Parte 18: Buscar el amor

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|________ Bennett|

A la mañana siguiente todo se sentía extraño. La mayor parte de la noche me la pasé pensando, intentando descifrar mis emociones.

Me levanté más tarde de lo usual, asi que debía hacer el desayuno para el abuelo rápidamente.

—Buenos días, Abuelo.

Saludé apenas lo ví bajar, llevaba el desayuno a la mitad.

—Lo lamento, se me pegaron las cobijas.

—Está bien, no iré tan temprano.

—¿El señor Richards pasará por ti? — asintió.

Suspiré aliviada y seguí cocinando. El abuelo también estaba en silencio

Tocaron a la puerta, a lo que el abuelo extrañado se paró a abrir.

—Leyton, aún es temprano.

—Vine a decirte que no habrá labor hoy.

—¿Por qué no?

Me levanté del asiento y caminé hacia ellos para escuchar mejor.

—El reverendo — continuó — Fue asesinado.

Sentí como algo se revolvió y miré al abuelo, quién también parecía consternado.

—Todo el pueblo está preocupado, cualquier labranza fuera de aquí está suspendida por hoy.

—¿Saben quién lo hizo? — pregunté metiéndome a la conversación.

—No lo creo. Dicen que había una nota, al parecer el hombre no era tan bueno como todos creían.

—No me sorprende — comentó el abuelo

—Tambien vine a advetirtr que es muy probable que vengan los oficiales a hacerte preguntas

—¿A mí? ¿Por qué?

—Para nadie era un secreto que eras a el único que no le agradaba el predicador.

—¿Y? Eso no significa que lo maté.

—Son simples deducciones.

El abuelo soltó aire pesadamente en derrota.

—Gracias por avisar.

El hombre movió su sombrero en despedida y caminó en dirección opuesta mientras el abuelo volvía a cerrar la puerta.

Debía aceptar que tenía tantas dudas como que mi corazón latía tan nerviosamente rápido.

—Que terrible — comenté, él hizo solo un ruido.

Me acerqué a la mesa para ponerle su desayuno. Regresé al fregadero y continué con la limpieza.

—¿Que quería el chico Russell anoche?

Lo miré un tanto sorprendida, pero la expresión del abuelo no parecía molesta.

Suspiré y regresé mi vista al plato cubierto de jabón.

—Solo quería decir adiós.

—¿Adiós? ¿se fue? — yo asentí sin quitar la vista.

Sentía como si estuviera cuestionando y en mi interior yo también lo estaba. Todo parecía tener más sentido ahora.

—¿Y por qué aún sigues aquí? — me giré por completo y lo miré confundida.

—¿De qué hablas?

El sonrió.

—¿Por qué no fuiste con él? — la tranquilidad con la que lo decía hacía que mi corazón latiera más rápido.

El Castigo Divino (Arvin Russell y tú)Where stories live. Discover now