno de los presentes.

—No deseo nada que tú me puedas dar, viejo amigo, dejaste de ser útil para mí hace años, sin embargo — su mirada de depredador se dirigió a Tsunade y Shizune con vivo interés. — Una legendaria Onna- bugeisha con especialidad en la medicina me será de gran utilidad para mis proyectos.

Por el fragmento de una milésima de segundos, un sentimiento de temor golpeó el pecho del valiente guerrero, ahora sabía que no tenía algo en contra de la tropa que dirigía Tsunade, al contrario, la quería a ella viva, de esta forma sus talentos en el arte de la medicina sirvieran a su retorcida voluntad. Ese sentimiento le carcomía en lo más profundo a Jiraiya, nadie le haría daño a sus camaradas, menos a Tsunade, no permitiría que la lastimaran.

Con su postura firme, sin mostrar de forma notoria su preocupación (su compañera, Tsunade había adquirido una máscara de indiferencia hacia su enemigo) le hablo a su viejo amigo, manteniendo su orgullo inquebrantable.

—Creíste que venir solo tendrías ventaja para lastimar a alguno de mis soldados — afirmó Jiraiya con tono burlón —. Demostraste ser más estúpido de lo que parece.

—Llegaste a conclusiones apresuradas, mi querido amigo —una sonrisa perversa se formó en los labios de Orochimaru —. ¿Quién dijo que vine solo?

El inconfundible sonido de pasos amortiguados por la nieve, junto con el de matorrales de arbustos siendo apartados, fue el prefacio a la bienvenida de un nuevo enemigo.
Junto a Orochimaru, se presentó ante todo el escuadrón dirigidos por Tsunade y Jiraiya, un joven muchacho vestido a la misma andanza que un guerrero Samurái (pero sin el porte honorario que debía caracterizar a uno de ellos), con su armadura intacta lista para cualquier batalla a campo abierto, sin embargo; no portaba su casco característico, dejando a plena vista con la escasa nitidez de la noche su rostro.

Jiraiya percibió como el rostro de Tsunade era la viva imagen de la incertidumbre, él no conocía a ese vasallo de Orochimaru, pero el semblante tornado de confusión por una milésima de segundos de su compañera confirmara que ella si lo conocía.

—¿Kabuto? —cuestionó la Onna-bugeisha, había un tinte lejano en su voz, en esos precisos momentos, ambos, tanto Jiraiya como Tsunade estaban viendo frente a frente vestigios del pasado.

El muchacho, al que Tsunade lo denominó por lo que parecía ser su nombre, no dio ni una más mínima señal de reconocimiento. Solo se quedó allí, expectante, mirando con un deje de desdén a todo los soldados.

—Disculpe mi retraso, Orochimaru-Sama.

Kabuto se inclinó ante su señor, en una señal de respeto y subordinación.

—Espero que hayas traído lo que te solicite — dijo Orochimaru, sin dejar de apartar su perversa mirada de quienes antes fueron sus camaradas.

—No sería capaz de defraudarlo.

Ante esas últimas palabras del vasallo del Samurái de las serpientes, en todo el bosque se escuchó unos cuantos murmullos de voces humanas, el crujido de ramas y pisadas en la nieve se acercó cada vez más al lugar donde se hallaba el escuadrón acampando.

«No hay la menor duda» pensó Jiraiya, posicionando su cuerpo, preparándose para realizar la técnica de desenvainar, «Hemos caído en una trampa»

❦𝗥𝗲𝗴𝗿𝗲𝘀𝗼 𝗮 𝗰𝗮𝘀𝗮 ➻【Tsunade y Jiraiya】Where stories live. Discover now