Encuentro.

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—Mierda, escucho borroso.—Los síntomas de la gripe eran notorios.

Con una temperatura superior a los 38º y una presión más alta de lo normal, la chica se balanceaba por los pasillos de su casa. Su inestable soporte sobre las paredes hacía que tropezara repetidamente, mientras que sus manos temblorosas trataban de esclarecer el camino a través del tacto, dejando rastros de sudor en su camino sobre la pintura látex anaranjada.

Ella era muy despistada, múltiples veces la habían regañado por no portar un atuendo abrigado durante el invierno. Por más que ella negara la necesidad de un abrigo, los fuertes vientos y las bajas temperaturas sumadas a la nieve, eran razones más que suficientes para que el sentido común de una persona pensará en vestirse con algo caliente. No se le pedía mucho, solo lo mínimo, un abrigo de tela al menos.

—Debería llamar a Ochako.—Aunque rápidamente descarto la idea.

Según su crianza y valores, ella debía ser independiente, no volvería a depender de nadie, no después de aquello...

Abrió y cerró torpemente la puerta, le echó llave y con un paso apresurado emprendió su camino directo a la universidad, se le estaba haciendo tarde.

—Señor Midoriya, sé  soy muy insistente, pero no se olvide de cerrar el gas.—El dueño parecía preocupado sobre el tema.

—No se preocupe, soy muy atento con esas cosas—respondió.

Con las ultimas instrucciones dadas, el dueño del pequeño apartamento podía irse un poco más tranquilo sabiendo que estaba en buenas manos. Como todo pueblerino recién llegado a la ciudad, su curiosidad por la ciudad no hacía mas que aumentar por cada metro cuadrado que avanzaba.

—No sería mala idea salir, a pesar del frío.—Trataba de convencerse—. Bueno, empiezo en una semana así que aún hay tiempo.

La fricción del viento hacía que su sensación térmica fuera aún más gélida. Al ser un simple pueblerino, estaba acostumbrado a los cambios extremos que solía tener el clima, por lo que a pesar de tener un abrigo condicionado para el invierno, su pantalón corto no contrastaba para nada con la idea de "protección invernal" que ejercía la chaqueta que llevaba.

—¿Qué está haciendo? —Fijaba su mirada al corredor.

El edificio residencial en el cual habitaría en los próximos 4 años era un edificio con una estructura simple; consistía en una edificación construida en "L", cuyas puertas de las habitaciones daban directamente a un pasillo metálico con escaleras que daban igualmente al aire libre. Por obvias razones, cuando salías de tu habitación, salías directamente al frío.

La chica se había desplomado después de dar 5 pasos en dirección a las escaleras, arrodillada en el suelo, la poca conciencia que aún no abandonaba su cuerpo le insistía en apoyarse sobre la pared para no caer completamente al congelado metal.

—Oye.—Una voz masculina la llamó—. ¿Estás bien? 

Con un debil movimiento, la chica posó su mirada borrosa sobre la figura (aparentemente masculina) que la llamaba. Tal vez fuera la fiebre que provocaba las alucinaciones que estaba teniendo, pero juraba que por un momento, logró verlo a él.

—T-Tamaki.—No pudo aguantar más y cayó rendida.

—¡Hey! —La atrapó antes de que tocara el suelo.

Sabía que era un imán de desgracias, tal vez hasta su nacimiento fuera un error, pero que la vida lo tratará de está manera siempre que estaba dispuesto a algo ya parecía personal, tal vez en su vida anterior había hecho enojar a un dios y esta vida fue su castigo.

La chica del segundo pisoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt