—E-En el pasillo qu-que hay junto a nuestra clase. Ese. Ahí lo encontré.

—Ah, claro— reí y me dirigí a los urinarios que había fuera de las cabinas, pegados a la pared. A pesar de los recientes acontecimientos, el tamaño de mi vejiga no había aumentado, y sí, seguía igual de llena que antes—. Y cuéntame, Thomas— desabroché mi cremallera y dispuse a hacer mis necesidades sin dejar de lado la conversación con el rarito—. ¿Qué hacías en el baño con ese cuaderno?

—Y-Yo solo...— me miró, le miré, bajó la vista y volvió a subirla al par de segundos con las mejillas totalmente enrojecidas. Yo tan solo sonreí. Estaba bastante orgulloso de lo que guardaba en mi pantalón, y no tenía ningún pudor con ello, sobre todo con otros hombres—. Lo miraba y.. y...— ahora tenía la vista clavada en el suelo, intentando cerrar el estuche mientras los nervios le invadían. Era tan gracioso lo inocente que se veía en este momento—. Y solo eso, l-lo miraba por c-curiosidad.

—¿Tenias curiosidad y por eso miraste?— aproveche sus palabras para darle un doble sentido a las mías. Cuando me miró con los ojos muy abiertos y tapándose la boca, no pude evitar reír. Terminé de mear y mientras guardaba ciertos temas y subía cremalleras, seguí hablando—. ¿Qué tiene ese cuaderno que es tan interesante?

—¿Eh?— había vuelto a apartar la vista para no ver más cosas indebidas, así que cuando me acerqué de nuevo a él, le pillo por sorpresa—. ¡Oh! E-eh...

—¿Y que es lo que te ha gustado tanto de él como para que escribas tu nombre en la primera página?— levanté una ceja, inquisitivo, y volví a tenderle la libreta. Él miró mi mano, luego el cuaderno, y de nuevo mi mano. Rodé los ojos y se lo tire al regazo—. Solo ha estado en contacto con mi polla, nada más— declaré con indiferencia, haciendo referencia a mi mano. Él volvió a comenzar a balbucear disculpas o palabras sin sentido—. ¿Y bien?— le interrumpí.

—¿Bien?— apoyé la cabeza contra el marco de la puerta con desesperación. Esto comenzaba a perder la coherencia de la conversación, y mi entretenimiento se iba con ella. Señalé el cuaderno con el pie, manchando un poco de polvo los pantalones de uniforme sobre los que estaba colocado—. ¿El cuaderno?

—Que me cuentes que mierda es y dejes de mentir.

—Ah, e-eh, perdón... eh...— se puso de pie agarrando todas las cosas entre las manos, y con dificultad colocó el cuaderno frente a mis narices, abierto por la mitad—. Pero no se lo puedes decir a nadie.

—¿Qué es? ¿Un diario?— pregunté en broma, agarrando ahora ya mismo de nuevo el cuaderno. Estaba a punto de reírme por mi propio comentario cuando miré a Thomas, y su mirada me dejó mudo—. No me jodas. Es un puto diario.

—Pero de dibujos.

—¿Tienes un diario de dibujos?— asintió sonriendo tímidamente y yo le miraba incrédulo, intentando comprender su problema mental. Pero no lo hacía. Quizás sólo tenía ese retraso de edad en la personalidad o algo por el estilo, algo que explicase tales paridas—. ¿Y como mierda lo lees? No se puede entender nada.

—Yo lo entiendo— se encogió de hombros como si los dibujos frente a mis narices pudieran ser descifrados. Ni siquiera llegaban a la categoría de dibujos, era imposible entender esas cosas—. Mira, por ejemplo— me quitó la libreta de las manos, esta vez sin ningún pudor, y señaló una especie de monigote que había dibujado en medio de la página—. Este eres tú.

—¿Esa cosa de ahí soy yo?

—Es del primer día, cuando me hablaste— me miró sonriente, como si no me acabara de comparar con una mierda de colorines—. Fue lo mejor del día, así lo dibujé. Y mira aquí— señaló otra página—. También te dibujé. Fue cuando me pediste prestados los apuntes. También me sentí muy feliz cuando me hablaste— ahora solo sonreía a las paginas, como metido en su mundo. Por algún motivo empecé a sentirme mal y quise dejar de escuchar, pero él no paraba de hablar—. Y justo al lado dibujé mi bicicleta verde. Es un recuerdo triste, pero no solo voy a escribir los bonitos.

—Thomas.

—¿Si?— levantó la vista del cuaderno, como si no pasara nada. Y quizás no pasaba nada de puertas a fuera, pero en mi interior me sentía como la mierda. Debía de ser esa amiga tocapelotas llamada consciencia. Hacia años que no venía a visitarme. Y cómo no tenía práctica en esos casos, las palabras no salían de mi boca, y comencé a parecer el raro de los dos—. ¿Newt?

—Siento haber perdido tus apuntes— no se me ocurrió que otra cosa decir. Ni siquiera los había perdido. Los tiré al suelo nada más salir de la escuela.

—Oh, no pasa nada— sonrió y cerró su cuaderno, pegándoselo al pecho mientras lo estrechaba con fuerza entre sus brazos. Parecía que llevaba un tesoro. De veras que era jodidamente raro—. Son cosas que pasan.

No respondí nada, y tampoco hizo falta, porque el timbre anunciando el final del recreo se hizo un hueco en nuestra conversación y la terminó. Thomas me preguntó si íbamos a clase, y tras revolverle el pelo, negué. No andaría con él por los pasillos, no éramos amigos y mis ganas de pasar tiempo con él seguían siendo bajo cero.

Después de todo, seguía siendo el novato raro de la escuela.

MÍRATE  적응! ー newtmas.Where stories live. Discover now