Capítulo 8-Parte 2

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Abner

Me jode el hecho de que nadie responda por el puto celular, ni Elissa ni ninguno de mis hijos, me duelen los tímpanos de tanto escuchar a Dorian peleándose con Adal.

-¡Joder que ya no son niños chiquitos!--Les grito dándome la vuelta a encararlos.

Se mantienen serios y rígidos cuando me acerco y siguen teniendo el mismo miedo que cuando eran niños y me veían enojado.

-Estamos esperando a las bestias--Informa Marcos.

Cuáles bestias imbécil de mierda.

-No te pregunté--Contesto.

No digo que no me agrade, es solo precaución para que no quiera entrar en mi vida.

Se va sin responder y mi cuerpo se tensa al ver a dos animales caminando por enmedio de la calle como si fueran libres en la sociedad.

-Pero que mier...... --No alcanzo a terminar la frase cuando un fuerte estallido se hace presente.

Joder no, dime que no.

La risa de mi hermana capta la atención cuando suelta la bazuca mientras toma otra arma disparando a los enemigos.

Está loca.

No espero y escucho el rugido de la pareja de leones que brinca la cerca tragandose a la guardia de enemigos. Río y me voy detrás matando a todo aquel que se interponga.

Alcanzo a matar a el anillo de seis hombres que rodean la cancha de basquetball. Paro cuando reconozco a mis hijos en medio del patio, esposados y de rodillas en el suelo.

Los cinco.

¿Dónde carajos está Elissa?

Me cubro detrás de un árbol, mientras que pierdo de vista a el maestro de Lissa, Marcos no se a donde mierda se fue, las leyes atacan sin piedad mientras Dorian y Adal se meten al caos juntos. Me queda claro que estamos de mal en peor.

Siento un gruñido detrás de mi y volteo lentamente, el león me mira como su carnada y no bajo la mirada ante su amenaza.

Levanto la mano lentamente acariciandolo sin temor a ser atacado por semejante animal. Este sin dudar se deja y la lame como su fuera un pequeño gato.

Por lo menos este si me quiere.

Señalo a los hombres que tienen armas y el león los mira como si fueran su juguete favorito, alzo el arma quitando el seguro y procedo a señalarle al león las víctimas, este corre a alimentarse con la vida de esos hombres.

Narrador tercera persona

Nunca alimentes a la bestia si no sabes controlarla. Eso se pensaba, Max al ver a el león tragarse al humano creía que era el animal más hermoso, no le temía, lo adoraba sin tocarlo. El espectáculo que daban era puro y sangriento, el león cazaba y ninguna bala lo rozaba, con el corazón a millón Max se paró y sin ningún tipo de esfuerzo rompió las esposas, para eso fue entrenado. Lo sabía, sabía que su familia no era del todo normal.

-Escuchame Max, si nos vamos por la puerta trasera encontraremos la pintura que mamá nunca quiso cambiar de lugar, sabes lo que debe estar ahí--Issac es el segundo en quitarse las esposas.

-Armas--Dicen los dos al mismo tiempo.

Ya estaban acostumbrados de tantas misiones, lo estúpido era que no querían abrir los ojos en cuanto quien eran.

-Ayúdenme--Se queja Adara.

En medio de las balas Max y Issac se mueven desatando a sus hermanos. El equipo estaba listo y el hecho de ser peligrosos no debería ser difícil una situación así. Solo, solo faltaba alguien.

Elissa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora