—¿Recuerdas a Seth? —comencé con el chisme.

—Tu novio.

—Sí. —Me dejé caer a su lado en el sofá y pegué mi mejilla a su brazo—. Me puso los cuernos.

Santiago activó su micrófono un momento.

—Ya tengo que irme, muchachos. Nos vemos mañana —dijo.

En la pantalla aparecieron algunos saludos del chat y luego él apagó el juego y se quitó los auriculares. El televisor se puso negro un momento antes de encenderse en el canal de noticias.

Bajó el volumen y me miró.

—¿Cómo te has enterado?

Me pasé una mano por el cabello para apartarlo de mi rostro.

Ahora que estaba tranquila, en mi departamento, tenía tiempo para pensar sobre lo que había sucedido y...¿Qué diablos?

—Ella estaba en la fiesta y Seth la llamó por teléfono. —Le expliqué mientras gesticulaba con las manos—. Adivina quién atendió.

—¿Hablas en serio?

—Debiste de haber estado ahí —dijo Adrián. Aún estaba echado, con la cabeza sobre las piernas de Santiago mientras se pellizcaba el caballete de la nariz por el dolor de cabeza. Ahora que tenía el cabello fuera del rostro, me di cuenta de que, en efecto, había perdido su arete—. El teléfono se conectó a los parlantes y todo.

Santiago abrió la boca, sin creérselo. De no haber estado en ese momento yo tampoco me habría creído que alguien podría tener tanta mala suerte.

Estuve agradecida de que el shook del momento no me hizo darme cuenta de lo vergonzoso que fue todo.

—¿Cómo estás tú? —me preguntó.

—Bien, supongo —admití. Ahora sentía un poco de pena y quizá enfado contra Seth, pero no había nada dolido más allá de mi orgullo. Él no era tan especial para mí. Sólo esperaba que tampoco lo hubiera sido para la otra chica—. Sólo enojada.

En momentos como estos me alegraba de nunca tener expectativas en las personas. No me podían decepcionar si nunca esperaba nada de ellos.

Los hombres van y vienen. La estabilidad emocional no.

—Eh... Jessica ¿Cómo era la chica? —preguntó de repente.

Esa pregunta me desconcertó.

—No lo sé. Baja, piel morena.

Guapa.

—¿Y de casualidad se llama Alex?

Adrián y yo compartimos una mirada. Santiago sostuvo el hombro de su amigo para evitar que se cayera y luego señaló la pantalla del televisor.

Ahí estaba.

Ahí estaba, Alex, la chica de esta noche.

Un programa de chimentos pasaba en bucle un video de ella saliendo de un edificio, rodeada por reporteros y cámaras. El titular decía "ALEXIS PRESA".

¿Qué?

Le arrebaté el control remoto y le subí el volumen. Era uno de esos programas de la tarde que pasaban grabados por la madrugada.

Prestándole atención, noté que el edificio del que salía era, en realidad, una estación de policía. El video era de esa misma tarde. Ella incluso llevaba los mismos pantalones rotos y la misma chaqueta con tachas de la fiesta.

Se veía como una estrella de rock, incluso luego de ser arrestada. Parecía que apenas si reparaba en la gente siguiéndola.

—¿Quién es ella? —pregunté, como si no acabara de verla hace tan sólo media hora.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTAWhere stories live. Discover now