19 - Un antes y un después

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—Este es el Palacio Vertingan —le dijo mientras se acercaban a la entrada del viejo edificio.

Notó la sorpresa en los ojos de Olivia.

—¿Está abandonado?

Tadeo asintió.

—No vive nadie, pero ambientaron algunas habitaciones para los turistas. Aunque hay que sacar turno para entrar.

Sintió la decepción en la joven.

—La próxima vez que vengas organizamos con tiempo y lo visitamos. Es muy lindo adentro. Ahora podemos recorrer el exterior.

Mientras avanzaban por el lujoso patio, lleno de estatuas, arbustos floreados y pequeñas fuentes, Tadeo le contó la historia sobre la familia que había vivido allí.

Según decían los guías turísticos, el hombre había mandado a construir el edificio en tiempo récord, ya que querían huir de los tiempos de guerra que vivía su país en aquellos años.

—Se instalaron cuando aun no estaba terminado.

—En serio querían huir...

Tadeo asintió y le contó sobre la habitación que estaba del otro lado de la ventana que estaban observando.

—Dicen que uno de los hijos era pintor, pero su padre odiaba esa profesión para él. Lo quería siendo soldado o manejando los negocios de la familia. Dormía allí y siempre que podía, corría los muebles y pintaba en las paredes. Compraba cuadros y telas para ir ocultando su arte. Dicen que no descubrieron sus pinturas hasta que huyó del palacio.

—¿Huyó?

—Se había enamorado antes de llegar a este país y después de unos años, decidió regresar por su amor. Era un soldado... Entenderás que en esos tiempos era más difícil aceptar aquello.

—¿Y lo encontró?

Tadeo le dijo que, según investigaciones, si. Pero a los pocos años el soldado murió en una guerra y eso afectó mucho al pintor. Se abandonó a sí mismo en una pequeña cabaña hasta que murió por una enfermedad. Lo encontraron entre bocetos de pinturas que nunca llegó a hacer para su amado.

—Qué fuerte —le dijo Olivia acercándose a la ventana, como queriendo ver algunas de sus pinturas.

—Cuando la guerra terminó, la familia regresó a su país y dejaron esto abandonado. Hay muchas más historias de las otras personas que habitaron esto, pero te las dejo como intriga para tu propio recorrido por el lugar.

—Definitivamente, volveré. Me intrigan esas pinturas.

—La verdad que tenía mucho talento.

Continuaron recorriendo el lugar hasta que el reloj se aproximó al horario en que Olivia tenía que tomar el autobús. Regresaron a la casa para buscar el bolso y luego Tadeo la acompañó hasta la estación.

El viaje lo hicieron en silencio. Olivia se permitió ir observando la ciudad con un poco mas de atención, sin tanto miedo, sin tanta bronca... Sintiendo la reconciliación con su pasado.

Y Tadeo no podía dejar de observarla de reojo. Sabía que la extrañaría, incluso ya empezaba a hacerlo y ni siquiera se habían despedido.

—Creo que tenemos tiempo para un helado —le dijo él cuando bajaron del taxi.

Olivia sacó su celular para comprobar el horario y asintió. Tenían unos minutos, así que fueron a la heladería que estaba en la estación y tomaron su helado mientras esperaban la llegada del autobús.

—¿Qué opinas de Valedai ahora? —le preguntó Tadeo.

Olivia sonrió.

—Es una linda ciudad. Sigo pensando que le falta tranquilidad, pero eso no fue tan molesto esta vez.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now