— ¿Diga?— se oyó la voz de Roger por el móvil lo que levemente.

— ¡Es usted asqueroso... lo denunciaré!

— ¡Cállate, zorra!

— ¡Socorro! ¡Ah!— gritaba cuando vio el brillo de la hoja del cuchillo y no estaba muy lejos. Sabía que lo peor que podía hacer era dejarse llevar por el miedo, así que debía actuar.

— ¡Rihanne! ¿Qué pasa?— se oyó desde el móvil.

Ella no lo podía oír ya que si se llevaba el móvil al oído el tipo podría cortarle la comunicación.

— ¡Socorro!— trató de estirarse disimuladamente hacia el cuchillo cuando oyó un grito ahogado a su espalda.

— ¡Rihanne!— exclamó la madre de la chica tirando las bolsas al suelo. La joven aprovechó la sorpresa del hombre para darle una patada en la entrepierna y alejarse de él.

El hombre se levantó y miró a la madre de la chica.

— Ella me provocó, cariño.

— No lo creas, mamá, es un pervertido— Rihanne cogió el cuchillo y tomó aire antes de darse cuenta de que había dejado su móvil en el suelo junto al tipo.

— ¡Vete de aquí!— le gritó la madre al hombre— ¡No quiero que te acerques más por aquí!

— Pero ella me ha estado buscando...— miró a Rihanne con desafío y enojo.

— Es usted un sucio— replicó la chica.

— Váyase ya de mi casa— dijo la madre de la joven.

El hombre las miró a una y a otra alternativamente y luego salió de allí. Rihanne corrió entonces a su móvil y cerró la puerta, dejándose caer en el sillón con los ojos aguados. Su madre se acercó y se sentó a su lado.

— ¡Rihanne!— se oía desde el móvil. La joven se sorprendió entonces y se puso el móvil en el oído.

— Sí...

— ¿Qué coño ha pasado ahí? ¿Estás bien?

— Sí... por los pelos, Roger, siento haberte molestado.

— ¿Necesitas que vayas a tu casa?

— No, ya está mi madre aquí...— se pasó la mano por el pelo, había pasado tanto miedo a pesar de que lo había conseguido controlar— espero que no vuelva, Dios... ha estado a punto de ultrajarme...— las lágrimas se le escaparon por las mejillas.

— Ve a denunciarlo.

— Iré en cuanto esté repuesta, joder... esto no me puede pasar a mí...

— Tranquilízate. Te llamaré luego a ver cómo estás.

— Vale, gracias.

Dicho esto, la joven colgó y se cubrió el rostro con ambas manos. Su madre la miró e intentó abrazarla pero no se atrevió.

— Aún no sé por qué sigues viviendo conmigo, hija...

— Porque si te dejara, ¿qué sería de ti, mamá?— le preguntó Rihanne incorporándose— tengo que irme a trabajar.

— Te mereces algo mejor que esto— dijo abarcando con la mano la caravana— cada día te pongo más en peligro.

Entre BandasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora